Tierra Adentro
Arturo Loera, Algunos sueños sobre el capitalismo. Portada de Axel Rangel.
Arturo Loera, Algunos sueños sobre el capitalismo. Portada de Axel Rangel.

La teoría de las palabras

me rebasa por completo.

Arturo Loera

Hay una peculiaridad en Algunos sueños sobre el capitalismo: la escritura poética dialoga directamente con el espectro de la realidad y el mundo onírico a partir del poder significante de un sufijo. El título del libro con que el poeta mexicano Arturo Loera fue merecedor del Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2021 no es una obviedad. Antes que proponer un syllabus que deconstruya la teoría, los poemas de Loera buscan en la metáfora de la urbe significados que no solo le atañen al ismo, sino también al transeúnte y al ecosistema que habita. El poemario está estructurado en tres secciones: «Algunos sueños sobre el capitalismo», «El siglo de los lotófagos» y «Dos poemas aparentemente históricos».

Los sueños son cinco y están enumerados en ordinal. Desde el Primer sueño sobre el capitalismo hay una declaración de intenciones: Para los que vienen en búsqueda de teorías / yo solo tengo una manzana en la mano”. Así, los poemas se enuncian en función de imágenes y no en panfletos: un agujero en el calcetín como síntoma de una legislación ΩΩ o un muchacho desnudo que no puede encontrar el valor de x frente al pizarrón. En el “Segundo sueño sobre el capitalismo” aparecen dos niños que juegan futbol con una botella de Coca-Cola y se revelan inútiles para el mercado, pequeñas víctimas de una silenciosa guerra fría coloreada en rojo y esponsoreada por la cultura pop.

En unos cien o doscientos años / la humanidad de entonces / mirará a la de ahora y dirá: / ¿cómo era posible vivir de esa manera?”, plantea la voz poética en el tercero de los sueños que hay en el libro de Arturo Loera, y enseguida el mundo se revela de asfalto. El poema anticipa el futuro y lo prevé incompartido para una generación que le teme antes al buró de crédito y al cataclismo que a la orfandad. En el cuarto sueño, “Se repiten los patrones, / cambian los términos”. Hay un rastro de ecocidio en el poema: “Cuando se derriba un árbol / para construir un edificio / se suplanta un fruto por otro…”.

El fracaso rotundo del sistema en la imagen de la usurpación y el desahucio. Este es el eje del “Quinto sueño sobre el capitalismo”: “Aquí estoy por ahora, / en este cuarto de dos por uno ochenta, / donde la cama es casi todo el piso / y camino descalzo sobre las sábanas / para tomar de las repisas algo de ropa, los / cigarros, / el dinero que me queda a fin de mes / y acomodo, muy despacio, algunos libros”. Sin embargo, la resistencia ante un sistema que oprime a los sujetos, al tiempo que reduce y sobre todo aliena. La ideología del ismo deambula entre los poemas de Algunos sueños sobre el capitalismo como un fantasma que pellizca al lector y pretende configurar ante sus ojos una realidad dispar e insaciable.

En «El siglo de los lotófagos», uno de los marineros que viaja con Ulises a su regreso de Troya se pregunta si es verdadera la leyenda de los hombres que se nutren del loto: “¿Es cierto que el que prueba el fruto de la muerte no vuelve? ¿No tengo acaso, todavía, algo de memoria?”. El viajero se enamora de las flores del futuro y pone a prueba el recuerdo: “Olvido de dos filos, muerte de aparador, melancolía barata en hombres y mujeres de agua. No habrá por qué regresar. No habrá día”. Y entonces come del loto y olvida los pecados; come y elimina los errores. No hay problemas en la memoria. El sueño es otra forma del olvido, pero no se parece al perdón, y el sabor de las palabras cada vez es más difícil de recordar. El lenguaje permanece inamovible: “No, hermano. / No, hermana. / No vagaremos más”.

El último apartado de Algunos sueños sobre el capitalismo se trata de «Dos poemas aparentemente históricos»: “Xochiyáoyotl” y “Después de waterloo”. En el primero, la ciudad antigua emerge de la urbe moderna y se precipita sobre el nuevo milenio: “La tierra fértil es ahora un cenicero. / Las pirámides departamentos / con la renta prometida en una nube; / este nuevo sacrificio asalariado / que nos deja con la sangre / membreteada en una esquina”. Una vez más, la transfiguración del ismo en una imagen. El lenguaje y el cuchillo de obsidiana, el redoble del tambor sobre la nómina y el dinero en la base del sacrificio. En el segundo poema, la voz poética dialoga con un mariscal en el campo de batalla. La derrota, la posición en el mundo y la representación en el azar como acotaciones en el discurso del sistema: “¿Qué paréntesis envuelve estas palabras? / ¿En qué desierto se queman las ideas que uno / abandona? / No podemos morir aquí. / No podemos. No es el tiempo oportuno”.

En Algunos sueños sobre el capitalismo, Arturo Loera propone un acercamiento poético antes que teórico para el reducto inextricable del sistema. Mientras que ni el papel moneda ni el plástico garantizan la renta del cuerpo y los afectos, en el poema el lenguaje resignifica el poder del sufijo a partir de la experiencia cotidiana. La precariedad, el desencanto y el ismo cohabitan el espacio en los poemas de Loera como espectros que suplantan un fruto por otro. A diferencia de las manzanas que caen del árbol, las personas que se arrojan de edificios no sirven de alimento ni de abono, solo se entierran en cajas o se vuelve cenizas, con cirios y funerales según el presupuesto.

Y nadie se lleva nada.