Vicios de origen
Cuando los principales espacios televisivos están coptados por un par de empresas, ¿es posible pensar en producciones que propongan nuevas formas de narrar historias fuera de los modelos ya probados? En la siguiente conversación, Jaime Muñoz de Baena y Rodrigo Ordóñez repasan los principales vicios de la industria de la televisión mexicana y cómo este secuestro afecta los horizontes del nuevo guionismo nacional.
INT. REDACCIÓN DE TIERRA ADENTRO. MAÑANA.
Las computadoras de la redacción de Tierra Adentro están encendidas. En la pantalla de una de ellas se ve un correo electrónico dirigido a JAIME MUÑOZ DE BAENA y RODRIGO ORDÓ- ÑEZ. El reloj marca las once de la mañana.
JOAQUÍN GUILLÉN MÁRQUEZ
Jaime, Rodrigo, muchas gracias por aceptar la invitación para charlar sobre el guionismo, cine y televisión mexicana. Vayamos al punto. ¿Desde dónde escribir guiones? ¿Hacia dónde se dirigen?
INT. CASA DE JAIME. NOCHE.
JAIME prende su computadora, saca un cuaderno con anotaciones y acaricia su barba. En la bandeja de su correo ve el inicio de la conversación que mantendrá con RODRIGO. Decide adelantarse.
JAIME MUÑOZ DE BAENA
Creo que, como herramienta narrativa, el guionismo debe hacerse desde el mismo lugar en el que se escribe un cuento o una novela, partiendo de la decisión de que el guión es el mejor formato para plasmar una idea específica. Como alguien acostumbrado a escribir comedia en cuentos y, sobre todo, como alguien que suele anteponer los elementos humorísticos sobre lo demás, el guión me resulta una gran opción para plasmar ideas en las que la comicidad no funciona del todo si sólo se escribe. Hay cosas que sencillamente no funcionan como texto, pero resultan divertidas utilizando los recursos narrativos del cine o la televisión. Con el tiempo he aprendido a detectar qué ideas y situaciones humorísticas funcionan mejor para un cuento y cuáles tienen el potencial de convertirse en una producción audiovisual (cortometraje, piloto de televisión o sketch).
Es un hecho también que el guión, por tratarse sólo de una de las etapas por las que pasa un producto audiovisual antes de llegar a su audiencia, funciona más como un boceto que como una obra única y completa. Su escritura suele ser un trabajo más colectivo que individual. A diferencia de un cuento o una novela, en los que el producto final comienza a tomar forma desde mucho antes y el camino entre autor y público es más corto y directo, un guión puede pasar por múltiples tratamientos y manos antes de que se grabe una escena. En ocasiones, para cuando una película se termina de editar el producto final ya fue aderezado además por productores, directores, actores y postproductores. Por lo menos para mí, el trabajo de guionista puede resultar un poco frustrante porque siento que no tengo el mismo control creativo que tengo sobre otro tipo de textos.
Y a dónde vamos: el reciente boom en las series de televisión (medio en el que, al contrario del cine, el escritor es considerado el rey) y el surgimiento de nuevas tecnologías, y con ellas nuevos canales de distribución para contenidos (Netflix, YouTube), ha generado y generará aún más demanda de escritores. Eso me entusiasma porque considero que se traducirá, a su vez, en una mayor libertad creativa. Si a lo anterior le sumamos el hecho de que las herramientas para realizar producciones audiovisuales son cada día más accesibles para el ciudadano de a pie, la posibilidad de escribir un guión, conseguir una cámara digital, editar en la computadora y distribuir a través de internet se vuelve más atractiva y acorta la distancia que existe entre el guionista y el espectador.
INT. CASA DE RODRIGO. NOCHE.
Después de cenar, RODRIGO lee la respuesta de JAIME. Prende la televisión y se sienta a escribir.
