Tres perfiles del Gangsta rap tapatío
“La cárcel, la muerte o el manicomio son el significado de los tres puntos de la vida loca; ese es el destino para la gente como nosotros”, dice Mr. Yosie Locote, rapero de Santa Cecilia, o Santa Chila (Guadalajara, Jalisco) en el documental Del respeto y la esquina (2016), dirigido por Rogelio Marcial Vázquez.
Mr. Yosie Locote es un hombre de cuarenta años, alto, pelón, cholo, con los lentes puestos hacia atrás de la cabeza, señal de que es un bato pesado, y el barrio lo respalda. Alrededor de él, sentados en una escalinata, se encuentran otros veteranos de la pandilla “Florencia 13”, la cual radica en Santa Cecilia, una de las zonas más violentas de Guadalajara. Su origen, al igual que el de una buena parte de las pandillas latinoamericanas que usan el Sur 13 como marca distintiva, se remite a Estados Unidos. Usan el nombre de una pandilla fundada originalmente en Los Ángeles, California, en 1950, y cuya versión tapatía data de 1992.
Según El niño de Hollywood (Debate, 2018), escrito por los periodistas Juan José Martínez y Óscar Martínez, los sureños se iniciaron en las colonias más antañas del sur de California, donde los migrantes centroamericanos y mexicanos formaron grupos de resistencia para enfrentar a quienes los agredían. Sin embargo, no eran como los cholos de ahora; su modelo actual se impuso tras el paso de algunos de sus miembros por las cárceles de Estados Unidos. A partir de allí aprehendieron las raíces culturales de la Mexican Mafia: la imagen tumbada, el cabello a rape, los tatuajes y la violencia extrema como método de control. Después de la deportación de muchos de estos miembros, realizadas entre 1980 y 1990, existen cientos de pandillas sureñas en el mundo. Una de las más famosas es la Mara Salvatrucha, que ha perpetrado homicidios y otros crímenes a nivel internacional.
Mr. Yosie Locote habla de los principios que enarbolan los sureños. Si eres sureño, dice en el documental, se porta con orgullo el color azul, contrario al de los enemigos los norteños: el rojo; se “brinca por el barrio”, aunque la pandilla contraria los supere en cantidad o esté en riesgo la vida. Se tiene que apoyar a los homies que caen en las drogas y cambiarles a la fuerza el perico, el cristal o las pastillas por un “buen toque de mota”. Pero antes, el prospecto a integrante de la Florencia 13 de Santa Cecilia debe ser “brincado”, es decir, golpeado por otros miembros de la pandilla durante 13 segundos, en un ritual que termina —si se defiende “con huevos”— en felicitaciones. “Así vemos si son buenos soldados”, aclara mientras muestra los tres puntos tatuados en su mano.
Mr. Yosie Locote se llamaba en realidad Ramón Conchas, nació el 20 de enero de 1976, en Guadalajara. Fue asesinado en 2018, dos años después del rodaje del documental. Su cuerpo apuñalado apareció en Tetlán Río Verde envuelto en un cobertor y con un supuesto mensaje que lo acusaba de apoyar a “El Cholo”, un exintegrante del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) que formó su propio grupo delictivo para controlar la venta de droga en la zona, el llamado Cártel Nueva Plaza. La muerte del rapero no fue confirmada por la Fiscalía del Estado de Jalisco, sino por sus conocidos en redes sociales.
El 19 de abril de 2018, en la cuenta oficial de Mr. Yosie, alguien identificado como “Picahieloz” escribió: “Que Descanses en Paz Carnal” junto con una fotografía que reflejaba el hábitat del rapero, los techos de Santa Cecilia, esa marea de casas bajas y adosadas que conforman una colonia con más de 25 mil habitantes, y donde Mr. Yosie apareció en sus canciones haciendo apología de la vida malandra.
El crimen nunca fue aclarado, pero comenzó a dar pistas de un patrón: cinco meses antes del asesinato de Mr. Yosie, fue acribillado Néstor Michel Zaragoza, conocido como “The Crash Lokote“, de 26 años, quien perdió la vida luego de que sujetos a bordo de una camioneta le dispararon mientras convivía con cuatro hombres en la colonia Infonavit Estadio.
The Crash Lokote colaboró en 2017 con otro rapero de Santa Cecilia, Christian Omar Palma Gutiérrez, “QBA”, actualmente de 26 años, quien sería condenado junto con miembros del CJNG por su presunta participación en el asesinato de tres estudiantes de cine, originarios de Jalisco. El hecho ocurrió el 19 de marzo de 2018.
