La pérdida de voluntad en el agua: Una conversación con Alan Valdez
Aún no me puedo imaginar un mundo en el que no exista el sentido de la vista. Cuando pienso en los ojos, pienso en su potencial para leer y hacer fotos. Lo pienso ahora mismo al escribir y revisar lo que he escrito. Y creo que lo pensé aún más cuando imaginaba cómo se construye la poesía con imágenes hechas por palabras.
Hace algunos meses le escribí a Alan Valdez para poder platicar sobre su libro La pérdida de voluntad en el agua, que ganó el premio de poesía Elías Nandino 2020 y que es publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro. Lo que recibí en ese momento fue la noticia de que Alan estaría indispuesto por algún tiempo, debido a una complicación en los ojos que debía atender de manera urgente.
Cuando pudimos vernos, me parece que la conversación inició precisamente con la importancia de mirar para alguien que escribe, para los que leen, y para los que hacemos fotos. Sin embargo, es importante no olvidar que es el sonido lo que impera. Las prosas brutales que atrapan son sonoras, dice Alan. No se piensan de manera separada el sentido y el sonido.
Hace un tiempo que tengo cierto desencanto con la escena de los poetas de mi generación. Sin generalizar, por supuesto, pero he visto a más gente hablar de su propia poesía como un logro que a gente hablando sobre esos poemas. A veces son como gritos desesperados por ser escuchados, entre todas las causas y todos los motivos, pero muchas veces laxos y sin formas.
Algo que, por cierto, me da la impresión que no solo ocurre entre poetas. Por ello, al encontrarme con La pérdida de voluntad en el agua, sentí una enorme satisfacción al estar frente a un libro híbrido, de forma libre, que a veces es verso y a veces es prosa, y recuperó en mí cierto optimismo hacia mi generación.
Le extendí a Alan mi preocupación por lo efímero de mucha de la literatura contemporánea y su respuesta no solo fue lúcida sino esperanzadora.
AV: Como en todo momento histórico que está en una transición, siempre se discuten parámetros importantes. Si lo revisamos, estamos en la infancia del siglo XXI, y eso quiere decir que tenemos los vicios de nuestros papás, le debemos mucho –bueno y malo– al siglo XX. Para discutir sobre la literatura y sus formas, desde que inició el siglo XX, la poesía buscó irrumpir con las vanguardias todo el tiempo, transgredirse: el surrealismo, el dadaísmo. Un constante destruir las formas y fundar nuevas.
Luego hubo un periodo entre guerras, y al tratar de entender qué estaba pasando, la balanza caía hacia el sentido más que otra cosa. Imaginemos un siglo que estuvo tan peleado con tratar de canonizarse, llegamos al siglo XXI cansados. Cómo más te reinventas. ¿Y qué pasa con todo ese cansancio? Pues que relativizamos todo. Y la relativización es importante porque te permite fundar identidades donde antes no las había pero también se vuelve muy laxo para otras cosas, como dice Bauman, todo se vuelve Líquido.
Si todo es líquido, no se puede contener y no tiene forma, todo se vale. Pero si todo se vale, entonces no hay nada. Así que, esa forma laxa que identificas en la poesía, se debe a que no hay una forma que regule nada. Por un lado está bien, porque eso permite que un montón de voces que hoy no hubieran tenido vigencia, la tengan, pero al mismo tiempo tanta multiplicidad se transforma en nada, en oscuridad. Esto ha ocurrido en todos lo momento de de la historia, pasó en el Renacimiento, y en el cambio del Neoclásico al romanticismo, está pasando ahorita. Lo interesante es que lo estamos viviendo ahora y muy pocas veces nos toca observarlo.
VB: Sobre tu libro, creo que me interesa mucho destacar que se mantiene alejado de una forma, de una causa, y es más bien un libro que está sucediendo desde un lugar honesto y atemporal.
AV: Sobre esto, creo que cuando lo reflexioné me di cuenta, después de haberlo escrito, que es un libro anterior a esta época. Sentí que mi poesía era una poesía un poco más vieja, que no dialogaba con mis contemporáneos sino con mis antecesores, y eso quizás me sesgaba de mostrarme vigente. Sé que no me importa mucho eso, no intenté estar en la discusión de la poesía contemporánea. Aunque también me di cuenta de que este formato híbrido en el que escribí el libro, es al mismo tiempo la cosa más vigente en la literatura.
VB: Pienso que un elemento importante de tu libro es el largo aliento con el que se escribe poesía. Es la antítesis de lo que sucede con la poesía de Instagram, las frases subrayables y la poesía en tuits.
AV: Ese tema me parece súper interesante porque pareciera que ya no estamos acostumbrados a leer con el tiempo muy dilatado. Hay métricas en las páginas donde te dice cuánto tiempo vas a tardar en leer un artículo. Entonces pareciera que queremos las cosas inmediatas y compactas, pero significativas.
VB: Hay gente que entiende al mundo en esa dinámica y produce poesía compacta e inmediata.
AV: Se necesita tiempo para ver. Una pausa del mundo para poder escribir, y esa pausa del mundo obviamente no la puedes tener con un trabajo de 9 a 5pm. Con esto no quiero decir que es mejor ser artista, al contrario, a veces envidio la estabilidad de los trabajos de 9 a 5, pero son dos tipos de aproximaciones a una misma cosa: no están en competencia. Y de eso tiene culpa el hecho de ver al arte como algo elitista, porque ¿quién tiene tiempo para poder escribir o hacer arte?
VB: ¿Y cómo ves el escenario de la poesía contemporánea en este momento?
AV: La transición sí está ocurriendo, pero no va a ser tan rápida como creemos. En la literatura eso se observa. Me acuerdo que hace 10 años hablar de cosas más cotidianas era lo más pop. Se había reducido la distancia con la poesía estudiada por la academia y con los universitarios que estaban pensando en salirse de esos discursos rígidos, suponiendo que la poesía tenía espacio para cosas más banales y ahí convertirlas en no banales. Pero como ocurre con cualquier cosa, el mundo se comió eso. Los movimientos emergentes se los comen, se asimilan. Hablar de memes sacaba de pedo a la gente, y hoy en día está tan asimilado que no está siendo vanguardista.
¿Dónde esta el peso, el gran acierto, de lo que haces? No lo sé, quizá mi único faro es que no te puedes pelear con esta realidad, pero sí puedes tratar de ser lo más honesto que te sea posible. Suena a lugar común y quizás lo sea, pero también tiene algo de verdad, porque los lugares comunes tienen algo de verdad. Si tu discurso es impostado por estar respondiendo a la presión discursiva de afuera, lo mismo que le pasa a lo de afuera le va a pasar a tu trabajo: se diluye. Tienes que ser congruente contigo.
No había leído autores de mi generación con quien comulgara en estas ideas plasmadas en su trabajo como ocurrió con Alan y La pérdida de voluntad en el agua. Creo que, sin duda, este hallazgo revira el barco de lo que hacemos, en la transición que atravesamos los artistas que crecemos con este siglo.