RODRIGO ORDÓÑEZ
Jaime, me gusta mucho tu respuesta sobre las razones para plasmar una idea usando el guión como vehículo. Por otra parte, el momento en que calificas al guión como un primer boceto ofendería a muchísimos guionistas (a algunos incluso les molesta el uso de la palabra «guionistas» para caracterizarlos). Yo no soy tan susceptible y entiendo el aspecto colaborativo del trabajo del cual hablas; sin embargo, me interesa la reflexión sobre el guionismo como oficio por encima de la idea del guionismo como un ejercicio de expresión personal, que es más abstracta y donde es más difícil llegar a conclusiones.
Está claro que el guión puede surgir básicamente de dos grandes vertientes: un deseo de expresión personal o un encargo ajeno que tiene que ver más con el oficio y con la existencia de una industria. Son pocos, por cierto, los guionistas que pueden ponerse de acuerdo sobre dónde termina uno y empieza otro. Buenos guionistas de nuestro país, como Paula Marcovich, han sostenido que no existe tal cosa como un «trabajo por encargo» porque las experiencias personales y la forma de narrarlas terminan por permear cualquier encargo ajeno. Pero sí creo que la génesis misma del guión parte de un sitio o del otro, aunque durante el proceso la obra personal y la obra por encargo se vuelven indistinguibles.
Me encantaría compartir tu optimismo cuando dices que el guionismo va hacia un sitio mejor, donde la mayor demanda y las mayores posibilidades para hacer una obra audiovisual se traducirán en mayor libertad creativa. Mi experiencia profesional me dice todo lo contrario, cuando menos en el caso de nuestro país. Las ideas originales de los proyectos no parten de los escritores, quienes tienen menos poder a nivel creativo que sus pares en el resto del mundo (y creo que ambos coincidimos en identificar el extraordinario momento por el que pasa la televisión internacional con el empoderamiento del escritor como autor absoluto, que en México está a años luz de darse).
No me gustan las frases lapidarias, pero voy a instigar la conversación con una. Dejando de lado el cine de autor mexicano (y perdón de antemano por recurrir a las etiquetas), que está pasando desde hace tiempo por un momento extraordinario, creo que nuestro mercado de cine industrial y nuestra televisión están en la retaguardia mundial. Dicho de manera clara y sabiendo que existen excepciones, y que, claro, es injusto generalizar, pienso que tenemos uno de los mercados más pobres del mundo en términos de ideas y contenidos. Y no por falta de calidad ni de buenos escritores e historias, ya que todo eso abunda, sino por una serie de razones que nos tienen varados décadas atrás con respecto al resto del mundo. Estas razones, sobre las cuales podría elaborar más adelante, tienen que ver con ideas preconcebidas y falsas verdades que demuestran que los dueños del mercado, ejecutivos y productores que realmente tienen la capacidad y el poder para decidir sobre lo que finalmente se produce, no están corriendo riesgos ni entienden los cambios que están sufriendo las audiencias en sus intereses, sus formas y hábitos de consumo. Tenemos una industria profundamente conservadora que tiende al mínimo riesgo, lo que se traduce en historias y formatos «seguros», insípidos y, las más de las veces, mediocres. Por eso no soy optimista.
INT. CASA DE JAIME. NOCHE.
Han pasado siete días desde que Tierra Adentro mandó la invitación para entablar diálogo. En ese tiempo, JAIME vio XY, serie en la que trabajó RODRIGO.
JAIME
Entiendo el escozor que puede causarle a algunos escritores el término «guionista», pero no lo comparto. Creo que llamarle a alguien guionista es igual que decir que un escritor es novelista, cuentista, dramaturgo, ensayista o poeta. Todos escriben y, al final del día, todos tienen su especialidad. Sé que nunca faltarán los que utilicen el término con cierto desprecio, como si escribir un guión no fuera realmente escribir. Sospecho que esa susceptibilidad que mencionas viene de ahí.
