Tierra Adentro
“Little Lulu”,por Marge

En octubre de 2016, Marina Garone Gravier, Andrea Fuentes Silva y Astrid Velasco organizaron la primera Jornada “Mujeres y Edición” en la Biblioteca Nacional de México en la UNAM. Me invitaron a hablar de libros e ilustración. Para ello, entrevisté a cerca de treinta mujeres latinoamericanas, interesada en conocer sus procesos de trabajo, creativos y cómo éstos se relacionan con su vida cotidiana. Este texto parte de dicha conferencia.

¿Las mujeres que dibujan lo hacen distinto a los hombres? ¿Las historias que narran son diferentes a las de ellos? ¿Existe una identidad femenina en la ilustración, el cómic, la novela gráfica, el dibujo? ¿Y en la edición de sus obras? ¿Hay un mercado específico, hecho sólo de mujeres, o estos libros son leídos por cualquiera?

La obra de las ilustradoras y novelistas gráficas de las que me interesa hablar, en su mayoría se genera por iniciativa de la autora y sin una meta necesariamente establecida. Algunas surgen desde una libreta, otras en un blog, como webcomic o como colaboraciones periódicas a revistas, diarios o proyectos virtuales.

Me llama la atención el proceso creativo en este sector, porque, cuando una obra es por encargo, se recurre a ciertas metodologías personales, rituales comprobados, una improvisación vuelta método. Se lee, se boceta, se toman decisiones, se ejecuta una pieza, se entrega, se corrige o no, se acepta, se paga, se imprime. Y aunque la creación de las historias de estas mujeres también transita por algunos o todos estos pasos, su particular detonante de la historia que se narra me me incita a observar estas obras más de cerca.

Asimismo,el papel del editor en este ámbito es distinto al que juega cuando trabaja con ilustradoras. En general, las novelas gráficas de las que hablaré tuvieron un editor que llegó después, casi como un comprador de derechos, como un corrector ortotipográfico, como un distribuidor. Así, el editor de estas novelas gráficas es alguien que apuesta porque se conozca ese discurso, así como la autora apostó por contar al mundo su historia.

Editar es, antes que nada, leer. Pero quizá lo que distingue a un lector de un editor sean las ganas de generar más lecturas, no sólo consumirlas, sino hacer un banquete para los demás. En el caso de la ilustración, tanto editoriales grandes como independientes recurren al trabajo de los ilustradores para acompañar textos; en algunos casos, publican la obra donde el ilustrador es un autor total.

Si bien puedo sonar injusta al referirme a las ilustradoras en relación con las novelistas gráficas, lo cierto es que las primeras aportan en discurso, pero casi siempre bajo unos parámetros editoriales previamente establecidos. Como en su mayoría trabajan para editoriales, su lugar más sincero de expresión se dé quizá en los talleres y en los concursos, en sus libros autorales (en el caso de aquellas que escriben e ilustran álbumes), pero incluso Paloma Valdivia, autora de unos cinco álbumes, dio el salto a la novela gráfica con Sin palabras, quizá porque el lector de álbum sigue siendo sobre todo infantil, los cómics autobiográficos tienen un lector más amplio y se habla desde la primera persona

Las novelistas gráficas no trabajan por encargo necesariamente, y casi nunca. Lo hacen sobre todo por una necesidad narrativa autoral. De ahí mi interés por sus procesos creativos, por su cotidianidad y por cómo ésta se relaciona con su obra.

