Tierra Adentro

No es extraño, aunque lo parezca: lo paradójico es lo más efectivo. Porque abre espacios donde no los había; extiende la naturaleza de las cosas hacia lugares a los que no se llegaría de otra forma. El internet, por ejemplo, es un lugar/no-lugar habitado por todas las cosas y ninguna. Existe, pero no. Podemos navegarlo pero no recorrerlo con los dedos. Y a pesar de ello todo está y cabe en él. Siempre me he preguntado qué hubiera sido de Borges frente a este aleph no menos falso que el de su cuento.

Y en el internet, como en un fractal, también están contenidas y conviven muchas cosas de naturalezas distintas pero correspondientes a la estructura que las contiene. Como la narrativa gráfica, arte que es dos artes, arte de dos naturalezas: el texto escrito y la imagen. Esos dos elementos con efectos distintos (por sus modos de lectura: la fuerza de la imagen es inmediata y la del texto, secuencial) se conjugan en la página para crear únicas formas de decir y no decir. Las dos artes hacen una nueva que se proyecta con fuerza hacia todos lados pero que también sugiere con gestos sutiles nuevos horizontes de exploración artística. Eso tiene sus límites: la página impresa. En cambio, el webcómic, gracias a su naturaleza virtual, permite que haya hasta muchas obras en un mismo sitio/página. Tal es el caso de Tiras sin sentido, proyecto donde se encuentran Summon’s Alley, Tiras camioneras y Metal Life, los tres webcómics de Edgar Camacho o Edgarcito. Camacho, aunque con poco tiempo en el medio (Tiras sin sentido, como proyecto formal, lleva poco más de un año), ha recorrido bastante camino: ya lleva publicados cuatro libros recopilatorios de sus tiras, fue ganador del primer concurso SecuenciArte con el primer volumen de Summon’s Alley, así como del Primer Premio de Novela Gráfica Joven de este año. Venido del pequeño y supuesto mágico pueblo de Metepec, Edgarcito parece querer llegar a lo grande.

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El nombre del proyecto es engañoso. Por los distintos estilos de narración y dibujo, Tiras sin sentido parece ser los apuntes y ocurrencias de su autor. Pero no. Hay un orden en el caos engañoso; hay una continuidad -a veces- oculta y juguetona entre Summon’s Alley, Tiras camioneras  y Metal Life. Son tres webcómics que son uno. Y eso es -sólo una parte- de lo que envuelve al lector en el microuniverso de Edgarcito: siempre hay, como en las tramas policiacas con las que también experimenta el autor, algo oculto, algún detalle por verse que une los hilos invisibles que sostienen (y repelen y reordenan) lo que se cuenta. En sus diferencias se ocultan sus similitudes. La principal: la voz que se cuela entre las referencias y guiños entre sí y otras obras artísticas, la voz enigmática pero no menos cotidiana que conversa con el lector, pero cuyos ecos sólo llegan en susurros a sus ojos y oídos.

Tiras sin sentido es también un fractal enmascarado: contiene en partes pequeñas, aparentemente diferentes, pero no contrarias, la búsqueda artística del autor por lo que yace detrás y a través del espejo en que nos vemos en todo, por lo que somos pero ocultamos y no alcanzamos a ver. Una búsqueda que es también lo que cuenta: el enigma, lo que está, como en La carta robada de Poe, escondido frente a nuestros ojos.

Y para ser consecuente con todo esto, para hablar sobre la dualidad múltiple de las cosas que Edgarcito explota en sus páginas, tengo que hacer un gesto similar: a esta crítica general la dividiré en tres más pequeñas donde mencionaré algunas especificidades de cada webcómic. Hay que voltear los ojos hacia adentro para mirar más allá del afuera:

Metal Life

La tira más leída es también la más sencilla. Tanto en trazos como en contenidos. Metal Life es la vida en mosaico de un metalero, pero también la vida desnuda de éste. Como todo cómic autobiográfico efectivo (desde las tiras de Sarah Andersen o Jours de Papier hasta Blankets o Maus) crea vínculos íntimos entre sus lectores, desmitifica al supuesto autor todopoderoso y hace de la Historia unas historias que expanden nuestro modo de entender la memoria y la identidad. Metal Life muestra que detrás del pelo largo, las playeras negras y los estoperoles hay una persona que sólo quiere ser feliz y divertirse con el estilo de vida que eligió.

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Tiras camioneras

El proyecto más antiguo de Edgarcito es, por su modo de producción, el más interesante. En ellas no hay una estructura definida o constante porque son tiras en movimiento: se hacen en y a partir de viajes en camiones. El trazo entonces es más irregular y, como las calles mexicanas, accidentado (aspecto que no le resta calidad). Leyendas, chistes, anécdotas y más formas de contar se reúnen aquí como producto de una mirada y experiencia intens(iv)a del narrador en los trayectos de los camiones. Si uno mira fijamente cualquier cosa, ésta toma nuevas dimensiones, cambia su forma y muestra sus secretos. Así son las Tiras camioneras: desentierran y desautomatizan el supuesto tiempo perdido de la vida cotidiana.

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Summon’s Alley or who killed Lady Pepper?

            Edgarcito aquí se zambulle hasta lo más profundo de sus obsesiones y las utiliza para contar una historia sobre un crimen (o varios). En la brumosidad del dibujo, entre la delgada línea del humor negro y la tragedia de los hechos, entre los secretos de todos los personajes y entre las referencias a otros artistas (como Lynch, King, Poe y otros), Edgarcito hace de Summon’s Alley su trabajo más profundo y complicado. En Summon’s Alley hay mucho y poco qué decir; el blanco y negro propios de las historias noir, junto con las formas casi infantiles de los personajes (que son asesinos y adúlteros y psicópatas) sugieren que hay detalles que el ojo no alcanza a ver, pero son determinantes para la historia. El enigma aquí es la voz que lo muestra y oculta todo.

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En Tiras sin sentido hay algo que pocos artistas en este país trabajan: las muchas voces y estilos decantadas en unas obsesiones. Por eso, los detalles en los tres webcómics se multiplican hacia dentro y hacia afuera. La voz y el trazo de Edgarcito se expanden y contraen en movimientos casi simétricos. Queda al lector, como al detective, descubrirlos y armar con ellos la escena general del crimen, de la obra que rompe con los supuestos que tenemos sobre la lectura. Tiras sin sentido no carece de uno; más bien, oculta muchos otros.