Estoy de acuerdo contigo en llevar la conversación por la vía del guionismo como oficio y creo que, independientemente de si existen o no los guiones por encargo (creo que coincido en que el trabajo y las experiencias personales hacen que hasta el trabajo por encargo se convierta en algo personal), es mejor que hablemos más sobre su evolución en un futuro no muy lejano en nuestro país.
Comparto tu pesimismo en cuanto a los contenidos actuales en México, tanto cinematográficos como televisivos. Yo mismo veo poco cine y tele nacional, son contadas las películas que en verdad me gustan. Hace poco vi por primera vez la película más taquillera de nuestra historia y cuando me enteré de la cantidad de dinero que había metido en taquilla me dieron ganas de echarme a llorar.
No tengo ni de cerca la experiencia que tú tienes en la industria de la televisión, pero he participado en algunos proyectos. Tengo colegas y amigos en el medio y conozco lo difícil y frustrante que puede ser levantar los proyectos, las políticas absurdas, las imposiciones, las arbitrariedades, la mediocridad y el asco que parece darles cualquier idea medianamente innovadora a los productores y a la gente que toma las decisiones. Aun así, y ya me dirás tú si peco de ingenuo, creo que ha habido un cambio, aunque sea pequeño y gradual, en la manera de hacer televisión.
El hecho de que desde hace varios años se hayan producido series de emisión semanal y producciones más al estilo americano, incluso para canales como HBO, y que empresas como Netflix hayan empezado a producir en México, quiere decir que existe un mercado y que la gente a cargo se está dando cuenta. Es un mercado que después de pasar años viendo televisión de paga y consumiendo contenidos de Estados Unidos (más ahora con lo que está disponible en internet), ya no se conforma con telenovelas, programas de concursos, noticieros de chismes y especiales de comedia con señores contando chistes de borrachitos. Sé que no es el grueso de la población y que es un público muy reducido, pero sin duda lo suficientemente atractivo para que los productores apuesten por algo más arriesgado de vez en cuando. Creo que es el mismo público para el que van dirigidas series como XY, de la que fuiste guionista.
Entiendo, como alguien que está dentro, que sientes la resistencia directamente y estás un tanto desencantado pero, ¿no crees que ha habido algún avance?, ¿que esta nueva apertura de espacios y demanda de contenidos genere un incremento en la calidad? Toda proporción guardada, porque su trabajo no requiere ni de cerca el de una producción de televisión, pero, ¿no crees que el éxito que han tenido algunos de estos personajes nacidos en internet, que reciben patrocinios de grandes marcas y que son vistos por millones de personas, demuestra que para hacer cosas cada vez son menos necesarias las grandes televisoras y las empresas de siempre?, ¿no es precisamente ésta una manera de librarse de la falta de visión de los productores conservadores y empezar a generar contenidos de mayor calidad con total libertad creativa?
Como tú mismo dijiste, el talento y las ideas están ahí. Lo que falta es gente dispuesta a arriesgarse y nuevos espacios. Creo que esos espacios se están abriendo.
INT. CASA DE RODRIGO. NOCHE.
RODRIGO se sienta ante su computadora. Lee la respuesta de JAIME. Responde.
RODRIGO
Debería matizar mi pesimismo. Con suerte estamos al final de un modelo. Por fuerza y necesidad las cosas cambian. Ahora se hace más, pero más de lo mismo.
La ficción en la web, por ejemplo, tiene una limitante evidentemente presupuestal, como la tienen casi todos los formatos alternos a la telenovela o la teleserie. Tenemos una industria que basa su modelo de negocios y su sustentabilidad en el volumen, en la producción en serie de muchas horas de producción original donde se reutilizan espacios, personajes y conflictos hasta la saciedad, dando como resultado que estos formatos se caractericen por su endogamia, por la verbalización de los emociones y por los conflictos, a falta de otros recursos narrativos. La televisión mexicana se escribe para ajustarse a esta realidad y a esta necesidad; se escribe, además, a un ritmo vertiginoso que va contra el rigor. Por estas razones de mercado, el formato semanal ha nacido prácticamente muerto de cuna en México. Y la alternativa local que ha surgido como una suerte de híbrido entre la serie y la telenovela, que llaman «teleserie», es mejor en términos de calidad porque la historia no se estira tan artificial ni artificiosamente, pero no llega, desde luego, a la calidad de la serie.
