Tierra Adentro
Ilustración de Zauriel

PASTORELA ÁCIDA

I

Pastores: Isacio, Josefo y Jacobo

Según los pastores recuerdan, Mictlán apareció en el jardín una tarde de diciembre y le dijo a Isacio que debían salir de casa. Era un gato negro de ojos amarillos que resultó estar enterrado debajo de donde se encontraban. En ese momento no les pareció raro que Isacio hablara con él y les tradujera. Al contrario. Habían conseguido el Meth Z y desde que se reunieron sabían que el viaje iba a ser largo. Sin embargo, no fue hasta después de cuatro porros cuando acordaron salir de casa; entonces comenzó la historia.

Jacobo: Vamos por un bajón, ¿o qué?

Josefo: Estaría chido.

Jacobo: Había unos tacos aquí a la vuelta, ¿no?

Isacio: Ya los cerraron, carnal. Bueno, la neta no estoy seguro, pero creo que sí.

Josefo: Chale.

Jacobo: Amos a ver de todos modos. Esas quecas de tripa no se librarán de mí tan fácil.

Isacio: Sobres.

La taquería se había convertido en un Oxxo cuando llegaron. Aprovecharon el bug y entraron a comprarse unas Maruchan y una caja de cigarros, no se mencionaron las quecas de nuevo. Acababan de echar agua caliente en las sopas cuando Josefo preguntó:

Josefo: ¿Creen que ya estén?

Jacobo: No.

Josefo: ¿Por qué?

Isacio: Güey, han pasado como treinta segundos, todavía ni las pagamos.

Josefo: Ah.

Jacobo: Ahorita agarramos el camión que va a la chingada, hay un cerro bien chingón por ahí donde podemos fumar, no está lejos. ¿Traen mota?

Isacio: Simón, yo traigo.

Jacobo: Sobres, sirve que se cocinan bien las sopas y nos las echamos en el camión. Jajaja, pinche Josefo, ¿cómo crees que ya van a estar listas, carnal? Eso de los tres minutos nomás es un mito de etiqueta.

Los pastores decidieron esperar hasta adentrarse en el cerro para prenderse el porro o un cigarrito. Las Maruchan, en cambio, se terminaron en el trayecto. El problema fue la laira porque no traían y no se dieron cuenta antes. Ninguno iría a buscar una tienda ni aguantaría mucho sin fumar, entonces Jacobo dijo:

Jacobo: Por aquí hay un río y casi siempre hay bandita. ¿Amos o qué?

Josefo: La neta yo nomás los vengo siguiendo.

Isacio: ¿No se pone muy salvaje por aquí?

Jacobo: Pues si caminamos mucho, sí, un poco; allá por la chingada sí se pone bien salvaje, pero aquí en el río no hay falla, yo creo ahí podemos conseguir encendedor.

Isacio: Ei.

Josefo: ¿Cómo que “ei”?

Isacio: Pues “ei”.

(…)

Josefo: ¡MIREN!

Jacobo: Ájalas, ya se alcanzan a ver unos compillas allá.

Isacio: Andan fumando, ¿no?

Josefo: Quién sabe. ¿Tú alcanzas a ver humo, Jacobo?

Jacobo: No estoy seguro al cien, pero ya se antoja. Ahorita vemos qué onda.

Josefo: Oigan, ¿y no estarán muertos como el gato de hace rato?

Jacobo: Nel, no creo. Pero sí se ve que están vestidos bien raro, los tres tienen corona y abrigo.

Isacio: Ahhh, el Mictlán, ya ni me acordaba de él. ¿Cómo andará?

Jacobo: Pues enterrado, ¿no? O en otro viaje de Meth Z, nunca se sabe. Ojalá que no tan cerca.

Isacio: Pero él también va a venir al nacimiento, ¿no?

Jacobo: Cuál nacimiento, güey.

Isacio: Pues al que nos invitó el Mictlán.

Jacobo: Ah, caray, pos no que andabas traduciendo todo lo que decía.

Isacio: Es que no le entendí bien unas partes, pero algo así dijo.

Josefo: Aguanten… un burro.

Jacobo: ¿Cómo que un burro?

Josefo: Hay un burro, con los del río.

Jacobo: No mames, sí es cierto. ¿Quiénes serán entonces?

(…)

Josefo: ¡YA SÉ!

Jacobo: Ora qué.

Josefo: ¡Son los reyes magos!

Jacobo: Oí nomás, Isaficio. ¿Qué tiene que ver un burro con los reyes magos?

Isacio: Híjole, la neta ando bien perdido, pero puede ser que sí, carnal.

