Veracruz es un ensayo
Titulo: Antología del ensayo literario veracruzano 1950-2010
Autor: Julián Osorno y Rodolfo Mendoza (compiladores)
Editorial: Gobierno del Estado de Veracruz
Lugar y Año: México, 2014
“América es un ensayo”, amaba decir con agudeza Germán Arciniegas, quien explica que al igual que América, el ensayo posee un carácter problemático, indagador, y se presenta como un reto a todo conocimiento ya adquirido y custodiado en los templos de la tradición, como un desafío “a la inteligencia humana”. Y, como América, hace alarde de una identidad multifacética, heterogénea, proteica, incluyente, acogedora, y se perfila como un discurso que nunca se pretende definitivo, pues aspira a involucrarse en el diálogo de la cultura universal y a participar en la génesis de nuevas preguntas y aventuras del saber.
Creo que no estarán en desacuerdo si afirmo que, en México, hay muy pocas regiones que puedan presumir una identidad tan exquisitamente americana, como nuestro Veracruz, punto de contacto entre mundos distantes. Desde la llegada de los españoles, Veracruz ha sido el escenario y el testigo de cómo el hombre americano, nacido con ese encuentro, se ha encarado a la Historia, ensayándose en el sorprendente espacio de América. Su territorio, exterminado y redundante, se ha convertido en uno de los principales escenarios de la configuración de una identidad nueva, punto de amalgama (no siempre pacífico) entre diferentes culturas.
Hablo por experiencia directa. Llegué a Veracruz hace más de quince y siento que en su tierra se entreteje un universo que me da la posibilidad de ensayarme en todo tipo de situación. En Papantla, por ejemplo, me experimenté con el ropaje aventuroso del antropólogo interesado en cuestiones de magia y brujería, aunque luego dejé atrás esta crisálida para asimilarme al universo que antes quería estudiar. Tuve la suerte de ser adoptado por una familia autóctona, gente sencilla, generosa, que me honró con los dulces calificativos de hijo, de hermano y, obviamente, de compadre, y me enseñó a agradecerlo pronunciando con orgullo la frase: ak’ tutunaku (“yo soy totonaco”). Lo mismo me ha pasado en Xalapa, donde la vida me ha dado chance de ensayarme como estudiante, profesor, pizzero, un pésimo broker de inversiones, guitarrista en los camiones y gurú de un grupo de meditación.
Lo anterior me lleva a preguntarme si Veracruz es uno de los espejos donde mejor se refleja el rostro de América. ¿Es Veracruz un ensayo? La Antología del ensayo literario veracruzano, realizada por Rodolfo Mendoza y Julián González, me impulsa a responder que sí. En sus páginas, los compiladores trazan un mapa que incluye a los principales ensayistas “veracruzanos” de las últimas décadas, dando fe de un panorama literario e intelectual sumamente vivo, reactivo y audaz.
Entre las principales cualidades de la obra, me gustaría señalar que es posible vislumbrar un reflejo de la personalidad de Julián Osorno y Rodolfo Mendoza, dos grandes expertos de la literatura veracruzana y universal, quienes se dejaron guiar por su asombro y gusto de lectores, otorgándole la preferencia a aquellos textos que supieran conjugar la reflexión con el cuidado estético de la escritura. Gracias a esta labor, se antologaron los textos de escritores, artistas e intelectuales que, en los últimos sesenta años, no sólo han dado renombre al arte y a la cultura veracruzana, también han participado activamente (al menos la mayoría) en la formación de nuevas generaciones de pensadores y creadores, aceptando la misión de la docencia, ejercida en los salones de nuestra alma mater, la Universidad Veracruzana.
Me gustaría destacar los trabajos de dos jóvenes autores, Magali Velasco (1975) y Alfonso Colorado (1971), quienes ofrecen valiosas visiones de las innumerables posibilidades que la escritura ensayística tiene a su alcance, haciendo hincapié en su naturaleza de metáfora que, a la vez, se sedimenta en el tiempo y se sabe sin fin (“Ensayando el caos: apuntes para una fenomenología del ensayo”, de Velasco); y en su carácter asistemático, que la convierte en un poderoso alimento para las disciplinas científicas y para la creación artística (“Notas”, de Colorado). Junto con estas prometedoras realidades del ensayo, también me gustaría evocar los trabajos de dos figuras totémicas de Veracruz: “Algunas ideas sobre la composición dramática”, de Emilio Carballido y “Formas de Gao Xingjan”, de Sergio Pitol.
En el primero, Carbadillo reflexiona sobre el teatro y el arte en general. Nos inicia a los secretos que hacen posible la conversión de un aspirante en un verdadero artista: la curiosidad, la pasión, el empeño constante y, naturalmente, la frecuentación de la escritura, considerada como una palestra donde un aprendiz de las musas puede comenzar a dar forma a sus proyectos y a sus sueños. El segundo nos lleva al corazón mismo de la estética de Pitol, la cual se hace concreta mediante una visión del Templo del Cielo de Beijing. Esta asombrosa obra arquitectónica, que el autor describe como “la victoria absoluta de la armonía sobre el caos”, se yergue en el texto como una radiante contraparte de las atrocidades cometidas por el régimen chino, mostrándonos cómo la reflexión ensayística oscila de lo ligero a lo comprometido, de lo personal a lo público, de lo estético a lo ético, configurándose como una voz partidaria de los valores de la tolerancia, del respeto y del humanismo, y refractaria a todo tipo de violencia, de imposición y de poder.
El ejemplo de Pitol, nacido en Puebla y, sin embargo, veracruzano al cien por ciento, me permite destacar otra cualidad de esta antología: la capacidad de hacer propio el espíritu de inclusión que es típico del ensayo, su naturaleza cosmopolita, admitiendo en su interior no sólo a los autores veracruzanos por nacimiento, sino a los que lo son por adopción o por elección, porque la vida los ha llevado a crecer, a formarse o a escribir en Veracruz. A tal propósito, me gustaría concluir con una broma al estilo de Pulcinella, la máscara de la comedia napolitana cuyas chanzas siempre esconden una verdad: confieso mi sueño de ser uno de los ensayistas veracruzanos que entrarán en las futuras ediciones de esta importante obra. Para que no me agarren desprevenido, ya he empezado a ensayar la ficha de presentación. Creo que debería comenzar así: Riccardo Pace, Papantla de Olarte, 14 de febrero de 1975…