Respondiendo a otra de tus inquietudes, me he topado, y me parece curioso, con que las trasnacionales, a su llegada a la producción local, parecen contagiarse de los vicios de origen nacionales en aras de encajar y complacer al público. Al «tropicalizarse», terminamos con el resultado de que su producto trate más de parecerse al de aquí (en formatos, temáticas y contenidos), que lo que el producto de aquí trata de parecerse al de allá.
Pero la realidad es que la mayoría de las pantallas no desean ser diferentes por mucho que lo proclamen. En general tratan de imitar los modelos de negocio y de producción de las empresas más grandes y, en lugar de guiarse por la innovación, apuestan por ser una copia pobre de sus competidoras.
El denominador común de las pantallas, por ahora, es que no buscan ideas originales de los escritores (vamos, ni les preguntan qué tienen guardado en el cajón), ni las historias y los mundos que quieran contar. En la mayoría de los casos, como es bien sabido, se recurre a los remakes y las adaptaciones de los formatos probados. Y cuando sí se desarrolla una idea original, ésta suele partir de los ejecutivos, los productores o incluso de los actores. Se parte de ideas muy puntuales, de anécdotas y de ocurrencias, pero no de material dramático. Los productores venden un momento o una caracterización sobre la cual hay que sostener un determinado número de horas que quién sabe de qué se vayan a tratar. Esta semilla envenenada muchas veces es suficiente para que desemboque en un proyecto fallido, pese a los esfuerzos y las buenas intenciones de los escritores y de todo el equipo creativo involucrado. Los vicios de origen se propagan y contaminan el proyecto. Al empezar los procesos de esa manera, se termina con ensaladas de ideas, con criaturas sin cohesión y sin personalidad que carecen de una voz autoral definida y vigorosa, que sí tiene la buena televisión.
INT. REDACCIÓN DE TIERRA ADENTRO. TARDE.
Después de leer toda la conversación, y de darse cuenta de que sus interlocutores sólo responden de noche, JOAQUÍN comparte un artículo que apareció en Proceso un par de días antes.
JOAQUÍN
De unos años para acá, la televisión dejó de ser el medio y pasó a ser un género, como lo demuestra el que sigamos pensando en series transmitidas exclusivamente por internet (Orange is the New Black y House of Cards). Si lo acompañamos de la idea de que estamos en la era de la televisión de autor (True Detective, Mad Men, Community, Breaking Bad) no hay forma de negar que, en efecto, estamos en la retaguardia. Ya lo dice el artículo de Proceso, «La agónica muerte de Chabelo», y aquí mismo lo apuntó Jaime: el público mexicano quiere más, pero sería un error pensar que la ficción televisiva mexicana es lo único que está en juego. ¿Qué hay de este culto a la personalidad que las televisoras promueven con actores, actrices, políticos? ¿Cómo migra la televisión mexicana sin todos los vicios que menciona Rodrigo? Aparte de la serie que está produciendo Netflix con Alazraki Entertainment, Club de cuervos, ¿hay otros intentos de escribir televisión que preocupe a Televisa y TV Azteca?
INT. CASA DE RODRIGO. NOCHE.
RODRIGO lee el artículo de Proceso, repasa los comentarios de JAIME y apaga la televisión.
RODRIGO
Esperemos que en algún momento la televisión de autor nos alcance. Será interesante lo que los autores mexicanos puedan generar con su creatividad y su talento, aun con los límites presupuestales, que no se comparan con los de otras latitudes. Pero si somos capaces de darle la vuelta a estas limitantes, como se ha hecho en el cine, deberíamos atravesar por una transición prometedora.