Los temas de la cotidianidad de una dibujante están inmersos en su proceso creativo. Por un lado, estas mujeres del siglo XXI pertenecen a una época en que los temas autobiográficos tienen un peso muy fuerte, pero también recuperan una herencia de ciertas temáticas y formas de narrar de artistas norteamericanas, como Julie Doucet y Alison Kominsky. Artistas como Powerpaola, Marcela Trujillo (Maliki 4 Ojos), Sol Díaz, Inés Estrada, Catalina Bu se apropian de este lenguaje, y lo renuevan al plantear sus propias narraciones desde su realidad latinoamericana, de haber vivido la historia política, social, cultural, familiar e íntima que a cada una le tocó vivir. Gracias a estas historias, se vuelve más visible ese rol de la mujer, quien, al contar su vida, se inserta en la historia de la humanidad. No por nada Powerpaola habla de los conflictos de Colombia, mientras narra la vida de su familia, o Marjane Satrapi de los de Oriente Medio, mientras habla de su crecimiento y vivencias.

El dibujo de las mujeres se convierte así en un acto revolucionario, en un ir contracorriente. Se trata de contar sus historias sin que nadie se las haya preguntado. Tal como dice Karla Santamaría en su tesis de licenciatura, Espacio doméstico y arte. Cinco artistas visuales contemporáneas en México:

En el trabajo de las artistas lo personal se vuelve político, confronta el ideal doméstico y el de las mujeres como madresposas. Se cumplen dichos roles de género pero, durante el proceso creativo y en las obras de cada artista, se cuestionan. Transforman esa idea de que el arte para las mujeres es un pasatiempo y no una forma de trabajo. Crear es pensar y requiere conocimientos, experiencias, prácticas y tiempo para su realización. Un espacio personal, privado. En el espacio de creación, solo existe la artista y su obra.

Las mujeres han encontrado en la autobiografía un lugar donde se comparten entre ellas sus historias, se reflejan ahí y consiguen que otros más se identifiquen con ellas. No son cómics de mujeres para mujeres, sino obras que se arriesgan y exponen su vida públicamente, sublimándola con el dibujo y la narración.

Para entender mejor estos procesos creativos, le pregunté a más de treinta mujeres de cuatro países cómo se siente ser una mujer que dibuja. Hice cinco preguntas básicas y otras complementarias. Recibí respuesta de veintiún artistas.

Me interesaba tener a la vista por un lado su edad y su nacionalidad. Aunque todas son latinoamericanas, pensaba que esa brecha generacional y nacional implicaría ciertos puntos de vista particulares. Ellas provienen de México, Colombia, Argentina y Chile, y sus edades oscilan entre los 25 y los 50 años.

Las preguntas que hice giraban en torno a sus rutinas de trabajo, si tienen o no un proceso creativo que sigan repetidamente, sus temas favoritos, sus influencias y, finalmente, su apreciación sobre el papel de la mujer en el cómic y la ilustración. Además, les pregunté acerca de su modo de vida. En caso de que vivieran con alguien, si había un reparto de las tareas del hogar, si éstas influían o interrumpían su trabajo creativo. Si la vida cotidiana se relaciona con sus temas, trabajo y procesos. Si tienen metas fijas, cuáles se han cumplido y qué sacrificios han hecho. Si se dedican sólo a dibujar o tienen otros trabajos. Y, finalmente, cómo se relaciona su vida familiar con la profesional, si tienen hijos, y si quieren tenerlos o no.

Alejandra Barba trata de no tener rutinas. Le parece que deterioran el espíritu creativo, pues cuando uno se casa con cierta fórmula, se pierde la alegría y esencia del trabajo. En cada proyecto muestra una fase distinta de su persona porque ella misma es distinta; es decir, cómo va a ser la misma de hace 15 años. No hay caminos que aseguren los triunfos.

En El buen relato, una conversación entre el escritor J. M. Coetzee y la psicoanalista Arabella Kurtz, esta última habla de cómo “[en las narraciones vitales] no se puede decir que exista una verdad fija y eterna a la que se pueda acceder de forma gradual y con gran esfuerzo … Es por eso por lo que la verdad en psicoterapia es esencialmente dinámica: porque deriva de la perspectiva de un ser vivo cuyas características internas y externas experimentan cambios, aunque sean pequeños, a lo largo del tiempo”.

