Tierra Adentro

Titulo: Se levanta el viento

Autor: Hayao Miyazaki (director y guionista)

Editorial: Studio Ghibli

Lugar y Año: Japón, 2013

Mi primer acercamiento, tendría acaso once años,  a la filmografía de Hayao Miyazaki fue El viaje de Chihiro (2001). La historia comienza con una niña de mejillas ruborizadas que está por mudarse a una nueva casa junto con sus padres. Durante el trayecto hacen una pausa al camino y encuentran un túnel, caminan hacia él y llegan a lo que parece un pueblo solitario pero sin rastro alguno de abandono. Cae la noche y este sitio cobra vida, se envuelve de una magia única. El resto de la cinta es delirante. A mis once años ignoraba por completo el país de origen de la cinta, su director, la técnica de realización, los galardones otorgados y todas esas extravagancias a las que se les presta tanta atención. Sin embargo, El viaje de Chihiro, con todo y su universo de espíritus, dioses, bebés enormes y criaturas sin rostros, no cambió mi vida. Pero sí me enseñó a Miyazaki.

Hayao Miyazaki: ilustrador, productor, director de cine de animación y cofundador de Studio Ghibli. Su vastísima filmografía (en la que se desenvolvió en la dirección de arte, animador, guionista, editor, productor o director) lo han convertido en icono de la cinematografía. Un referente único. Luego de un estado de reposo en su trabajo, se anunció un inesperado regreso a la cartelera con Se levanta el viento (Kaze tachinu), una producción con animación casi artesanal y proyectada a estrenarse en el Festival Internacional de Cine de Venecia 2013, que llegó a México en febrero de 2014 en el marco del Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM).

En Se levanta el viento conocemos a Jiro Horikoshi, un niño que encuentra en sus sueños de cada noche la respuesta a todas sus inquietudes y anhelos. Cual presagio, descubre en ellos su gran amor por la aviación, de mano de quien habrá de convertirse en un compañero recurrente y fundamental influencia para él, el señor Caproni, un diseñador italiano de naves aéreas. Esta es una historia lineal, por lo que vemos a Jiro como niño, adulto y profesionista, consolidándose como ingeniero aeronáutico en una importante empresa de Japón. Sin embargo, la vida de Jiro se entrelaza constantemente con todos sus sueños y fantasías propias.

Miyazaki plasma en esta cinta, la última entrega de su filmografía, un ejemplar impecable. Hay aspectos de su trabajo artístico que son sobresalientes, un ejemplo claro es la capacidad de hacer que el espectador entre y forme parte del mundo (y mundos) presentado, con una amplia cantidad de tonalidades físicas —la técnica: matices y colores— y abstractas —la intención, personalidades y temperamentos—, figuras, posturas, condiciones y transiciones. Miyazaki, invariablemente a lo largo de su obra, hace que la ficción se vuelva real y, por momentos, casi tangible.

Pero hay algo diferente: en Se levanta el viento, nos alejamos de las criaturas fantásticas acostumbradas, para incluir temas reales, crudos y de mayor alcance. Lejos de enfocarse de lleno en el público infantil —absurda aquella concepción de la idea de la animación únicamente abocada a este sector de la audiencia—, Miyazaki retoma esa inocencia propia de los niños como parte de las cualidades de los dos personajes femeninos: la pequeña hermana Kayo y Naoko, personajes secundarios que suavizan la trama e impulsan al protagonista.

La historia de Jiro se trata de algo distinto. Es la guerra, es Alemania, es Caproni como Italia y es el Japón sacudido en un sinfín de ocasiones, el de la tragedia, devastado, cicatrizado. Pero también es el Japón del ingenio humano y de la reconstrucción constante. Este es el mundo de Jiro, entre la catástrofe y la convicción de volar.

Esta película tiene diversas opiniones negativas, pero no hay que perder de vista que estamos ante un realizador por demás consagrado que no pretende hacerse de grandes entradas económicas, ni de la frivolidad de alcanzar el primer lugar en la taquilla; sino transmitir un mensaje conciso y contundente, acaso de enaltecimiento propio y colectivo. Se levanta el viento sobrepasa cualquier crítica.

Aunque Miyazaki se retire, quedan la emotividad de su obra, los universos fantásticos pero extrañamente reales, el encanto por la vida diaria, la idiosincrasia oriental, la belleza del animismo materializado y todos los personajes que ahora son referentes de generaciones: esos que conocimos por accidente o por casualidad, que quedaron marcados como sello, que se han quedado con una parte nuestra y a los que podremos volver gustosos, como quien redescubre el pasado. Como a los once años.

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