Y, durante octubre de 2019, fue asesinado otro representante del Gangsta rap, José Juan Montoya, “Panchas Psycho”, sureño cercano a Mr. Yosie y con quien colaboró en la canción Guanatos Remix. La versión recabada por los medios —ya que una constante es la falta de versiones oficiales, como si se tratara de sujetos prescindibles— es que le dispararon dos jóvenes que se desplazaban en una motocicleta.
Cuando sucedieron los primeros casos, Enrique Alfaro era el presidente municipal de Guadalajara, y su actual antecesor, el priista Aristóteles Sandoval, ocupaba el cargo de gobernador del estado de Jalisco; en el periodo se registró la peor crisis de derechos humanos que ha vivido la entidad por las ejecuciones del narcotráfico.
“Si vives en la vida loca es lo que te vas a encontrar. O te van a matar, o te vas a quedar loco, o te vas a ir a la cárcel”, precisa Mr. Yosie en Del respeto y la esquina.
En sus últimos años de vida, Mr. Yosie Locote se volvió un referente del subgénero musical conocido como Oldies rap, que toma ritmos del soul y el rap creados en los Estados Unidos durante los años sesenta. Su estilo corresponde a la corriente old school mezclada con el Gangsta Style, que se basa en la resistencia chicana, la violencia, el pandillerismo explícito en videos, la cultura prehispánica y en retomar símbolos de la historia mexicana, como la Virgen de Guadalupe o los caudillos de la revolución, los cuales aparecen tatuados en el cuerpo de los raperos, o los exhiben en sus vestimentas.
A lo largo de diez años de carrera musical, Mr. Yosie produjo 8 álbumes: El Duke (2010), Riñas, fiestas y desmadres (2010), Trece reglas del barrio (2012), Florence Gangsters (2013), Greatest Hits (Florencia 13) (2013), Mi estilo es mexicano (2014), Mentes enfermas (2016) y El maestro de las rimas (2017).
https://www.youtube.com/watch?v=V3px3c3GWmk
Desde el inicio en 2009, cuando produjo su primer tema con Big House Records, abordó las problemáticas del barrio: la violencia, el consumo de drogas y la nostalgia por los principios que fundamentan la ética de las pandillas. Más que narrar la decadencia, las letras de Mr. Yosie celebran la vida pandillera y muestran a estos grupos como una familia que no abandona a sus miembros ante la adversidad si se le corresponde con los sacrificios correctos. “La gente de aquí (Santa Cecilia) confía en nosotros y saben que cualquier pedo echamos el paro”, dice Mr. Yosie en el documental.
Cuando el Estado y las instituciones fallan, las pandillas surgen como un núcleo de resistencia. Integran a los marginales y a los débiles a través de un pacto de fidelidad que se marca con sangre y tinta y que, como dijo Mr. Yosie, tiene tres destinos.
Panchas Psycho, un “cholo macizo” que llegó a Europa
Antes de que en octubre de 2019 dos sujetos de entre 20 y 30 años lo acribillaran en la entrada de su domicilio, ubicado en la colonia Heliodoro Hernández Loza, de Guadalajara, Juan José Moya Martínez, “Panchas Psycho”, llevó su estilo de Gangsta rap a varios países europeos y sus videos acumularon más de 4 millones de visitas en YouTube. Algunas de sus canciones más representativas son “Tinta en mi Piel” (2014), “Madman” (2017) y “México y sus culturas” (2015).
Se caracterizó por un estilo agresivo, directo y poco lírico, muy diferente a las canciones compuestas por Mr. Yosie o QBA, quien incluso incorporó elementos del pop a sus letras.
Pelón, tumbado, con tatuajes hasta el cráneo, y con poco más de un metro sesenta de altura, Panchas Psycho encarnó la historia del “cholo macizo” a quien se le miraba con respeto en el barrio. De niño se forjó entre los sureños de Guadalajara y viajó a Estados Unidos de mojado, donde lo “brincaron” para ingresar a la pandilla y se dedicó a la venta de drogas duras hasta conseguir una posición acomodada.
“Yo empecé a robar (en Estados Unidos) y robando conocí a una persona que vendía mucha droga y comencé a trabajar para ella; luego conocí a uno que vendía armas (…) A uno le trabajaba armas, y a otro, droga. Ya después puse a los homies a vender y fuimos ganando mucho territorio”, cuenta Panchas Psycho en Del respeto y la esquina.