Jacobo: ¿Te cae?

Isacio: No lo puedo jurar, pero tampoco me sorprendería si sí.

Jacobo: Shhh, pues quién sabe entonces.

Josefo: Al menos ya se ve que sí están fumando, amos a pedirles chispa.

Isacio: Bambi, ahorita que lleguemos yo les digo.

Estando a unos metros notaron que uno de los supuestos reyes magos hablaba con el burro a solas, los otros dos fumaban entre los peñascos del río y llegaron con ellos. Bueno, el primero que se acercó fue Isacio, quien con toda la seguridad posible les dijo:

Isacio: ¡Ei! ¡Amigos! ¡Ei! ¿Nos podrían hacer un paro? Necesitamos su fuego. Es para una buena causa.

El rey más cercano le lanzó un gotero inmediatamente. Isaficio y los demás pensaron que ya habían logrado su cometido y sonrieron, pero al ver lo que realmente habían recibido dijeron:

Jacobo: No, carnal, necesitamos un encendedor.

Isacio: Nombre, no hay pez, con esto nos prendemos igual. ¿Sí o no, Josefus?

Josefo: La neri. Pero aun así necesitamos el fuego.

Jacobo: Sigamos caminando, chance nos encontramos uno más arriba.

Isacio: ¿Creen que podamos fabricarlo?

Jacobo: ¿El fuego?

Isacio: Según la lógica del pretzel…

Josefo: Ahh, chequen.

Isacio: Cawn, ¿qué es eso?

Jacobo: Parece un dragón… dos dragones…

Josefo: Ahh, ¿Se acuerdan cuando me vasquié en el Bar Fly?

Jacobo: Jajaja, ¡son los Dragonflys, wey!

La maravillosa triada continuó su camino hacia la mollera del río sin preguntarse absolutamente nada… Ellos sabían bastante bien que el silencio les elevaba más arriba la cabeza, entonces como el agua que camina y el viento que gatea, simplemente sucedían.

Josefo: Aguanten, me torcí el ombligo.

Isacio: ¿El ombligo?

Jacobo: ¿Dónde tienes el ombligo?

Isacio: Parece que no encontraremos fuego todavía… ¿Qué les parece un poco de ese gotero?

Jacobo: Buena idea, si no podemos prender el cerebro del porro, que sea el nuestro.

Josefo: Pero ya lo tenemos prendido, ¿No?

Jacobo: La neta yo no siento que el mío esté chambeando. A ver, Isaficio, destápalo.

Isacio: Vas, tú primero.

Jacobo: Mmm, qué bueno que no tiene sabor esa mauser.

Isacio: Entonces sí es del bueno. A ver…

Josefo: Pásalo.

Isacio: Ahora sí veremos cosas.

Josefo: ¿Más?

Jacobo: Nunca está de más, mi buen. Sigamos caminando.

Josefo: Simón. Nomás déjenme hacer una firma.

Isacio: ¿Por el ombligo?

Josefo: Tsss, estaría bien.

Jacobo: No mamen, detrás de aquella roca hay alguien…

Josefo: ¿Neta?, ¿dónde?

Isacio: Chance ese wey sí trae flama. ¿Le pregunto?

Jacobo: No sé, qué tal que sólo es parte del trip y nomás andamos alucinados.

Isacio: Pues aquel burro y los tres reyes magos no sólo eran parte del trip.

Josefo: Tienes razón. Hay que preguntarle antes de que el ácido nos reviente. Vas.

Isacio: ¡Hey, compa! ¿Traes lira?, qué digo lira, ¿traes laira?

(…)

Jacobo: Yo creo anda igual que nosotros… o peor.

Isacio: No puede andar más acá que nosotros, ¿o sí?

Josefo: ¿Nos acercamos? ¿Nos vamos? ¿…Qué hacemos?

Jacobo: Trancas, crazy man.

Isacio: A ver… ¡Oye, traemos grifa!

(…)

Josefo: No mames hay viene…

Isacio: Aweso, creo que ya la hicimos.

Jacobo: Saca el porrini para que lo vea.

La extraña silueta se aleaba como el humo recién sacado entre las ramas, dirigiéndose lentamente hasta la generosa mirada de los tres pastores… Ninguno hizo movimiento alguno, pero aguardaban impacientes la verdadera forma de aquel misterioso cuerpo y una vez ante ellos… todo y nada…

Isacio: Quihubo, somos Isacio, Jacobo, Josefo y subimos hasta acá buscando laira. ¿Cómo te llamas?

Humo: Armando Mota Pacheco.

Josefo: Genial, nosotros también queremos armar mota.