Portada de Las tres peinadoras, por Alejandra Barba

Alejandra Espino (México) le interesa contar historias centradas en universos alrededor de “lo femenino”, entendido en un sentido amplio. Le importa la construcción de la identidad, los roles de género, los procesos históricos. Desde un punto de vista puramente creativo, las historias y las imágenes familiares han servido como detonantes para algunos proyectos de trabajo, así como lo han hecho diversas relaciones a lo largo de su historia personal, que terminan transformándose, directa o indirectamente, en imágenes o narraciones.

Ilustración de Alejandra Espino

Ilustración de Alejandra Espino

El primer sacrificio de Catalina Bu (Chile) al dedicarse a ser dibujante fue renunciar a la estabilidad económica, que no es menor. Dejar de ser parte de un sistema es complejo, desde el punto vista laboral, hasta el punto de vista emocional, porque la incertidumbre es frustrante. Afortunadamente, ha logrado cumplir su sueño de hacer lo que le gusta.

Ilustración de Catalina Bu

Ilustración de Catalina Bu

María Luque (Argentina) intenta comenzar proyectos importante o que requieren mucho trabajo cuando hay luna creciente. Por lo general, su trabajo es bastante autobiográfico, pero también aparecen otros protagonistas, como la historia del arte, pintores del siglo XIX, mascotas, amigos.Una meta era poder vivir solo dibujando y se está cumpliendo. Hace ya varios años que no trabaja de otra cosa. Al principio fue difícil, pero se acostumbró a vivir sin demasiados gastos.

Desde que Cecilia Rébora (México) tiene hijos, trabaja medias jornadas y si pasa cualquier imprevisto con ellos, casi no puede hacerlo. Ella pensó que podía dividir su tiempo, pero ha sido muy difícil. Como meta personal laboral, antes quería pertenecer a un círculo virtuoso de ilustradores (estar en el medio), pero ahora es sólo hacer los trabajos que la hagan feliz.

Cecilia Varela usa ciertas labores del hogar como meditación para concentrarse y para dar tiempo al pensamiento. Su vida cotidiana se relaciona con su trabajo en lo práctico y en lo conceptual. En lo práctico: cuando una ilustración tarda en secar, va a la cocina a lavar los platos mientras. En lo conceptual: la crianza y la creación requieren de paciencia, conocerse a uno mismo, buscar dentro de uno para aprender a verse, pulir ciertos errores, aceptarlos, mejorarlos. Aceptar el fracaso, el error, lo espontáneo, aprender a organizarse y planificar.

 

Claudia Gutiérrez tiene la ventaja de tener su estudio dentro de casa; a las 8:30 ya está trabajando, hasta más o menos las 4:30 pm, cuando sus hijos regresan de la escuela y es hora de revisar tareas. En el hogar, su esposo la ayuda bastante, pero por la naturaleza de su trabajo (es cirujano), ella está al frente, si bien tiene contratada a una mujer que la apoya con algunas tareas de la casa. Su vida familiar está interrelacionada con la profesional, muchas veces interrumpe lo que está haciendo para estar con su familia, y muchas otras deja de hacer cosas con su familia para ponerse a trabajar.

A Claudia Navarro (México) le gusta cuando hay un proyecto que le exige buscar para poder proponer y explorar; desgraciadamente son proyectos que se desarrollan en largo tiempo y la paga es poca. Los tiempos de entrega por lo regular son muy apretados y suele angustiarse mucho. Esto es un problema general del ilustrador.

Cuando Estelí Meza (México) trabaja en un proyecto personal, es muy inconsciente el proceso. Hace apuntes, toma notas, hay algo que detona y ahí comienza a salir una historia. Este proceso puede ser muy largo. En proyectos de trabajo, tiene una fecha de entrega. Esta es la parte que más le disgusta del trabajo, los tiempos tan apretados para el trabajo de la ilustración.

