Tierra Adentro

Pulso vital y de muerte, la lente de Jesús León relata las andanzas por una urbe contradictoria. Crecido en la Doctores, León aprendió de la calle, de los cines, de ligues ilícitos que culminaron en los separos. Es hoy uno de los exponentes más importantes de la fotografía en México. Su obra es testimonio de la vida nocturna: lo que la vigilia no quiere ver, reconocer, asimilar o incluso imaginar. Como escribe Carlos Monsiváis, en sus reflexiones sobre la vida nocturna en el entonces Distrito Federal: “los sobrevivientes del viaje hacia el fin de la noche quieren acción, y únicamente la cruda o el coraje de haber sido asaltados los conduce a la zona del arrepentimiento”.1 Gadamer, por su parte, entendió la fiesta como un espacio de relevancia histórica y política: “Saber celebrar es un arte. Y en él nos superan ampliamente los tiempos antiguos y las culturas primitivas”.2

El de Jesús, es el periplo de un flâneur de la noche. Por retomar el término de Vicente Quirarte, el citámbulo, el vago con oficio, el cazador de imágenes.3 Sus fotografías contienen una pulsión escópica, desaforada y barroca, un barroco propio de la Doctores; de arquitecturas desiguales;  altares a la Virgen del Tepeyac, y a la Santa Muerte. Sus paseos se remontan a 1985. El fotógrafo cuenta que el edificio donde vivía colapsó, obligando a su familia a mudarse a otro estado, por lo que pidió asilo a sus vecinos y se quedó a vivir con ellos en la colonia Roma, donde persistía el olor a cadáveres (la foto un becerro degollado en la basura entre cajas de huevo El Calvario resulta significativa para explicar aquella mirada que se ha entrenado para hallar la belleza en la desolación circundante). Lo mortuorio y lo fúnebre convive con cuerpos exultantes, rebosantes de deseo, acongojados en ese muero porque no muero.

Son las piezas del rompecabezas de la vida crepuscular, la “caja negra” tras el desastre. En ocasiones, la fiesta se aborda desde sus residuos, reiterando la punzante sensación de que la existencia es corta y los placeres largos. Las sobras de la cena —cáscaras, corchos, encurtidos— conforman naturalezas muertas o bodegones. Se trata de la vanitas, tópico antiquísimo de múltiples significados. Por un lado, representa el desengaño frente al mundo de las apariencias; por otro, simboliza la aplastante brevedad de nuestra existencia y la aceptación plena del presente.4 Y este arte de la transitoriedad que hace del cráneo uno de sus elementos decisivos en numerosas pinturas y grabados, ¿acaso no contrasta con la personalidad del fotógrafo mismo, quien tiene la habilidad de aguantar una borrachera tras otra y disimular con ingenio su edad?

Las fotos de León evocan el arte barroco a través de gestos dolorosos y ectásicos. En ellas, gran parte de sus modelos posan bajo el influjo de las drogas. Pero la efímera sensación de inmortalidad que experimentan se desvanece al volver solas a casa, derrotadas y con el maquillaje descorrido, si es que logran llegar. Ahí está, por ejemplo, el retrato de Minni (años antes de comenzar a travestirse). Si a estas fotografías las envuelve la euforia nocturna, también las rodea cierto glamour aberrante.

Por allá del 2012 apenas tenía conocimiento de Jesús León. Ambos ignorábamos las circunstancias afectivas que hilaban nuestras vidas, no sé si fatalmente. ¡Ingenuo de mí! Pensaba que su trabajo, compilado en una cuenta de blog, era el de un paparazzi que iba a fiestas demasiado exclusivas o subterráneas como para que un bicho raro como yo siquiera pudiera ser invitado. Más tarde, al contarle mis impresiones, dicho término no le ofendió, acaso porque sus dos héroes: Arthur Fellig Weegee, el ucraniano, y en el caso nacional, el gran maestro de la nota roja, Enrique Metinides; fueron, muy a su manera, paparazzis especializados en la tragedia urbana y de los desastres mortales. (En una imagen, la muerte reviste un tono festivo con un féretro tapizado de rosa mexicano. En otra, la muerte tiene como telón de fondo el rosa característico de Luis Barragán.)

Ahora que he podido identificar e incluso conocer a más de una de sus modelos, advierto que la obra de Jesús es un flujo de afectos, recuerdos, amores y anécdotas. Bitácora de una vida nocturna a la que la pandemia hizo que se le rompiera el tacón mientras caminaba con altivez. Como no había de otra en aquel periodo, el fotógrafo se dedicó a grabar sus recorridos solitarios en bicicleta en una capital dramáticamente vacía.