Jacobo: No, wey, así se llama.

Josefo: Ah.

Isacio: Entonces… ¿Sí traes?

Humo: Claro, puedo ayudarles.

Isacio: Chingón.

Humo: Pero necesitan dejar algo a cambio.

Jacobo: Ora, pero si sí te vamos a dar porro.

Josefo: Simón, somos compas.

Humo: Un poema.

Tres pastores: ¿Y eso qué es?

Humo: Escriban un poema y podrán fumar la hierba.

Isacio: No entiendo.

Jacobo: Wey, tiene rato que no entendemos nada.

Isacio: ¿Quién sabe escribir un poema?

Josefo: Nosotros nel.

Humo: Tomen. Escriban sobre esta planilla sus verdaderas intenciones.

Jacobo: Ahh, no mames, ¿Cuántos ajos hay aquí?

Humo: Los suficientes como para soportar la luz de su inconsciencia.

Isacio: ¿La luz? Cawn, pero estamos bien drogados.

Josefo: Wey, ya hay que escribir lo que sea, quiero fumar.

Jacobo: El Josefus tiene razón. Lo que sea es bueno, ¿no?

Humo: (…)

Isacio: Entonces… ¿Si aquí escribimos un poema nos das el encendeprende?

Jacobo: Pero dile que nos dé un cuadrito, aunque sea.

Josefo: Simón, tiene varios.

Isacio: Aguanten. ¿Un poema es igual a una laira, va?

Humo: (…)

Josefo: Y una laira es igual a un porro encendido.

Jacobo: ¿Traen pluma?

Isacio: Ahora ese es el pedo, no traemos pluma.

Humo: Tengan.

Tres pastores: (…)

Josefo: ¿Quién empieza? ¿Ponemos nuestros nombres?

Jacobo: ¿Y la fecha, di? Nombre, si no es examen, lo que sea.

Isacio: A ver, a ver…

Después de varios minutos relamiéndose los labios e intentando descifrar sus propios pensamientos, los tres pastores escribieron su primer poema.

Jacobo: Creo que ya está.

Josefo: Sí, ¿no?

Isacio: Toma el poema. ¿Ontá el encendedor?

Humo: Excelente.

Jacobo: Simón, ¿Y el fuego?

Josefo: No mamen, traía uno en la chamarra.

Isacio: ¿Neta? Te pasas de lanza… Ahh, ¿Y el Armando?

(…)

Jacobo: Qué pedo, se fue y no nos dio nada.

Josefo: Nel, ese vato sí se pasó de lanza, yo no… ¿Quieren porro?

Jacobo: Tss, a ver saca, Toallín.

Isacio: Pues ya ni pedo, banda. Si quiera ya tenemos laira.

Jacobo: Me siento un cavernícola que recién descubre el fuego, la neta.

Josefo: Está oscureciendo, matemos el churro y sigamos, ¿no?

Isacio: De una buena vena porque aquí salen duendes.

Jacobo: Los duendes somos nosotros, wey.

Isacio: ¿Sí, va?

Josefo: En efectivo, pero ámonos.

Isacio: Pero, ¿Adónde se supone que íbamos?

Jacobo: Pues a buscar fuego, pero todo el tiempo lo tuvo este wey.

Josefo: Ne, yo creo que el Armando me lo echó sin darme cuenta.

Jacobo: Hazte más wey.

Isacio: Está muy confuso el camino. ¿Seguimos subiendo o bajamos por acá?

Josefo: La neta ya ando bien arriba y no quiero subir más.

Jacobo: Entonces bajemos por acá… ¿Pero no hemos pasado por ahí, va?

Isacio: Creo que no.

Josefo: Pues a darle…

Los tres pastores bajaron y no detuvieron su camino hasta encontrarse con varias luces que no eran luciérnagas, pero sí revoloteaban a lo lejos…

Isacio: La neta creo que alucinamos todo el pedo del Armando Mota.

Jacobo: ¿Crees?

Isacio: Sí, wey, pues no mames, ese vato era puro humo.

Josefo: Pero lo escuchamos y todo el pedo.

Isacio: Por eso.

Jacobo: No mamen ya no se ve nada por acá.

Josefo: Miren allá, hay luces.

Isacio: Ya nos cargaron los puercos, banda.

Jacobo: No parecen patrullas. ¿Vamos a ver?

Josefo: Son las únicas luces aquí, wey, simón.

Isacio: Huele raro, ¿No? cómo que andan quemando algo.

Jacobo: ¿Se te hace?

Coautores: Gerardo Szae y Diego Armando Otro.