Tierra Adentro
Ilustración realizada por María del Carmen Zapatero

 

Escribían como escriben los hombres libres.

Úrsula K. Le Guin sobre los hermanos Strugatski

 

 

La scifi cobró popularidad en la antigua Unión Soviética de la mano de los primeros cosmonautas. Cuando Yuri Gagarin volvió de su famoso viaje espacial, se declaró en favor del creciente fandom de la scientification. Escribió una carta a Saber y Poder, la revista que leía en su adolescencia, y recordó que se burlaban de él por consumir historias de astronaves que orbitaban el planeta. En el régimen estalinista, el género de la especulación llegó a ser considerado socialmente perjudicial; el texto debía estar sometido al servicio del Estado y a la conciencia de clase. La vida extraterrestre —en caso de existir— tenía que ser racional y comunista. El Partido leyó con ojos escrutadores muchas de las novelas de ciencia ficción que se escribieron en la URSS.

Una de ellas fue Pícnic extraterrestre o Stalker de los hermanos Strugatski (Arkadi, el mayor, lingüista; Borís, el menor, astrónomo). Juntos imaginaron la historia en las playas de arena y dunas de Komarovo, provincia de San Petersburgo, a orillas del golfo de Finlandia. Era febrero de 1970 y por entonces estaban terminando Ciudad maldita, otra de sus obras más reconocidas en el corpus de la ciencia ficción. Casi un año después, tenían un plan detallado y minucioso para estructurar la novela. Incluyeron en el título una palabra tomada de Stalky & Co., de Rudyard Kipling, y fue así como inocularon stalker en el imaginario colectivo. Iban a escribir a cuatro manos. Luego tendrían que enfrentar el examen de la censura.

Quizás el caso más célebre en el canon de la novela rusa de ciencia ficción sea el de Nosotros, obra escrita por Yevgueni Zamiatin en 1920, que nunca fue publicada en la URSS a pesar de haber sido autorizada treinta años más tarde y fungir como origen de la corriente distópica. La crítica literaria especializada la ha colocado como germen de ideas posteriormente desarrolladas por Aldous Huxley y George Orwell, con ecos hasta La naranja mecánica de Anthony Burgess. Los Strugatski comenzaron el borrador de su novela el 19 de enero de 1971 y para el 3 de noviembre de ese mismo año terminaron la redacción definitiva.

A finales de 1972, en la revista Avrora apareció una edición casi intacta de Pícnic extraterrestre, pero la editorial Molodaya Gvardia tardó casi una década en publicar su versión en libro. En el “Comentario” de Borís Strugatski a la reimpresión de 2015 por Ediciones Gigamesh, el escritor relata que la casa editora rusa era invariable año tras año con los «obstáculos» de la novela: “[…] quiten de Pícnic los muertos vivientes; cambien el lenguaje de Redrick Schuhart; introduzcan la palabra soviético cuando hablen de Kiril Panov; eliminen la tenebrosidad, la desolación, la rudeza, la brutalidad…”.

Luego de más de ocho años, catorce cartas a los comités centrales de revisión y doscientas humillantes correcciones —en palabras de Borís—, Molodaya Gvardia accedió a cerrar el contrato por la compilación. Ganaron los autores. Fue un caso excepcional en la historia de la industria editorial soviética. Pícnic extraterrestre ocupó un estante en las librerías de la URSS en el otoño de 1980. Andréi Tarkovski la había adaptado al cine apenas un año antes como Stalker. Los hermanos Strugatski no leyeron una página de aquellas publicaciones rusas hasta que aprobaron una versión en 1990.

Pícnic extraterrestre o Stalker, a diferencia de la novela de Zamiatin, es un peculiar relato de «primer contacto» y una suerte de «novela de advertencia». Trece años después de la «Visitación», alienígenas desconocidos que viajaron a la Tierra —y se marcharon sin interés alguno en sus habitantes— dejaron «zonas» de las que los «stalkers» extraen basura intergaláctica. Posteriormente la comercializan en el mercado negro como objetos de uso y provecho para coleccionistas o mafiosos. También los científicos están muy interesados en dicha extracción a escondidas de la policía.

Redrick Schuhart trabaja de día como auxiliar en el Instituto Internacional de Culturas Extraterrestres de Harmont y de noche utiliza su mono especial de stalker. Uniformes como trajes de buceo que resultan indispensables para protegerse del hostil ambiente que dejaron los visitantes. La zonas no son territorio humano. Hay fenómenos que desafían las leyes de la física, piezas excéntricas y enfermedades letales: vacíos llenos, gelatina de bruja, graviconcentrados, grietas, acumuladores infinitos, picapicas, lágrimas negras

Luego de entrar en la zona, en ocasiones junto con sus colegas Kiril Panov y Richard Noonan, Schuhart se percata que los «regalitos» cósmicos no traerán la paz mundial o un clima ideal, sino que representan un desafío al conocimiento, al destino individual y a la cosmovisión terrestre. El alienígena aparece como turista y no como invasor. La «Visitación» es el descubrimiento más importante en la historia de la humanidad y los stalkers, arqueólogos del futuro, encarnan al ser humano que se enfrenta a la ciencia y lo desconocido.

La búsqueda particular de la novela se centra en un objeto olvidado por los extraterrestres: La Bola Dorada, un cuerpo luminoso que posee la capacidad de conceder todos los deseos imaginables. Por esa razón la persiguen con insistencia tanto el Buitre Burbridge, stalker profesional a sueldo, como científicos del Instituto Internacional de Culturas Extraterrestres de la Norteamérica que proponen los Strugatski. La promesa final de Pícnic extraterrestre enunciada como “¡Felicidad para todos, gratis, y que todo el mundo se marche contento!”, no es solo la reducción de la fábula en tanto el fracaso soviético, tal como lo argumenta Úrsula K. Le Guin en su “Presentación” de la obra de Arkadi y Borís, sino además una conversación abierta sobre la posibilidad del contacto con otras inteligencias y los alcances del conocimiento humano.

Pícnic extraterrestre o Stalker de Arkadi y Borís Strugatski sugiere —a pesar de la persecución de la censura y otros obstáculos del mundo editorial— preguntas germinales en el amplio espectro del What if…: ¿Podríamos comunicarnos con inteligencias extraterrestres? En todo caso, ¿les interesaríamos? ¿En qué medida tales descubrimientos afectarían el desarrollo de la humanidad?  La novela de los hermanos Strugatski es en absoluto moralista o ideológica, sino que ofrece un pulso narrativo libre en el que se cuelan presupuestos filosóficos que critican tanto el capitalismo como el régimen comunista. Su discurso es escéptico y los personajes que la habitan solo piensan la felicidad en cuanto imposible. El mundo en la distopía puede ser fascinante, pero también hostil, desesperanzador y brutal.

 

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Referencias

Barceló, Miquel, Ciencia Ficción: Nueva Guía de Lectura. Barcelona, Nova, 2015.

Capanna, Pablo, Ciencia ficción: Utopía y mercado. Valencia, Gaspar & Rimbau, 2021.

Strugatski, Arkadi y Borís, Stalker. Pícnic extraterrestre. Barcelona, Gigamesh, 2015. Incluye la “Presentación” de Úrsula K. Le Guin y el “Comentario” de Borís Strugatski.