Lo deportaron, pero al poco tiempo regresó a Estados Unidos escondido bajo los asientos de una camioneta; sin embargo, cayó en la prisión de máxima seguridad Pelican Bay, en California, donde conoció a los “jefes de la Mexican Mafia”, según expone en el testimonio recabado en el documental. “Ahí (en la cárcel) te tienes que mantener fuerte para la guerra”, agregó.
Aislado, Panchas comenzó a escribir e improvisar. Mientras miraba el amanecer desde una ventana diminuta, marcaba los ritmos golpeando la pared con la palma de la mano y practicaba sus versos. Narra que se rehabilitó luego de volverse adicto a las sustancias que comerciaba. Para ello le sirvió el ejercicio, la monotonía de la prisión, la disciplina, la expectativa de luchar contra otras pandillas carcelarias.
En sus videos, disponibles en línea, Panchas habla sobre lo más turbio de la vida callejera: aparece con armas, drogas, multitudes de pelones tumbados que exhiben el número 13 en sus jerseys. Casi siempre entra en los beats rapeando a doble tiempo sobre su vida marcada por la violencia.
Cuando salió de la cárcel y volvió a Guadalajara, no encontraba trabajo porque lo discriminaban por los tatuajes que cubrían la mayor parte de su cuerpo. Ante la falta de oportunidades, comenzó a cantar para mantener a sus tres hijas.
En el documental, Mr. Yosie Locote dice: “Ser cholo y tirar barrio no es cualquier cosa”. Y tiene razón. Los tatuajes, las marcas, la fidelidad al barrio, en la mayoría de los casos, son para siempre. Los definen frente a una sociedad que tiende por inercia al desprecio de lo otro.
“A la verga el gobierno y el sistema. Yo quise trabajar, hacerla por la buena, pero ellos empezaron a sacar un chingo de pretextos pendejos. ¡Cómo los detesto! Por eso me revelo contra el méndigo gobierno”, dice Panchas Psycho en la canción “Madman” mientras una pistola se acerca a la cámara. Acto seguido, aparece sobre una mesa llena de porros y le inserta un cartucho a una metralleta. “En la calle los espero para armarles un infierno, que no apagan ni con todo el inverno”, advierte.
https://www.youtube.com/watch?v=3nkcUDw5DBM
Fue compañero de varios sureños que representaban al género Gangsta, como Mr. Yosie Locote. En 2016, Panchas aseguró en el documental que se encontraba tranquilo, que se había alejado de la vida de los malandros y, realmente feliz, se dedicaba de lleno a la música. “Ya hice de todo, entonces me respetan, no me piden nada”, dice en alusión a los miembros de las bandas sureñas. A través de la compañía discográfica Perú Music, lanzó el álbum Hip-Hop Rap una Via, el cual incluso le permitió viajar a Europa en 2015.
En YouTube hay un video en donde Panchas Psycho camina en el aeropuerto de Amsterdam poco antes de viajar a Alemania. Esconde los tatuajes del cráneo con un gorro y los del cuerpo con una chamarra. Ya en Berlín, el rapero mexicano contrasta con los alemanes gigantescos, más tatuados que él, con los que aparece afuera de un bar: improvisa y bebe una botella de Vodka directo del gollete mientras ensalza a los sureños, las pandillas de Guadalajara y la vida malandra.
Asimismo, le gustaban los rituales del dolor. Existen varios videos en los que el rapero hace suspensiones con ganchos que le atraviesan la piel del pecho y el estómago. Antes de desvanecerse, en el documental, grita al aire: “Dios mío, escúchame: te ofrezco mi dolor”.
De acuerdo con la declaración anónima de uno de sus amigos, recopilada por el diario Milenio -tras su muerte en 2019- en sus últimos años, Panchas “se la vivía con sus hijas, era buen compilla, era guerrero, no le temblaba ni nada al bato, pero para un manchado siempre hay otro manchado ¿verdad?”. Y añade: “La verdad no sé qué pedos tenía mi carnal, mi compa tenía tatuado el cráneo, todo el cuerpo, ese si era cholo y no chingaderas, no era cualquier pendejo”.
https://www.youtube.com/watch?v=jNPnXtFW_z4
A más de un año del asesinato de Panchas Psycho, la Fiscalía del Estado de Jalisco no ha establecido el móvil del crimen ni ha dado con el homicida. Su cuerpo fue velado en una funeraria ubicada en la avenida Artesanos en cruce con Circunvalación, cerca de donde residía. Solo se sabe que el asesinato se cometió por dos jóvenes vestidos con ropa negra, entre 30 y 20 años, en la calle privada Miguel María Martínez y Loza vela, cerca de las 13:00 horas. El “cholo macizo” que exportó su música a Europa recibió al menos tres impactos de bala que le arrebataron la vida.