No todas las mujeres pueden repartirse las tareas de forma equitativa. En el caso de Majo Ramírez (México), su vida doméstica es desequilibrada. A veces quisiera poder pagar para que alguien más se encargara de hacer esas cosas y así tener más tiempo para trabajar. Su solución es esperar a que las capas de pelo de gato sean verdaderamente intolerables. Ella ve sus días y su trabajo como un todo; los temas se mezclan y las emociones también, para bien y para mal. Si está estresada, trabaja más lento y se paraliza a ratos. Aunque a veces la felicidad también la distrae. Necesita cierta estabilidad en el día a día para fluir creativamente.

Mara Soler sigue una rutina muy básica. Empieza con mapas mentales, pequeños caos visuales donde desglosa toda la información de un proyecto, primeras ideas y conceptos. Las tareas del hogar no interrumpen tanto su trabajo, como sí lo hacen las redes sociales. Le gusta que su obra esté llena de pequeños toques personales, datos curiosos e información vergonzosa. Así que la vida cotidiana siempre esta ahí, siendo parte de todo.

Marcelilla Pilla tiene el hábito de hacer al menos un dibujo al día. Por las mañana trabaja en un hotel. Estar en el trabajo le desbloquea la cabeza y la hace pensar con gracia. Escribe todas las ideas y se va a un lugar donde no haya internet y comienza a desarrollar el proyecto. El internet la bloquea, los referentes se los lleva en la cabeza pero nunca se permite mirarlos mientras trabaja, porque empieza a repetir y copiar cosas que no le salen en realidad. Hay dos cosas que ha descubierto como patrón en sus dibujos, el primero es la gente, y lo segundo es la historia de su vida como un diario de viaje, aunque no viaje.

Chikijet, el segundo libro de Margarita Valdés (Chile), tiene como< trasfondo su infancia, muchas cosas que se hacían latentes en esa época (el gusto por lo simple, una visión un poco mágica de las cosas, el juego, la amistad), que en la adultez, aunque no parezca, siguen ahí. También quería transmitir la infancia en los ochenta, cuando no había internet, y la identidad chilena.

Nadina Rubiños (Argentina) tiene dos hijos, y cada día cuenta con tres horas, mientras ellos van a la escuela, para sus asuntos personales, entre ellos dibujar. Desde hace un tiempo dibuja plantas y tuvo una etapa de maternidad profunda cuando sus niños eran pequeños y los dibujaba. Hoy su meta es ver la inmensidad de lo que tiene. Darle trascendencia a la cotidianeidad. Dejar de buscar. Dice que todos hacemos sacrificios cada vez que nos dejamos convencer de que la felicidad está fuera de nuestra vida cotidiana.

Cuando le llega un proyecto nuevo, Natalia Gurovich (Chile-México) primero tiene un gran momento de alegría y luego una fase de angustia porque siente que es estar desde cero frente a algo. Con el tiempo ha ido cambiando sus metas en la vida. Antes quizá quería tener reconocimiento, fama, pero esta meta nunca es suficiente, pues nunca se es tan capaz como para estar satisfecho, así es que hoy, su meta en lo laboral es gozar más el trabajo mientras lo hace, poder sentir que es un juego.

La hora favorita de Paloma Valdivia (Chile) para trabajar es la noche, porque puede hacerlo sin interrupciones. Recuerda cómo en su libro Atrapa el pez dorado, David Lynch dice que necesita ocho horas de trabajo seguidas para llegar a un estado de conciencia y conexión con su trabajo. A ella le pasa lo mismo, solo que siendo mujer, separada y con un hijo, es muy difícil encontrar esas instancias en la cotidianeidad. Para Paloma, la motivación intelectual y emocional no es el lucro, pero éste es un elemento esencial, pues, como dice Gompertz: “El dinero compra la libertad y la libertad significa tiempo. Y el tiempo, para un artista, es el activo más valioso de todos”.

