Silueta de López Malo
No es lo mismo que las pasiones agiten
los cuerpos que las sombras.
Las siluetas tienen ausencia de complejos.
R.L.M
Rafael López Malo encabeza en la lista a los otros tres editores de Barandal: Octavio Paz Lozano, Salvador Toscano y Arnulfo Martínez Lavalle. Aunque los cuatros estaban atados desde su genealogía con la literatura por ser hijos de hogares cultos o de escritores, el primero tenía detrás el prestigio y la sombra de su padre, el guanajuatense Rafael López, amigo de Salvador Díaz Mirón. “Será gente de bien”, pensaban las familias de los estudiantes posrevolucionarios: serían los ingenieros y los hombres de leyes del país. Mientras, ellos escribían versos, notas y comentaban las filosofías de la época. También visitaban poetas. Cuenta Guillermo Sheridan que Salvador Novo le dio su carácter tipográfico a la publicación que sin duda era juvenil, fresca, balbuceante. Con ella habían pasado de la discusión interminable en el barandal del patio central de San Ildefonso al tiraje de cien ejemplares, y así a las primeras letras impresas: Paz Lozano, de diecisiete años, entregaría su primer ensayo “Ética del artista” para el número cinco. Barandal incluía apuntes sobre el arte de su época, opiniones políticas, reseñas de libros, retratos, burlas, relatos, poesía. De sobrio diseño, las páginas llegaron a verse animadas en un suplemento por la pintura de Manuel Rodríguez Lozano.
Dice el mismo Paz que la revista era de “tono beligerante”: Andrés Iduarte, que escribiría después las semblanzas de esos preparatorianos, recuerda que era una de las más ágiles de esos tiempos. Los propios avisos de Barandal nos anuncian la cercanía con la brillante generación previa, la que tomaría el nombre de su revista Contemporáneos. Su perfil estético y político, sin embargo, tardaría en definirse. Con un ojo en Rilke y otro en Stalin, la personalidad de los colaboradores la volvía, por lo menos, ecléctica. Acompañando al ensayo de Paz encontramos en el número de diciembre de 1931 “Tres poemas” de López Malo. José Luis Martínez los considera “hermosos”, yo los encuentro medianos o malos. Podría salvarse “Límite”:
Por una estrofa ajena a tu persona,
por un alto huracán, que acariciaban tus manos,
por unas alas de oro, clavadas con poemas,
por todos los ojos abandonados a tu alrededor,
quizá por tu perfil guerrero y desorientado,
o por el uniforme polar de tus dientes,
Te encontré perdida
entre tantas y tantas figuras apagadas.
Aunque publicaría otros textos de intención poética, incluso en la revista posterior Cuadernos del Valle de México, Rafael López Malo era más perceptivo como articulista que como hacedor de versos, y tal vez por ello abandonó ese ejercicio pronto. En el número de septiembre de 1933, el primero de Cuadernos del Valle de México firmó “Un fantasma recorre el mundo”, con sabor de manifiesto, en el que declara su admiración por Rafael Alberti –y Maiakovski—, que bien puede ser la postura del grupo, que se debatía entre el arte puro y las simpatías comunistas. Declara: “Hemos encontrado [en Alberti] una poesía objetiva, una poesía del tiempo, una poesía que puede llamarse sin menoscabo, revolucionaria”. Pero esa beligerancia no parece haber pasado a su propia obra poética. Resulta interesante, sin embargo, descubrir esas resonancias en Paz, sobre todo en el maduro.
López Malo era sin duda perspicaz. En sus notas sobre “Teatro y cine” ya prevé el impacto cinematográfico sobre la imaginación y la sensibilidad contemporáneas:
El cine es el Ulises de Homero. El teatro es el Dedalus de Joyce. El primero gira en un plano de sensaciones. El segundo, en uno imaginativo, de introspección. Viaja el Ulises clásico por todas las islas y los mares intangibles, como viajan nuestros sentidos en el cine por los contornos, por los volúmenes, por las orquestas. Dedalus viaja también, pero por laberintos de su conciencia. En el teatro, nosotros nos remontamos igualmente al universo de nuestro interior. Ulises contaba con naves que lo llevaron por lugares nunca vistos. En el cine, con la fotografía, nos transportamos también a lugares inusitados. Dedalus, sin naves, se encierra en sí mismo. El teatro, sin el vuelo que alcanza la variación del punto de vista, desarrolla las encrucijadas del espíritu.
En este mismo texto del número 6 de Barandal llama la atención sobre Chaplin, y en el siguiente enfila su crítica a Renato Leduc. Poco más sabemos de López Malo, editor, articulista, poeta. Su amistad con Octavio Paz y su generosidad también lo rescatan del olvido.