Tierra Adentro

En busca de una editorial se podría titular un libro de 1000 páginas con algunas de las peripecias reales por las que pasaron muchos escritores antes de publicar su primer libro. En México, la situación es particularmente compleja por varias razones: 1) Se escribe mucho y se lee poco. 2) De los pocos que leen, la gran mayoría no son lectores de literatura «pura y dura», «seria» o, para que todos me entiendan, de literatura que se reconoce a sí misma como heredera de una tradición en donde reinan los clásicos contemporáneos y modernos. Eso no quiere decir que las editoriales no estén interesadas en publicar a jóvenes autores, sino que las editoriales desarrollan todo tipo de esquemas para encontrar autores jóvenes que tengan futuro (entre más inmediato el futuro mejor) y que el espacio que se le puede dar a estos autores ocupa un margen muy reducido en la generalidad de un catálogo que necesita orientarse en mayor medida a la venta de libros más comerciales que hagan rentable la operación general de la editorial, lo cual permite, justamente, que exista ese espacio para autores que no venderán mucho. 3) Por lo tanto, la competencia es muy reñida.

Este esquema de las circunstancias se puede aplicar, aunque con distinta proporción, tanto a sellos de los grandes grupos como a editoriales independientes medianas o pequeñas, todo en el horizonte mexicano. Publicar en las editoriales españolas se ha visto siempre como la panacea, aunque en realidad se conducen de forma similar y es igual o más difícil conseguir que hagan caso de la propuesta de un autor joven. Pero no imposible.

En otro lado del espectro están las editoriales relacionadas con el gobierno mexicano (pienso en la Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura, con su programa Tierra Adentro, o en el Fondo de Cultura Económica), donde hay muchas posibilidades de publicar, aunque a veces los tiempos de dictaminación de un manuscrito se vuelven épicos. En gran medida eso se debe al enorme volumen de títulos y al plan editorial de largo aliento con los que deben lidiar estas editoriales.

Ahora, hay varias ecuaciones que considerar antes de enviar el manuscrito (y después de registrarlo debidamente), una de ellas, la más obvia pero error frecuente entre jóvenes autores, es saber si la editorial en mente recibe manuscritos no solicitados. Muchas anuncian su negativa con claridad en sus sitios web, pero con otras en necesario cerciorarse. Hecho esto, es tiempo de enviar ese manuscrito a quien se deje y sentarse a esperar las cartas de respuesta (muy probablemente negativa), y no lo digo por desanimar sino al contrario, por situar con claridad las posibilidades. Y no me digan que tal o cual autor publicó su primera novela a los 21 y fue un éxito inmediato. Esos son casos inusuales, aislados, que confirman la regla (aunque, de nuevo, es justo insistir en que no las hay), y pertenecen a la muy particular circunstancia de cada autor. Lo que un escritor joven necesita crear, o encontrar o dejar que lo encuentre, es su propia circunstancia benéfica. Aquí entra una tentación a la que aludí en la entrega anterior (La escritura de la novela), escribir con una agenda, pensando que si se cuenta una historia plagada de muertos, policías, el narco y quién sabe qué otros elementos sensacionalistas se puede lograr que el editor ponga mayor atención a nuestra novela. No juzgo géneros, sólo creo entonces pertinente volver a llamar la atención del escritor para decirle que ahí también, en la arena romana de los escritores de thrillers, los codazos son innumerables y se propinan a traición, como en todo el espectro literario. Lo esencial es encontrar una voz, un género y una propuesta propia y abismarse ahí. Si el resultado es bueno, habrá un editor interesado. Y, de nuevo, mi aparente pesimismo: o no. Recordemos a escritores como John Kennedy Toole, que no logró publicar en vida y cuya novela La conjura de los necios, rechazada por casi todas las editoriales, fue publicada póstumamente gracias a las gestiones de su madre y se volvió un éxito crítico y de ventas, y luego una novela de culto.

Una cosa que sí puede allanar un poco el camino es tener un padrino literario, un escritor con carrera andada que quiera recomendar la novela con un amigo editor. Esto no garantiza la publicación pero ayuda a distinguir el manuscrito del autor joven un poco más en la enorme mesa de manuscritos inéditos con la que se enfrenta un editor cada día.

Mejor escribir sin pensar en publicar. Escribir para la nada. Y, eso sí, una vez que se ha escrito, hay que cambiar de traje y volverse el vendedor de la propia obra. Como decía arriba, el mercado mexicano es difícil y el español casi utópico, pero hay dónde publicar. Una buena estrategia para empezar son los concursos literarios (si se tiene la paciencia para someterse a esa lotería), pues en caso de resultar ganador, el libro puede verse publicado, al menos así lo estipulan muchos concursos de no poca seriedad. Y cada vez hay más concursos para escritores que comienzan, algunos incluso señalan que no se recibirán obras de escritores que hayan publicado, o que hayan publicado más de una novela.

¿Buscar un agente literario? Aún más absurdo si se está comenzando en el oficio. Los agentes sirven cuando uno tiene por lo menos dos libros publicados y no tiene ya tiempo (entre el trabajo que le da de comer y escribir es sus ratos libres) para pelearse con los editores, mejorar contratos, buscar invitaciones a ferias del libro, un contrato para que se adapte el libro a película, editores extranjeros que quieran traducir el libro, etc. Cuestiones que sencillamente no suelen sucederle al escritor que a duras penas está tratando de vender su primer libro. Y otra cosa, la mayoría de los agentes tampoco aceptan manuscritos no solicitados.

¿Autopublicarse? Parece sensato sólo en principio. Y sólo si el escritor quiere ser el próximo rey del thriller histórico, o de la novela rosa, o de la novela policíaca. Si consultan ustedes quiénes son los escritores autopublicados más vendidos de Amazon o los ganadores de su concurso para escritores «indie», como erróneamente les llaman, verán que no me equivoco. Si lo que escribe el autor incipiente es una novela con un poco más de pretensión artística, es muy probable que venda unos cuantos ejemplares y nada más. Cumpliendo el dictum de un artículo que leí al respecto: «el 70% de cero es cero».

Cada época ve surgir promesas de atajos para el autor que comienza, pero desgraciadamente, al final, sólo quedan el trabajo duro frente a la máquina, leer mucho y pensar más, escribir poco. Sin embargo, insisto, hay editoriales interesadas en buena literatura y en autores nuevos. El camino sigue siendo muy pedestre: insistir e insistir hasta que nuestras mentiras verdaderas, nuestro entendimiento de lo que es o debe ser la literatura comienzan a resonar como algo cierto y digno de publicación en los oídos del editor.


Autores
(Ciudad de México, 1969) es escritor, traductor, editor y crítico literario. Fue por más de una década lector de varias editoriales españolas, entre las que se cuentan Anagrama, Penguin Random House España o Acantilado. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y colabora en Confabulario.