Tierra Adentro
Fotografía de Teatro Tacuate. Tutu siki raya ñu’u yuku chatuta, por Nidia Rosales.

En algún momento inevitablemente nos preguntamos por nuestro origen. No me refiero a una búsqueda de la identidad, la identidad es aquello que queremos decir frente a los otros, cómo elegimos representarnos y apelar a lo colectivo. Ahí se esconde una trampa que hemos de aprender a saltar. Autorepresentarnos, ¿existe tal cosa?, ¿o estaremos siempre condenados al juego de las apariencias, de las seducciones, intentando alcanzar un centro primigenio e inconcluso?

De ahí viene el mito, de aquella necesidad de poner en orden la existencia, el mundo, y darle sentido a la respiración. Pero hay otra forma de entender nuestro lugar sólo que esa se recorre siempre en solitario, recogiendo las piezas de una historia que nos contamos cada mañana al despertar. La cual a veces nos atormenta y quita el sueño. Clarice Lispector decía que iría sola y con horror al encuentro de sí misma, bajaría a sus profundidades únicamente de la mano del lector. Tutu siki raya ñu’u yuku chatuta es una obra de teatro que habla del peso de esa historia enmarcada en lo colectivo, en la voz antigua de los ancestros, de lo que despierta cuando nos abrimos al mundo y a las emociones.

Teatro Tacuate. Tutu siki raya ñu’u yuku chatuta está basada en el primer Lienzo de Santa María Zacatepec, una población relativamente grande de la sierra sur de Oaxaca donde conviven mestizos y tacuates. Como casi todas las lenguas indígenas del país, el tacuate ha dejado de hablarse y corre un alto riesgo de desaparición; es, además, una variante norteña del mixteco de la costa de este estado.

Los alcaldes tradicionales del pueblo se han encargado de cuidar generación tras generación estos lienzos, tutu ree en lengua tacuate, que describen la geografía e historia del lugar y que se remontan a los siglos XVI y XVII. Palabras de los antiguos que guardan celosamente en un altar. Lamentablemente, en Zacatepec se conservaba sólo la calca de uno de ellos, ya que a finales del siglo XIX los originales fueron extraviados en la Ciudad de México.

 

En el teatro, la oscuridad nos envolvía y nos llevaba al tiempo mismo en que fueron creadas las cosas. Fue en la oscuridad cuando el sol y la luna bailaron hasta formar los días y las noches, cuando la vida fue creada del sacrificio divino. En un rincón del escenario hay velas dispuestas bajo una copia del Lienzo como si formaran parte de un altar, una ofrenda emitida hacia los dioses y el pasado: voz, sabiduría, presencia de lo otro, respeto. De repente un tambor abre el espacio. El tacuate rompe el silencio con su hermosa sonoridad, lo desconocido tiene una peculiar forma de seducir. Todos permanecemos atentos, no es necesaria una traducción, hay lenguajes universales, formas de dejar abierta la puerta. Poner en escena el pasado, representar la historia de los ancestros, hablar la lengua de los abuelos, para decir algo del propio espíritu.

Días después de la representación, Óscar Tanat, director de la misma, me cuenta las vicisitudes de este proyecto. Cuando Rosalba Pérez Bautista, originaria de Zacatepec y quien tuviera la idea original, le comentó su intención, Tanat pensó en hacer un teatro auténtico, apegado lo más posible a formas de representación prehispánicas, un teatro que se engendrara a sí mismo. Así que comenzaron de cero, creando movimientos similares a los elementos pictóricos del lienzo. El lenguaje corporal en la obra tiene influencia de la danza butoh, (técnica japonesa donde se deja hablar libremente al cuerpo, desfigurándolo), pero sobre todo se basa en su investigación de la cultura tacuate y sus símbolos. Los actores son chicos entre los 14 y 17 años.

Óscar Tanat es antropólogo especializado en lingüística, Tutu siki raya ñu’u yuku chatuta surgió como su proyecto de titulación, para el cual realizó estudios pictóricos en torno a la cosmovisión de los antiguos tacuates. Para enseñar técnicas teatrales se preguntó cuestiones tan básicas como qué es una persona. En Zacatepec, para empezar, no existía ningún antecedente de teatro, menos uno basado en la palabra de los antiguos y donde participaran mujeres. Evidentemente no podía abordar este arte desde una perspectiva occidental, así que utilizó un elemento todavía presente en la cosmovisión de los tacuates de Zacatepec: el nahual. A partir de una interpretación de los nahuales pudo transferir lo que sucede en el cuerpo y la mente de los actores a ese contexto sociocultural.

Cada persona, me dice Tanat, puede tener uno o más nahuales. Los nahuales, a su vez, son animales, si estos mueren también las personas vinculadas a ellos. Los chamanes, por ejemplo, poseen cuatro o más nahuales, y por ello pueden transformarse en estos, salir al bosque y ejercer la curación. Al actuar, los actores estaban igualmente estableciendo un vínculo con sus nahuales, los dejaban hablar para conectar con sus emociones y con la tierra, el origen.

El lenguaje determina el pensamiento. La lengua, la viva, en gran medida refleja cómo articulamos el mundo. Por eso la diversidad lingüística es un asunto tan importante. Tanat utilizó sobre todo dos palabras en tacuate para explicar la base misma de la interpretación actoral: shitatati ‘respirar, jalar voz’ y ñande ‘energía’. La técnica que creó en el teatro tacuate está basada principalmente en el ñande, en impostar la energía, proyectarla hacia afuera por medio de la voz y la respiración. Sólo en Oaxaca un teatro en lengua indígena es posible, sólo aquí el público se queda y aplaude fascinado.

Tutu siki raya ñu’u yuku chatuta pudo presentarse gracias al apoyo del Programa para el Fortalecimiento de los Emprendedores Ciudadanos Artísticos y Culturales (C*13), que otorga el estado de Oaxaca cada año, y que obtuvo Tanat en el rubro de artes escénicas. Se presentó en el Centro Cultural San Pablo, de la Fundación Alfredo Harp Helú el pasado 25 de abril.

Similar articles