Tierra Adentro

Cuando decimos que un tipo de arte es social, nos referimos a que desarrolla temas sobre problemáticas sociales, de hecho, a veces está encaminado a minar las que aquejan a determinadas épocas. Esto no quiere decir que las actividades artísticas y culturales siempre tengan como propósito o impulsor al otro, ese otro puede ser también una alta élite, un mercado de arte, un grupo de mecenas, un patronato de una institución o una población alejada en comunidades de la sierra.

De entre todas las artes, el teatro es quien se involucra o parece tener una función concreta en la sociedad. Cuando Bertolt Brecht escribía El pequeño organón para teatro, pensaba en cómo intervenir en el pensamiento de su tiempo, por lo que afirmaba que había que hacer obras para una sociedad científica. Estamos hablando de hace más de sesenta años; un teatro que hiciera pensar a los espectadores, que los pusiera en el nivel de observador crítico y en contra de lo que, para él, realizaba el drama denominado burgués al crear una ilusión sin cambiar el status quo, es decir, sin lograr que el espectador cambiara su punto de vista.

En este sentido, la función social y política se entrelaza con la estética, las formas de representación y cómo se trata un tema son fundamentales para situar al espectador en un lugar del espectro de perspectivas que ofrece una puesta en escena.

A partir del teatro de distanciamiento de Brecht y otros (como el de Beckett o Heiner Müller), es el espectador la primera «sociedad» a la que llega una obra. Este vínculo entre espectador y actor será el primero —y en general, el más arquetípico— que exista en la relación teatral y del lugar de experiencia donde se genera la comunicación, no sólo artística, sino la comunicación dentro de la sociedad. Alguien le cuenta a otro algo que el primero no vivió, pero que al escuchar, puede sentirlo como si le hubiese acontecido a él mismo.

Este principio comunicativo es el primero que se cuela en la esfera de lo social y lo político, pero también es la piedra angular de lo estético. Las tres esferas se relacionan creando ciertas conjunciones o espacios intermedios donde podemos ver, a través de una intersección, las posibilidades de impacto y que no podrían tomarse en cuenta si se dejase de lado alguna esfera.

En el teatro, este análisis de conjuntos nos ayuda a determinar qué es lo social y sus variantes (no hay que confundirlo con teatro político o estético). Hay que tener en cuenta que el marketing y la publicidad son esferas de lo social porque todas las manifestaciones comerciales o partidistas afectan al ciudadano, ya sea visto como consumidor o como elector; la diferencia es que el teatro dramático lo ve como espectador.

Lo político tiene que ver con las formas en las que una sociedad se organiza, con la denominada polis y quiénes toman decisiones que afectan la vida los individuos; también tiene que ver con las leyes y las instituciones que rigen dicha sociedad.

Estas manifestaciones —todas sociales también— son políticas cuando se regulan por individuos encargados de que otros las cumplan o no. Entonces, el teatro político es aquel que (como también menciona Lehmann) cambia en primera instancia las relaciones de poder al interior de los grupos teatrales, es decir, la primera visión política sería cómo se relacionan los integrantes de un grupo teatral: cómo es la regulación de poder, la toma de decisiones y los efectos que esto tiene en su convivencia y trabajo.

Hasta aquí no hemos mencionado en ningún momento la palabra «arte», pues la esfera de lo social y la esfera de lo político se relacionan de una manera más amplia en la vida de los ciudadanos, que la esfera estética que tiene como fin la comunicación sensible.

Cuando en esta intersección entre lo social y lo político se relaciona en un acto comunicativo estético, tenemos delante un producto realizado por individuos que cambian su posición y su relación con el poder para crear un objeto que trace una relación política específica dentro de la comunidad donde se presenta sin perder su materia sensible.

Aquí surgen varias preguntas, ¿el teatro copia las formas políticas establecidas para mostrarlas en la escena?, ¿realmente puede el teatro transformar la esfera de lo social y lo político desde el trabajo con materia sensible, con el trabajo de un grupo de individuos?

Desde mi punto de vista, el trabajo sobre el grupo dentro del grupo sería el primer escalón para lograr dicho cambio, es decir, que un grupo se relacione políticamente de maneras distintas a las establecidas por la sociedad, sería un cambio de las relaciones de poder pero que el trabajo realizado con materia sensible logre crear objetos estéticos que puedan compartirse con el «otro» también es factible. En este segundo peldaño parece más complicado que ese trabajo estético logre cambiar las relaciones de poder en la comunidad. A menos que la comunidad esté relacionada directamente con el trabajo estético y no que sea sólo quien lo «recibe».

¿Qué pasa con los trabajos que abordan temas sociales? Dentro de la intersección señalada entre las esferas social, política y estética, el teatro social sería aquel que se posiciona dentro de la idea de actor-espectador, donde el último se distancia un poco de lo que ve para reflexionar sobre la relación sensible entre la obra estética. Quien mira puede cambiar la perspectiva desde donde un individuo miraba el tema o la problemática sin vivirla como experiencia.  El cambio en el nivel de conciencia, puede estar relacionado con la esfera de lo educacional (por ello, el teatro de Brecht se le nombra también teatro didáctico), donde hay más cercanía a lo que en la Grecia antigua se llamaba «catarsis» y que tiene que ver con la ruptura del espejismo, con poder mirar la realidad y crear un punto de vista moldeable.

El teatro social en México es una actividad estética que tiene un espacio de acción, pero que quizás se piensa con mayores expectativas en el ámbito político de las que tiene. Sin embargo, dentro del ámbito cultural y de relaciones en la comunidad también tendría que generar un objetivo que pudiera cumplirse y apoyar a la concientización de ciertas comunidades sobre su realidad.


Autores
(Ciudad de México, 1978) es dramaturga, escritora de narrativa y ensayo, directora teatral e investigadora. Sus textos se han llevado a escena y se han presentado en festivales de dramaturgia en Canadá, España, Argentina y México. Recibió el Premio Airel de Teatro Latinoamericano, Toronto, 2013 por su obra Palabras Escurridas y el Premio Internacional de Ensayo Teatral 2013 por Territorios textuales. Sus relatos se editan tanto en México como en España. Actualmente prepara dos nuevos montajes con su compañía Mazuca Teatro e imparte el seminario El teatro como territorio de la palabra en 17, en el Instituto de Estudios Críticos.