“Es rapero y todo, viaja y todo, se fue a Europa, Alemania, a cantar, pero pues se lo fumaron”, comentó el amigo de Panchas.
De letrista precoz a miembro del CJNG, un perfil de QBA
Sus amigos lo apodaban “negrito”, “malafachas”, “cuba”, “cubano”. A sus 20 años escribió canciones sobre el barrio de Santa Cecilia en una libreta desgastada. Sin embargo, su carrera musical inició en 2007, cuando apenas tenía 13 años y se reunía con un grupo de homies para improvisar.
Trabajó de albañil y mecánico, intercalaba sus empleos haciendo tatuajes con una máquina de mala calidad. Es alto, delgado; en su cuello y brazos sobresalen varias calaveras. Christian Omar Palma Gutiérrez (Guadalajara, 1994), “QBA”, es uno de los raperos más jóvenes y conocidos del Gangsta rap, no solo en Guadalajara; sino en todo México y, tras los hechos ocurridos en marzo de 2018, probablemente del mundo.
Sus videos en YouTube acumulan millones de visitas. En canciones como “Me gusta caminar por el vecindario” (2014), “Hay voces que me dicen” (2016), “El infierno” (2016) “El Mal querido” (2017), “Si mañana no estoy” (2017), “Descansen en paz” (2016), el rapero abordó la realidad del barrio tapatío más violento del estado: sus historias versan sobre niños adictos al cristal que se curten entre las pandillas hasta volverse “macizos”; también hablan del efecto que generan las drogas en el cerebro, la angustia y la incapacidad de eludir la violencia, así como las palabras que le dedicaría a sus seres queridos si algún día lo alcanzan las balas.
“¿Para qué disparos? Baje su arma, baje tecla. ¿Para qué la violencia? ¿Para qué la delincuencia? La adolescencia está mirando lo que hacemos. Mejor venga a mi casa, lo invito y ahí vemos qué hacemos”, dice QBA en “Descansa en paz”. El video está lleno de contrastes. Mientras el rapero aparece frente a un hombre amarrado de pies y manos, con el rostro envuelto en una playera manchada de sangre, habla de la violencia como si fuera una condena innecesaria pero, a su vez, inevitable. “Después de sacarle, la responsable, la que te da terror. Tampoco de contarles, y platicarles, gastarme otro renglón”, corea.
Tras producir algunos temas que subió a internet, QBA formó parte del sello independiente Aztlann. En el año 2015 firmó con el sello, también independiente, Sismo records, con el cual ganó fama tras la publicación del álbum Así es la vida.
A sus 23 años, el rapero se consagraba como un letrista precoz, con un gran talento musical y tres discos: Corazón de pobre (2015), Así es la vida (2016) y Descansen en paz (2017). A diferencia de los representantes del Oldies rap, QBA es más melodioso. Sus letras casi siempre hablan sobre una historia que encarna lo que para él significa “Santa Chila”.
Muchas de sus canciones se volvieron el escaparate de las notas incriminatorias que llegaron después.
Muchas de sus canciones se volvieron el escaparate de las notas incriminatorias que llegaron después.
En abril de 2018 trascendió que el rapero había confesado su participación en el asesinato de tres estudiantes de cine originarios de Jalisco. Se trató de Javier Salomón Aceves, de 25 años; Jesús Daniel Díaz, de 20, y Marco Francisco García, de 20. Las versiones recabadas por los medios y las autoridades acusan que se trató de una confusión.
Cuando volvían de trabajar en un cortometraje en la casa de una tía de Salomón Aceves, ubicada en Tonalá, los jóvenes fueron interceptados por dos camionetas con hombres armados, quienes los sometieron luego de identificarse como elementos de la Fiscalía. En realidad, los alumnos de la Universidad de Medios Audiovisuales fueron secuestrados por miembros del CJNG. Los sicarios no los buscaban a ellos: la residencia donde grabaron era una casa de seguridad utilizada por el grupo delictivo antagónico al CJNG, el Cártel Nueva Plaza. De acuerdo con la versión de las autoridades, QBA y otro sujeto identificado como Gerardo “N”, ambos vinculados a proceso por el caso, dieron el “pitazo” a los sicarios.
El fiscal Raúl Sánchez Jiménez aclaró en una rueda de prensa que los estudiantes no tenían ninguna relación con los narcotraficantes y que su único error fue montar el rodaje en la propiedad equivocada. “No se encuentra acreditado ningún vínculo con algún cártel delictivo”, explicó entonces Ivette Torres, jefa de investigación de la Fiscalía.