No sé si a estas alturas una serie de contenidos preocupe o le quite el sueño a las grandes televisoras. La migración de los públicos y anunciantes es lo que creo que los debe tener ocupados. Incluso parece que la posibilidad de mayor competencia es un hecho que llega demasiado tarde cuando ya estamos lidiando con la penetración del internet, la tele de paga y los servicios de streaming. Ya no existe un público único y mayoritario. Incluso las trasnacionales estadounidenses, más ricas que nunca gracias a la globalización, tienen años de haberlo entendido: hay nichos y se debe de producir para todos sin desviarse y traicionarse por querer atrapar a un público más grande. Esta es una idea de difícil penetración en un país donde siempre han reinado los monopolios, pero es lo primero que deben aceptar si quieren modernizarse.
Uno de los problemas asociados a esto es que en México no tenemos otros parámetros de validación para el éxito de un proyecto. A nadie le importa si está bien escrito, actuado o dirigido. Tenemos rating, un número frío, tramposo, inexacto y mal medido que en México no se convierte en público por quién sabe qué razón. Tampoco tenemos una crítica especializada amplia ni premios respetables. ¿Cómo medir entonces el valor de nuestras producciones independientes más allá de un número que no dice nada? ¿Cómo medir su impacto cuantitativo si el público puede estar consumiendo en el streaming o en la piratería física? Bajo el régimen de un número único, y sin otros parámetros para reconocer su valor, grandes productos de la tele internacional pudieron no haber sobrevivido a sus primeros capítulos.
INT. CASA DE JAIME. MADRUGADA.
Apenado, JAIME nota que se le juntaron dos correos electrónicos. Lee las preguntas y respuestas en su celular. Decide no esperar a mañana para contestar.
JAIME
En cuestión de presupuesto hay un mundo de diferencia entre las producciones televisivas y las producciones web, pero aun así son prueba de que se puede trabajar fuera del sistema, tener éxito y una audiencia grande. Creo que es un medio con mucho futuro. El hecho de que las televisoras se hayan acercado a ofrecerles contrato a Werevertumorro o Chumel Torres (que podrán gustarnos o no, pero tienen un público enorme), lo demuestra. En cuanto a las teleseries, coincido en que están ligeramente arriba de la telenovela en cuestión de calidad, pero es imposible que ofrezcan más con ese ritmo vertiginoso de escritura y producción de los que hablas. Me queda claro que la industria funciona más como maquiladora taiwanesa que como una verdadera generadora de contenidos e ideas originales.
Me gustaría profundizar un poco en esos vicios de la producción local que mencionas. Hablas de la manera en la que se gestan las ideas y parece que el problema principal con el medio es el hecho de que las ideas provienen de los productores y no de los escritores, convirtiendo a los segundos en una suerte de copistas que hacen lo mejor que pueden con el material que reciben. Pienso en las telenovelas, producto insignia de la televisión mexicana, en las que los productores (Ernesto Alonso, Juan Osorio, Rosy Ocampo) son los que se llevan el crédito principal, y los escritores suelen ser unos perfectos desconocidos. Recuerdo que antes de empezar a hacer mis pininos con la escritura, estuve trabajando como editor en una productora dedicada a generar contenidos para marcas y televisoras, y el 90% de las ideas que desarrollamos (la mayoría malonas y gastadas, por cierto) provenían del productor, que antes que como creativo pensaba como hombre de negocios. Si no era una ocurrencia que no daba para mucho, era alguna idea ya probada en el extranjero. Siempre me llamó la atención que hasta ese momento se contrataba a un guionista, en vez de buscarlo antes para que él generara las propuestas. La mayoría de las ideas provienen de gente que no tiene la sensibilidad para contar historias y que prefiere darle prioridad al volumen y al negocio. Te pregunto, ¿qué consideras que es lo que ha propiciado esta situación?, ¿en qué momento se convirtieron los productores en estas figuras omnipotentes y omnipresentes detrás de los proyectos?, ¿por qué no tenemos ni siquiera algo parecido a la «telenovela de autor»?, ¿podemos concluir a partir de esto que el mero empoderamiento de los escritores traería consigo un cambio significativo en la manera en que se trabaja o existen otros factores que seguirían entorpeciendo su trabajo, como los presupuestos?