La vida nocturna se transforma;  las políticas públicas, la moral y el gobierno en turno modulan la manera en la que la población desfoga sus bajos instintos a partir de cierta hora. Pero decir que la noche consiste en mero consumo y hedonismo sería soslayar el hecho de que la fauna nocturna aglutina un sinnúmero de empleos: la DJ, la drag, el mesero, el cadenero engreído y el técnico diestro que enrolla los cables. Jesús, sin duda, reúne a su propia comunidad en su librería, donde desfilan fotógrafas y gestoras trans como: Rojo Génesis o Kendall Shanti; o las gemelas DJ Jimena Renata Bernot y, las Cosmic Flowers, que pinchan en varios clubs su envidiable colección de vinilos, por mencionar algunos nombres.

Los ideales de universalidad asociados al concepto de “celebridad” son subvertidos.  Por el contrario, la selección de retratades implica otro tipo de fama, acaso una de boca en boca, al tratarse de personajes que gravitan en lo underground y la contracultura. Figuras cuyo culto se construye por quienes se adentran en la vida nocturna y sus misterios, del legendario músico callejero conocido como el Muertho de Tijuana, a la cantante a la cantante Ángel Ballesteros, vocalista del grupo de neoperreo y cyber-emo Meth Math. La que sabe, sabe.

A la manera de R. W. Fassbinder, director alemán que seleccionaba para sus primeras películas a intérpretes sin formación previa, la cámara tiene el potencial de erigir estrellas fugaces desde el encanto de lo cotidiano, con una clara tendencia hacia lo femenino. En The Culture of Queers, Richard Dyer advierte que Fassbinder planteó su propia política sexual mediante dos tradiciones de belleza: una convencional; la otra, como se aprecia en las revistas Midi-Minuit Fantastique, exaltan la belleza del dolor o la fealdad.5 No obstante, aquí no se puede hablar de fealdad: todas estas criaturas noctámbulas son bellas, al menos de noche.6 Jesús resume su proceso creativo de la siguiente forma: “Tenemos el maquillaje, las drogas y la cámara lista; solo basta gritar ¡acción!”

Figuras recurrentes en la revista Caras son captadas en su cruda fastuosidad; en otros casos, los cuerpos declaran un gesto de resistencia, como es el caso de los retratos de la jarochilanga Ali Gua Gua -dj y guitarrista de Las Ultrasónicas-. La pose subversiva de sus retratades, donde la mujer cis o trans adopta rasgos hombrunos, o viceversa, (quizá la fusión de ambos en consonancia con las ideas de Camille Paglia en torno a la androginia) evoca el lenguaje camp, de aquella heroína de Gore Vidal que, en la línea inaugural de su novela, proclama “I am Myra Breckinridge whom no man will ever possess!7

De acuerdo con Arturo Delgado, -promotor, curador y fundador de Almanaque Fotográfica– la obra de León “trabaja con la conciencia del documentalista para distorsionarla a su voluntad”. Delgado añade que la fotografía a inicios del siglo presente padeció transformaciones, debido a la asimilación de los neo-conceptualismos y el auge del neoliberalismo; a la par de la democratización digital y la hegemonía nefanda de las redes sociales. Lo anterior desencadenó “el anquilosamiento del rigor y la composición del momento decisivo”, dando como resultado prácticas fotográficas más acordes al presente, superando los anticuados paradigmas de la fotografía documental de corte social, predominante en México por tantas décadas.8 Por último, destaca la destreza de León para generar “complicidad”: esa habilidad tan suya para escenificar fotos en plena fiesta, persiguiendo el artificio, el close-up dramático, el encuadre salvaje, la atmósfera orgiástica que impone el desafío de aprehender cuerpos en permanente movimiento.9

Además de su inspiración cinematográfica, estas fotos poseen un alto grado de teatralidad. No por nada la directora de la Opéra National de París contactó a León para incluir su trabajo en el libreto del montaje de Salomé de Richard Strauss, durante la temporada 2022-2023. Mito de sucesivas reinterpretaciones a lo largo de la historia, Salomé resurgió con estrépito en el XIX a partir de la versión de Oscar Wilde, acompañada de los grabados de Aubrey Beardsley, quienes dieron vida a una fémina insaciable y vengativa, como pocas en la literatura: I am thirsty for thy beauty; I am hungry for thy body; and neither wine nor fruits can appease my desire.10 Salomé, escribe Cristina Peri-Rossi “es la encarnación de la seducción sexual narcisista y sádica”.11 Así, los retratos de Vida (ed. Patrick Frey, 2018) sirven de inspiración e intertextos posmodernos, como es la imagen de un potencial beso de tres (Karin, Vicky y Zemmoa).

