Set de minificciones
Una de las aficiones más divertidas que adquirí en la infancia fue leer minificciones. Mi abuelo materno Alfonso Prado Soto, anticronista de la ciudad, escritor memorioso, colector de historias, humorista negrísimo, especialista en árboles genealógicos y de oficio abogado, tuvo a bien un día prestarme una de las revistas otrora editada por don Edmundo Valadés, la famosa El Cuento, revista de Imaginación. Con ella me inicié en el gusto por la lectura de cuentos, relatos breves y minificciones, así como de la manufactura del diseño de viñetas. ¡Cuántas cosas aparecían en esa fabulosa revista! Las cartas de la audiencia, las respuestas del editor, los textos, las portadas, los dibujos e incluso los anuncios eran sorprendentes y sobre todo: divertidos.
Con el tiempo, la adicción era tal que comencé a escribir minis y relatos brevísimos. En fin, un divertimento que hoy en día agradezco. Sin siquiera sospecharlo, he tenido la suerte de participar en algunos proyectos y libros editados por especialistas en el tema: Javier Perucho, Marcial Fernández y José Manuel Ortiz Soto. Trabajar con ellos siempre ha sido un placer.
En esta nota presento un set de minificciones, algunas de ellas ya publicadas. Gentil y amable lector (a), pase usted y sin más, diviértase:
Telarañas
Sin pensar y sin querer, cada tercer día, comencé a recolectar arañas; debajo de la cama, detrás de las puertas, en las esquinas del techo del baño, bajo las cajas de papeles y libros, en la distancia que existe a veces entre las macetas. Busqué también atrás de los muebles pesados: roperos, libreros, cómodas. Tus pupilas. Cada vez que encontré una la bañé, la vestí, la maquillé, la perfumé, le cepillé el cabello, le di de beber un poco de café y le conté mis mejores historias. ¿Quieres saber qué obtuve a cambio?
Filosofía postcolonial
Luego de dos accidentes casi fatales: pérdida del oído en una oreja y fractura múltiple en la pierna izquierda, una vida entera de sufrimiento y trabajo, el viejo minero ríe porque ya sabe que sí se puede estar absolutamente solo.
Evil live
La chica más guapa, inteligente, sensible, audaz y divertida del mundo tiene una pata de cabra y otra de gallo.
La muerte de
El día en que las notas de pie de página iniciaron la estampida, murieron juntos el libro y el autor. Yo lectora, doy fe.
Poiesis
Hubo un griego que demoró en escribir versos, sin embargo abrió una pollería. Murió pobre.
La historia real
No fue precisamente un acto de fe la salvación de Jonás. Profeta al fin, sabía que las ballenas además de alérgicas a las algas marinas son ateas.
Lux interior
Siendo los peces abisales estudiosos de la filosofía oriental, de la tecnología de punta, así como del género musical denominado garage punk, esta noche anunciaron al público el título de su próximo libro.
Entre árboles y aves
Era tal su estridencia que entre el maple, el arce y el guajolote decidieron llamarlo: Manuel.
Papelería
Los hachazos fueron varios. No descansó hasta talar el último lápiz que antes fue árbol.
Sobre el Big Bang & el Little Pum
Ahora que vivo por mis fronteras, me alegra saber que cierto personaje aún no ha sido reclamado por los extraterrestres. La abducción aún no se concreta. Por medio del lenguaje de los delfines puedo volver a comunicarme con él. En alusión-alucinógena-alienígena a su mafufa teoría del Universo Fusilhawkingniana (según la cual el Universo en el que vivimos se está desarrollando dentro de un hoyo negro muerto) proclamo y confieso que en completo estado de conciencia pilotearé la Nave Nodriza con toda una comunidad abordo para desentrañar un poco de la carne podrida de nuestra Madre Galaxia, donde ‒embriones apenas‒ nadamos felices en la expansión de La Nada.
Ojalá no seamos parte del Legrado Universal, ni tampoco muramos ahogados en el algodón cósmico de un kótex galáctico.
El tiempo empaquetado
Mientras caminaba por las calles de un país vecino, me topé con varias cajas sobre la banqueta. Cajas medianas, rectangulares, de cartón café acumuladas unas sobre otras. Una de las cajas develaba el misterioso contenido. Decía en letras negras, grandes, mayúsculas y minúsculas trazadas por mano humana la palabra: Kronos.
Supe entonces que si me llevaba una de tales cajas tendría tiempo asegurado para después de la muerte. Supe también que ni Oscar Wilde hubiera imaginado esto para su Dorian Grey. Supe que el tiempo venía empaquetado en pequeños sobrecitos y que podría ser soluble, con sabores y listo para disolverse en agua. Se me antojó prepararme bebidas de tiempo incomprensible, tiempo improbable, tiempo invaluable, tiempo inamovible, tiempo imparable. Haciendo algunas mezclas podría obtener incuso bebidas con efecto déjà vu. En esas andaba cuando me robé al Tiempo en un segundo y lo guardé convertido en su imagen: una fotografía.
P. D.: Siempre pensé que los primeros en vendernos el tiempo empaquetado serían los japoneses, no los gabachos. Me equivoqué.
Revelación
Al borde del suicidio estaba cuando lo pensó mejor: ella, como la postmodernidad, tan sólo era un proyecto inacabado. Oronda, salió chiflando a dar un paseo para inspirarse.
Fulminante
El ataque comenzó de la nada. Tomó unos segundos para que se llevaran las manos al estómago. Iniciaron las convulsiones. A los dos minutos ella y él, entre lágrimas y gesticulaciones, hipaban. No pudieron más. La risa acabó con ellos.