Como rutina diaria, Powerpaola (Colombia) trata de meditar antes del desayuno. Casi siempre trabaja en libretas, eso le permite dibujar en cualquier parte. En su trabajo, su intención es ser lo más honesta con su presente. Hace ilustraciones para otros, dibuja historietas sobre temas autobiográficos o temas que la estén persiguiendo. Trata de no repetirse, de experimentar materiales, formas de narrar y dibujar. No le gustan los lugares cómodos.

Rachel Levit (México) empieza los proyectos de dibujo con bocetos, porque es como pensar con la mano. Los temas salen solos y tienen que ver con su alrededor. Dibuja mujeres, sentimientos, objetos y la cultura que la rodea. La vida cotidiana es importante para el proceso creativo. Por ejemplo, el yoga la ayuda a estar menos estresada. Ir a museos es esencial para manterse motivada e inspirada y tener más referencias. Las metas de su vida son tener una carrera artística que le permita ser autosuficiente y su principal sacrificio, estar lejos de su familia.

Sol Díaz (Chile) trabaja desde su casa, tiene un cuarto que usa como taller, entonces el trabajo se mezcla con una rutina de hogar, lo cual le acomoda mucho. Con el tiempo, se ha dado cuenta de que trabaja mucho con temas de identidad, de cómo se ven y sitúan las mujeres en la sociedad. Le llama la atención la búsqueda de una esencia primitiva y desde ahí busca la libertad. Le gusta trabajar con sus miedos, y sobre todo, hacerse preguntas con el dibujo.

Sonia Pérez (Colombia) siempre imprime algo de soledad en lo que hace. En su trabajo busca sacar algo que le duele. Como hay algo muy triste que percibe en el arte, le gusta equilibrarlo con un contrario. No le interesa hacer monstruos horribles, pero tampoco hadas maravillosas. Disfruta de dibujar seres ambiguos, que no son del todo tiernos, pero que no aterran.

De una u otra manera, estas mujeres tocan los mismos temas, y aun así éstos no caduca ni se repiten. Cada experiencia, cada historia, cada vida se vuelve interesante de leer. Como dijo Delacroix: “Lo que define al hombre de genio o, más bien, lo que inspira su obra, no son las nuevas ideas. Lo que lo empuja es la idea de que lo que se ha dicho no se ha dicho lo suficiente”. 1

Para Alejandra Espino las mujeres siempre han estado presentes en la creación, históricamente hablando, pero ha costado mucho trabajo que se reconozca esta presencia. Vivimos un buen momento porque gracias a la apertura de espacios y a las facilidades que da la tecnología se hacen presentes más voces y más diversas. Por ejemplo, en el caso del cómic, sigue siendo muy escasa la presencia femenina en los espacios industriales-súper heroicos, pero en la producción independiente, autoral, ya sea de larga extensión, como en novelas gráficas o web cómics en tira, es irrebatible que cada vez hay más autoras con gran solidez.

Amanda Mijangos considera que esos argumentos que impedían a las mujeres incursionar en nuestro medio parecen ya no estar presentes, pero lo cierto es que en el ámbito del cómic, la novela gráfica y la ilustración, sigue habiendo muchos más hombres publicados y reconocidos que mujeres, por lo menos en México y eso hace pensar si aunque el discurso ya no se oye, en la práctica sigue sucediendo.

Ilustración de Amanda Mijangos

Ilustración de Amanda Mijangos

Catalina Bu considera que la presencia de la mujer en el ámbito del cómic, la novela gráfica y la ilustración ha estado muy presente porque las mujeres ven las cosas desde una perspectiva más emocional, que hace que uno conecte con su obra de una manera mucho mas visceral. Ya sea con la autobiografía o tocando temas sociales, el lado femenino de la historieta genera un puente con el lector. Según la última encuesta sectorial de ilustración en Chile, hay casi igualdad de mujeres y hombres en el medio.