Respecto al artículo de Proceso que menciona Joaquín, me parece que sustenta un poco mi optimismo respecto al futuro de la televisión en los medios digitales. Efectivamente, en México vamos lento, pero el cambio es inevitable. Es un hecho que la gente con acceso a internet ve menos televisión tradicional, a menos que se trate de eventos deportivos o en vivo, como lo menciona el texto. De nuevo quiero ser optimista, pero por más opciones que aparezcan, este tipo de prácticas no se acabarán mientras los medios estén en manos de dos o tres empresarios. Quiero pensar que con el fin de los monopolios televisivos se va a acabar esta situación, pero temo que en este país siempre va a haber alguna especie de monopolio en cualquier medio.
INT. CASA DE RODRIGO. TARDE.
RODRIGO y JAIME reciben un correo en el que se anuncia que la conversación debe finalizar. RODRIGO ve su reloj. Es la hora de la comida, pero prefiere terminar el ejercicio.
RODRIGO
El mundo de la televisión mexicana es tradicionalmente feudal, conservador, de cotos de poder y de prácticas tan añejas como las exclusividades y los vetos. En términos de contenidos, la televisión abierta, aquí y en el resto del mundo, no puede competir con la televisión de paga. La televisión mexicana tendrá que evolucionar en sus contenidos y formatos o resignarse a ser marginal e irrelevante. El empoderamiento y la confianza en el escritor es una herramienta indispensable para que esta evolución suceda. No es cuestión de egos: los guionistas no trabajamos solos, sin escuchar todo tipo de opiniones. Estamos acostumbrados a la colaboración, la interacción y la confrontación de ideas. Los guionistas no deseamos poder para sentirnos importantes ni para ejercerlo sobre los otros. Se trata de revertir una situación jerárquica para evolucionar; se trata, en última instancia, de que los proyectos tengan una dirección sensata, coherente y consistente, todo proporcionado por la voz de aquellos que conocemos mejor las entrañas de la televisión.
INT. CASA DE JAIME. TARDE.
JAIME lee el último correo de RODRIGO.
JAIME
Sé que muchos de los defectos, mañas y vicios de la industria tienen más que ver con las políticas monopólicas de las empresas y con sus intereses externos que con los productores, pero definitivamente el modelo de jerarquías no funciona para generar contenidos que valgan la pena. Mientras los productores sigan siendo esas figuras omnipotentes dentro de los proyectos y se siga relegando al escritor a un papel desechable e intercambiable, el panorama seguirá siendo desalentador. Sigo pensando que la apertura de nuevos medios y canales de distribución puede generar ese gran cambio en los métodos de trabajo, ya sea forzando a la televisión abierta tradicional a reinventarse para seguir compitiendo o, como apunta Rodrigo, volviéndola completamente irrelevante. Veo difícil que una empresa del tamaño y las características de Televisa cambie pronto sus sistemas de producción, por eso creo que el empoderamiento del escritor podría darse en estos nuevos canales, con proyectos nacidos de escritores, dirigidos a un público específico y trabajados en conjunto con un productor, sin pretender gustarle a todo el mundo. Creo que cualquiera que se dedique al guionismo ha soñado con el día en que podrá escribir y realizar esos proyectos que por medio de la televisión tradicional es imposible producir. Soy optimista porque creo que aunque los nuevos medios no serán el paraíso, definitivamente sí ofrecerán mayor libertad creativa y serán una zona relativamente libre de todos los vicios que dominan a la televisión actual. El cambio es lento y, cierto, vamos a la retaguardia, pero estoy seguro de que lo vamos a alcanzar.