Luego de pasar casi un mes desaparecidos, la Fiscalía expuso que “los restos humanos localizados con residuos químicos que se encontraban en una colonia de Rancho de la Cruz, en Tonalá, corresponden a los tres estudiantes de cine desaparecidos desde el pasado 19 de marzo de 2018”. Las investigaciones arrojaron que Salomón Aceves murió a causa de los golpes y la tortura perpetrada por los sicarios, mientras que Jesús Daniel y Marco Francisco fueron asesinados.
Detuvieron a QBA el 23 de marzo y difundieron que confesó su participación en los hechos y contribuyó a disolver los cuerpos en ácido sulfúrico. Los noticieros se llenaron de imágenes de los videos de QBA, envueltas en una retahíla de prejuicios y consignas contra las pandillas.
La versión de los medios es que un sujeto identificado como “El Cochi” dirigió la célula delictiva que detuvo a los estudiantes. Sin pruebas sólidas de la participación de QBA en el crimen, la confesión fue la base para incriminar al rapero. Él habría explicado que el 20 de marzo de 2019, un día después de la desaparición de los jóvenes, recibió una llamada de Gerardo Gónzalez (“El Cochi”), quien, luego de contratarlo para trabajar en un taller mecánico, le ofreció operar como sicario para el CJNG por un sueldo de tres mil pesos semanales. El Cochi ordenó en la llamada, hecha a las 3 de la mañana, “que habían trabajado” y que iban a “pozolear”.
En su testimonio, “El Cochi” sostuvo que QBA contribuyó a disolver los cuerpos. A las cinco de la mañana del día siguiente, el hombre llamó de nuevo al rapero y dijo que no se parara en Tonalá en unos días porque “la habían cagado”. QBA vio las noticias, reparó en las fotos de los desaparecidos y escapó a la playa Guayabitos, donde estuvo tres noches. Luego, detenido, corroboró que habrían confundido a Salomón Aceves por un miembro del Cártel Nueva Plaza, a quien tenían la orden de asesinar.
Más allá de los hechos por los que actualmente se encuentra recluido en el Penal de Puente Grande, Jalisco, y los juicios parciales emitidos sobre su imagen, QBA es el reflejo de una generación nacida en medio de la violencia, las drogas y la falta de oportunidades. Era un músico talentoso, cuya carrera se apagó por las mismas problemáticas que abordaba en sus canciones.
Un texto escrito por el cineasta África Eleazar, quien siguió la vida del rapero durante el año 2014, refleja el lado humano de QBA.
“La historia de lucha de un joven por cumplir un sueño dentro de la música rodeado de un entorno complicado, se está convirtiendo en un verdadero cuento de horror, la realidad superó cualquier ficción, es increíble, va más allá de lo que cualquier ser humano podría imaginarse”, escribió luego de enterarse de su detención.
Asimismo, África Eleazar expone una de las constantes de la Fiscalía de Jalisco cuando se trata de condenar a los “malandros”: “La Fiscalía arrojó una investigación no finalizada, sustentada principalmente en declaratorias y evidencia científica no mostrada. En este punto espero que no solo a mí sino a cualquiera le llegue la duda, porque, según Amnistía internacional, en México no hay cuerpo de seguridad que no haya empleado la tortura, y no sólo en referencia a las víctimas, sino también con los presuntos implicados que son obligados a dar los testimonios más convenientes”.
En relación a los juicios emitidos por los medios sobre su música, el cineasta apuntó: “Su lírica violenta no provenía de sus acciones, como ahora los medios nos quieren hacer creer. Mientras grababa su primer disco de manera profesional, llamado Mala Vida, más de una vez en charlas me explicó sus canciones, él inventaba historias de ficción basándose en problemas ajenos y propios. (…) También tenía líricas donde se mostraba arrepentido de dejar que la vida pesara tanto y volverse adicto a las drogas y a la calle, como lo cuenta en el track Uno más”.
Las fallas del Estado arrinconaron a QBA. Esta es una de las razones por las existen grupos delictivos que desaparecen estudiantes por “confusión”: son producto de un sistema institucional incapaz de hacerle frente a las problemáticas sociales o que simplemente las ignora por tratarse de “malandros”. Santa Celilia y sus altos índices de pandillerismo nos hablan de las vías a través de las cuales los marginados forman grupos de resistencia. Mientras, los representantes del Gangsta Rap tapatío no nos ofrecieron con su música una apología a la delincuencia, sino el documento vivo de su realidad.