Para Mara Soler, hay todo un boom del poder femenino que está removiendo varios sectores y la ilustración, el cómic y demás no se quedan atrás. Hay mujeres hablando de mujeres, de pelos en las piernas y lonjas imposibles de desaparecer. Una manera de ver el cambio es contraponer esas historias “de la vida real” contra las superheroínas de falda corta dando patadas con botas de tacón.

Marcelilla Pilla me dijo:

Yo siento que nací siendo una persona, creo que de niña no me di cuenta de que era mujer. En mi familia nunca hubo una distinción entre hombre y mujer, con mi hermanito siempre hacíamos lo mismo: cocinar, lavar el carro y ese tipo de cosas catalogadas como de hombre o de mujer. En mi familia y en mi entorno nunca me sentí mujer, siempre me sentí simplemente una persona, pero por estos años me he dado cuenta de que las mujeres hemos sido oprimidas e irrespetadas en un montón de situaciones que yo no había notado, tal vez porque nunca me parecía que hacían parte de un género, sino de un atropello a la humanidad en general; entonces la realidad es que cuando alguien me habla de femenino o de masculino, yo te juro que más o menos no lo puedo ver, yo veo gente, gente en general, sin género, sólo personas.

Para Paloma Valdivia la mujer se hace cada vez más presente en todas las áreas posibles de acción laboral. Es más difícil para las mujeres ser profesionales exitosas, es posible, sin duda, pero hay que trabajar el doble. No se trata de talento, sino de que muchas mujeres tienen hijos y llevan un hogar. No vivimos en una sociedad igualitaria, quizás estamos abriéndonos a esa posibilidad, pero aún está lejos de serlo.

Rachel Levit no sabe bien cómo es en Mexico, pero en Estados Unidos, donde vive y trabaja, se nota una presencia cada vez más fuerte de la mujer. Hay mucha conciencia de igualdad de género y esto influye en el apoyo que le dan a las mujeres. Es por eso que ha podido trabajar con muchas publicaciones. Aun así, sigue habiendo problemas en cuanto a los pagos, por ejemplo, y el tipo de trabajos que se asignan.

Para María Luque hay muchas mujeres dibujando y cada vez se ven más. Como en casi todos los ámbitos, en los últimos años se nota que las mujeres ganan espacio y visibilidad. De todas formas, todavía falta mucho. Siguen surgiendo paneles o charlas con títulos del tipo: “La mujer y el comic”. Ojalá en unos años se hablara del trabajo de las mujeres, independientemente del género.

Justamente en Monotipias, una serie de conferencias que hacen en Plop! Galería en Chile, Sol Undurraga dijo que le desesperaba que cuando se habla desde el género, no se hablara más de procesos creativo, y que para ella su obra es más que ser mujer. A lo que Katherine Supnem le respondió que no sólo se puede hablar de ambas cosas, sino que es necesario visibilizarlo y difundirlo, sobre todo tener una postura: “Si en tu obra no hablas desde ti misma como mujer, ¿de qué hablas? Uno debe plantearse desde su propia identidad, por eso es diferente si es un hombre o una mujer quien hace el discurso. La creatividad ayuda a sublimar esas cosas, y para ser creativo hay que tener una dificultad y algo honesto que contar”.

Asimismo, en La Polola, un podcast de comic femenino chileno, Sol Díaz decía que es imposible separar género y creación, pues en mayor o menor medida nuestro género define nuestro discurso también, es imposible hablar desde otro lugar, ver con otros ojos. Como dice Coetzee: “Son los artistas quienes más me han inspirado la idea de la naturaleza subjetiva e intersubjetiva de la experiencia; quienes me dicen que no podemos evitar ser nosotros mismos, pese a que nos haga falta confianza para ser conscientes de ello; y que no podemos evitar que nos influyan los demás, quienes vinieron antes que nosotros y quienes viven a nuestro lado”.2

