Vallejo y sus causas perdidas
Titulo: Peroratas
Autor: Fernando Vallejo
Editorial: Alfaguara
Lugar y Año: México, 2013
pp.: 313
El nuevo libro de Fernando Vallejo (Medellín, Colombia, 1942), Peroratas, es una recopilación de sus textos dispersos: conferencias, ensayos, artículos, discursos, en suma, sus peroratas, treinta y dos en total, publicadas entre 1996 y 2012 y escritas con su ya característico estilo iracundo de prosa deslumbrante y corrosivo humor. Por eso, al puntual lector de su obra no le resultará extraño que se lance una vez más en contra del papa en turno, ya sea Juan Pablo II o Benedicto XVI, o la iglesia católica (de la que usa con frecuencia sus frases hechas para burlarse) y en contra de la reproducción de la especie humana: “Imponer la vida es un crimen peor que quitarla”, dice claramente.
Dos causas abarcan la mayoría de los textos: su defensa de los animales, por una parte, y por la otra, la del español. Sobre la primera causa, dice y repite más de una vez, su defensa de los animales es “moral”, por eso dedica un par de textos en contra del rey Juan Carlos de España, conocido cazador en África pero también en la Rumania de Ceausescu. Como un predicador, Vallejo aboga porque entendamos que los animales son también nuestros prójimos más cercanos y que no hay que maltratarlos o matarlos vilmente para comérnoslos. “La parte material, ‘biológica’, de esta gran confusión que es la vida ya la hemos empezado a aclarar. La parte moral en cambio ni siquiera nos la hemos planteado. Ya va siendo hora de que lo hagamos. ¿O no? ¿O será volver a plantearnos, aunque en otros términos, la eterna sinrazón de este negocio?”. A su manera, Vallejo es, qué duda cabe, un moralista.
Sobre la otra de sus causas, sobresale la mayor de sus quejas: que el español cada vez está más lleno de anglicismos y que la gente, de tanto usarlos, está haciendo de nuestra lengua un “adefesio anglizado”. En ese sentido, incluye dos textos sobre Rufino José Cuervo, uno de los cuales le sirvió como punto de partida para escribir la biografía del célebre gramático, El cuervo blanco (Alfaguara, 2012). Así, filólogo y gramático como Cuervo, Vallejo aprovecha para corregirles la plana a escritores como Mutis, Vargas Llosa, Juan Gabriel Vásquez, Piglia y, ya encarrerado, a García Márquez, a quien le dedica otros dos textos furibundos. “El idioma está tan indefenso como los animales. Todos los atropellan con impunidad. Y esas dos causas perdidas son las que he tomado como mías, por el gusto de perder”, dice en uno de los ensayos sobre Cuervo.
Sin embargo, no todo es despotricar en este libro. Al menos en dos ensayos, Vallejo demuestra que es un puntual lector y lúcido crítico: en el que dedica al Quijote y otro, “La verdad y los géneros literarios”, en el que lanza sus teorías sobre la novela y, tal vez sin proponérselo, sobre su propia obra: sus novelas en primera persona en oposición a esas obras de narrador omnisciente que tanto aborrece. Sólo se equivoca cuando dice que en el libro electrónico al cambiarle uno “la tipografía también se les puede cambiar el texto, y eso es gravísimo”: no, don Fernando, los libros electrónicos no son procesadores de textos (un Word, por ejemplo), son otra cosa y por eso el texto queda intacto ante el más terrorista de los lectores. Como sea, es una suerte que finalmente se haya animado a reunir sus ensayos dispersos en un mismo tomo.
Vallejo ya ha ganado los premios Rómulo Gallegos y Fil de Literatura (cuyos discursos de aceptación también están compilados en este libro), pero me pregunto cuándo le darán el Príncipe de Asturias, el Cervantes o ya de perdida el Nobel de Literatura a este Bernhard latinoamericano.