Tierra Adentro

Durango, Durango, 19 de diciembre. Está por terminar uno de los años más intensos de mi vida. El 2013 marcó, a paso de banda, mi historia. No es el género de música con el que más me identifico, pero ahora que vivo en Durango la escucho con gusto, y sé que K-paz de la Sierra tiene una versión de “Mi credo”, canción con la que cierra mi documental “Don Mammie Blue” –en versión balada, al estilo de Daniela Romo– cantada, con play-back por Mammie Blue en la escena final de esta película que le ha tocado el corazón a algunas gentes, como se notó en la proyección más reciente en el Hospital Psiquiátrico de Mérida, a principios de diciembre, en función especial para psicólogos, psiquiatras y estudiantes, con quienes al final hablamos sobre la homosexualidad y el travestismo en Yucatán, temas esenciales de esta producción que estrené en febrero y que se exhibió una larga temporada y en función especial en el Museo del Chopo en el marco de la exposición Confetti Make-up como un testimonio/documento de la realidad en un momento crucial de la historia del país.

Por donde vayas iré/ Con una venda en los ojos/ Lo que decidas seré. El amor cuando es verdad es uno solo…

Eso dice la letra, y no me importa confesar que la he cantado a todo volumen y a veces de manera más discreta con la piel chinita de emoción, aquí en la Sierra, escalando una montaña a 1900 metros sobre el nivel del mar, cifra que pronuncio eufórica en la primera oportunidad que puedo, al grado de presumírsela a mis amigos del trópico para marcar ese contraste con la planicie que le ha dado tanto valor a mi 2013, por el constante ir y venir entre Yucatán y aquí.

Nin?os de la Sierra de Durango (noviembre, 2013)

La debilidad por las cifras y las fechas cruciales se me acentuó últimamente, es más, sin pensarlo se han dado casualidades gloriosas en fechas precisas con muy profundos significados: que si el día 5 tal cosa, que si el 15, otra… y así.

Ha de ser también que mis sentidos están más alertas… Cualquier conversación con durangueñismos me conmueve profundamente.

 

–¿Le acabala pa’ una boleada?

–Sí, pero pos dónde.

–Ahí en la plaza.

–Acá traigo algo de morralla.

–Ya de perdis usted trae feriecilla, yo ni eso…

A principios del 2013 estaba muy tensa; todo era una confrontación constante conmigo misma, con quien se me acercara y con mis mejores amigos, que si el amor, las lecciones de vida, los viajes frustrados, la imposibilidad de tener dinero suficiente para realizar los proyectos de trabajo más anhelados, etcétera, aparte del bochorno ocasionado por el desquiciante y desproporcionado aumento de vehículos en Mérida (soy dada a sobrestimar el desastre de la contaminación y el tráfico). Y este último tema que pareciera no venir al caso, me marcó un punto y aparte: dejé el auto y empecé a caminar y a andar en bici, y ocasionalmente en burro y a caballo. Sin embargo, no lo planifiqué, se dio de repente a partir de una decisión radical: volver a vivir en Durango en la primavera del 2013, después de haberme ido en el 88, cuando terminando la prepa salí disparada a ver qué carrera me deparaba el destino. Y fue cuando sin saber ni jota de Yucatán, tomé mi Omnibus al D.F.; ahí me esperaba mi hermano Miguel Ángel con Santiago, su pareja; dos días después me llevaron a la TAPO, donde tomé el ADO al Sur. Mi hermano Gabriel lo dijo ayer; en ese entonces yo todavía creía en la Virgen de Guadalupe, y no sabía nada de los mayas ni cómo dormir en hamaca. La urgencia era inscribirme en una universidad pública, donde fuera, por suerte ¡ya tengo título! Pero pasaron 25 años para volver a juntarme con las niñas y adolescentes con las que crecí, amigas – mujeres con las que hacía un cuarto de siglo que no cotorreaba ¡Que Facebook ni qué nada, en vivo y a todo color! ¿Pos pa’ qué viaja una tanto?

Durante todo este tiempo solo vine a Durango en las vacaciones de Navidad, pero no cada año, ni muchos días, y pasaba la mayor parte del tiempo en la cocina de la casa de mi mamá, sin ganas de salir, desconectada de todo.

Durango no ofrecía tantas maravillas como ahora que, por si fuera poco, me acaba de poner la librería del Fondo de Cultura Económica “José Revueltas” a cuadra y media de mi cama.

Entre marzo y abril, reconocer mi ciudad me transportó a un estado de paz que anhelaba de manera inconsciente. Ni yo sabía la falta que me hacía caminar otra vez en este clima, tomar el agua de aquí, escuchar el acento duranguense, comer gorditas y tomar mezcal calientito, recién hecho. Ojo. No soy una vendepatrias, como hace poco me dijo un amigo (medio en broma – medio en serio). Tengo un pie en Yucatán; su suelo me atrae, y también allá pertenezco.

 _Rolas_, tras el carrito del dulcero toma la foto oficial del _Barrio_ en la u?ltima rodada del 2013

–Ta’ bueno, ah te paso a buscar a las 7.

–No, mejor te veo en el Parque de La Madre, voy a estar frente al Fantasio, contemplando la luna…

Mérida es romántica por naturaleza, y más mi amiga Michelia.

Durango este año me hizo crecer un poquito, pero de golpe: el paisaje, la vibra y mi casa han influido en mi manera de percibir el amor, mis múltiples oficios, las relaciones, el cine, la bebida, la comida, el sexo, la música y la poesía. De la noche a la mañana me fortalecí anímica/espiritual y literalmente, al grado de que por fin pagué una deuda grande, empecé la producción de un nuevo documental, del que ya tengo un avance en plena promoción,  véanlo: http://vimeo.com/70255428

Por eso le doy al 2013 un grado superior con bombo y platillos, tuba, tololoche, trompetas… Es como si a cada una de las pláticas con mis confidentes especiales le antecediera un redoble, también a los encuentros con mis nuevas amigas, y a las salidas con mi auténtica banda, la del Barrio, con quienes me junto los miércoles, como anoche, que salí a jugar con ellos en la calle… ¡otra vez!, a pedalear cañón.

Además, a la hora de la comida, Zita Barragán la nueva presidenta de la Sociedad de Escritores me tomó protesta como nueva integrante, a mí y a otros nuevos socios (Ismael Lares se ausentó: ahorita regreso, dijo) y me dieron la bienvenida con horchata, no dudo que fuera yucateca; unos minutos antes, además, pacté un proyecto con el músico Enrique Escajeda, así que lo digo a los cuatro vientos: ¡Adiós glorioso 2013! Y a seguir dándole.


Autores
Es autora del libro Premio Casa de las Américas. 50 años – 11 entrevistas, investigación con la que se tituló como antropóloga con especialidad en lingüística y literatura por la Universidad Autónoma de Yucatán. Para 2014 prepara un libro testimonial sobre los contrastes culturales entre Yucatán y Durango, proyecto que surgió por iniciativa del programa Tierra Adentro.