En el 2022, con ayuda de Carlos, -su pareja desde hace más de tres décadas- León fundó la librería Chino, donde presenta casi una vez a la semana publicaciones independientes. Ha sido un espacio de difusión y reflexión sobre las artes, de los pocos en su especie que resisten hoy en la Ciudad. Y, si la confesión me lo permite, ha sido también un espacio de desmadre y sexodisidencia. Diría, incluso, de clandestinidad: de viejos taumaturgos y turistas errabundas que se acercan a chelear; de fiestas que ni la policía ha podido tumbar al cerrarse la cortina metálica, a menos que un alma valerosa se salga a razonar con la tira. Recuerdo ocasiones en las que ha sido tan alto el volumen y tan alta la concurrencia que los polis acaban por resignarse y se van sin su respectiva mochada.

Recuerdo también cierta noche de octubre, durante una transmisión de Montez Press Radio, cuando Jesús se sentó a conversar con Mauricio Guillén, artista y cineasta mexicano largo tiempo radicado en Londres. La charla, que inicialmente trataría sobre la cancelación, afortunadamente cambió de rumbo, y se transformó en una velada dedicada a la poesía y al acto creador. Fue una velada de dandismo, de culto a la conversación con particular énfasis en la vestimenta. Guillén amenizó con una brillante selección musical mientras tomaban vino: Rinsed de Dean Blunt, Dialogando de Alessandro Alessandroni, y los alaridos sadomasoquistas de la olvidada banda punk Los Desechables con su tema El maestro.

Las fotos de León —en alusión a Novalis— son himnos a la noche. En cada flash captura el contrarrelato marginal de una metrópolis ecléctica, absurda, macabra. Nuestra Ciudad de México, movilizada por el ruido, el caos, la desigualdad, la corrupción, la gentrificación de mierda, ¡cuánta belleza y cuánto horror! Crónica de bodegones sombríos y seres vampirescos, sus imágenes desafían los sistemas morales de nuestra sociedad -la cual tiende a ser bastante conservadora- incluso en aquellos círculos que se sienten más “progres”. Jesús León hace del tabú y la oscuridad, sus temas predilectos; y en aquel mundo de ilusiones, el espectador desengañado, logra extraviarse hasta las primeras horas del amanecer… 

cdmx – 18/3/2024

  1. Carlos Monsiváis, “La noche popular: paseos, riesgos, júbilos, necesidades orgánicas, tensiones, especies antiguas y recientes, descargas anímicas en forma de coreografías”, Que se abra esa puerta. Crónicas y ensayos sobre la diversidad sexual, México, Fondo de Cultura Económica, 2023, 244.
  2. Hans-Georg Gadamer, La actualidad de lo bello. El arte como juego, símbolo y fiesta, trad. Antonio Gómez Ramos, Barcelona, Ediciones Paidós, 1991, 47.
  3. Vicente Quirarte, Amor de ciudad grande, México, Fondo de Cultura Económica; Universidad Nacional Autónoma de México, 2013, 197.
  4. Ver Luis Vives Ferrándiz-Sánchez, Vanitas. Retórica visual de la mirada, Madrid, Ediciones Encuentro, 2011.
  5. Richard Dyer, “Fassbinder’s Sexual Politics”, The Culture of Queers, London, Routledge, 2002, 179.
  6. Fue el mismo título del documental y largometraje de María José Cuevas, Bellas de noche (2016) dedicado a la vida y obra de cuatro icónicas vedettes.
  7. Gore Vidal, Myra Breckinridge, New York, Vintage Books, 2019, 28.
  8. Se puede ver una relación con las fotografías de Daniela Rossell en su fotolibro Ricas y famosas (2002), así como con el trabajo de foto y archivo de Yvonne Venegas, cuya práctica aprende del oficio de su padre como fotógrafo de sociales y bodas en tijuana, así lo demuestran el proyecto María Elvia de Hank (2011) y su exposición individual en el MUAC.
  9. Entrevista telefónica con Arturo Delgado, 17 de marzo del 2024. Agradezco a Arturo por su contribución a este reportaje.
  10. Sobre las transformaciones del mito en la cultura visual occidental, ver Salomé, comp. Ana Álvarez Lopez y Coco Cardona, Madrid, Fernando Villaverde Ediciones, 2004. Peri-Rossi escribe el texto introductorio a esta compilación.
  11. Oscar Wilde, The Importance of Being Earnest and Other Plays, London, Penguin Books, 2000, 98.

Autores
(CDMX, 1993) es narrador y ensayista. Maestro en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México. Como investigador, ha estado en instituciones como el Centro de la Imagen, Sala de Arte Público Siqueiros, Museo de Arte Carrillo Gil y la Universidad de los Andes (Bogotá). Autor de Emerson en Tijuana (ed. Máquina de aplausos, 2019) y La mítika mákina de karaoke (Fondo Editorial Tierra Adentro; Fondo de Cultura Económica, 2022). Ha colaborado en Montez Press Radio (NYC), Tierra Adentro y Nexos. Becario del FONCA 2023-2024 en el área de Ensayo Creativo.