Sonia Pérez creció escuchando hablar de los hombres que hacen la historia. Cuando ella era chiquita no le gustaba ni le disgustaba Bugs Bunny, pero lo veía por una única razón: decían un nombre, al final de cada caricatura: Hanna-Barbera. Ella pensaba que quien dibujaba era una mujer. Luego se enteró de la triste noticia de que era el apellido de los dos productores. Con todo, recuerda que de niña buscaba apegarse a esas mujeres que hubieran hecho cosas al nivel de todos los hombres que la rodeaban, quizá en parte para creer que ella podría hacer algo así, y no tener que creer que las mujeres son menos, que algo les falta genéticamente, y sentir que ella misma estaba condenada.

Poco a poco le fue importando menos y comenzó más bien a creer, con el miedo de quien elige creer lo menos hiriente, que simplemente en el mundo se le daba menos oportunidad a los hombres que a las mujeres, y que por eso crecíamos leyéndolos, estudiándolos y viéndolos; que si nuestra cultura fuera otra, las cosas serían de otra manera. Pero de fondo siempre le queda la duda de si es inferior o no, si le hace falta algo que le permitiría llegar a donde quiere, pero que por ser mujer (bien sea por genética o por cultura) no va a poder llegar a hacer.

En su TED Talk “Teach girls bravery, not perfection”, Reshima Saujani, dice que aunque la imperfección funciona como motor, la mayoría de las niñas son enseñadas a evitar el riesgo y el fracaso, a sonreír bellamente, irse a la segura, sacar puros dieces. Mientras, a los niños se les educa para jugar rudo, escalar alto, subirse hasta la cima de la resbaladilla y simplemente tirarse. Las mujeres no toman riesgos mientras que a los hombres se les premia por ello.

O, como dice Dalí: “No tengas miedo de la perfección, nunca la alcanzarás”.

¿La perfección nos obliga a quedarnos encerradas en nuestro pensamiento? ¿Lo bueno es enemigo de lo perfecto? ¿Somos nuestras peores enemigas? La sociedad sin duda dicta ciertas guías por las que dejamos de preguntarnos, hasta que alguna estructura se rompe, hasta que alguna puerta se cierra, hasta que se quita algún velo de los ojos, como diría Browning:Justo cuando nos sentimos seguros, llega una muerte, un atardecer, un canto de Eurípides. La muerte nos quita un velo de los ojos que la costumbre fue poniendo. Por eso el dolor también entraña belleza”. Y ese duelo nos permite cuestionar nuestro lugar en el mundo.

Estas mujeres lo buscan cada día, algunas en momentos sienten que lo encontraron, y nos conducen todo el tiempo hacia el nuestro a través de sus historias.

1 Will Gompertz, Piensa como un artista, México, Taurus, 2016, pp. 141.

2 J. M. Coetzee y Arabella Kurtz, El buen relato, México, Random House, 2015, pp. 24-25.

1 Karla Santamaría Benavides, “Espacio doméstico y arte. Cinco artistas visuales contemporáneas en México”, tesis de licenciatura en Ciencias de la Comunicación (Periodismo), México, UNAM, 2016, pp. 119-120.

2 J. M. Coetzee y Arabella Kurtz, El buen relato, México, Random House, 2015, pp. 18-19.

3 Will Gompertz, Piensa como un artista, México, Taurus, 2016, p. 24.

4 Will Gompertz, Piensa como un artista, México, Taurus, 2016, pp. 141.

5 J. M. Coetzee y Arabella Kurtz, El buen relato, México, Random House, 2015, pp. 24-25.


Autores
(Morelia, 1984) Es gestora cultural, ilustradora, editora y escritora. Coordina el diplomado Casa: Ilustración Narrativa de la UNAM. Forma parte del comité organizador de El Ilustradero y del Catálogo Iberoamérica Ilustra. Es socia de Oink Ediciones y del estudio Cuarto para las Tres.