Rendez-vous con Tablada

Titulo: José Juan Tablada: su haikú y su japonismo
Autor: Seiko Ota
Editorial: Fondo de Cultura Económica
Lugar y Año: México, 2014
Cuando José Juan Tablada: su haikú y su japonismo llegó a mis manos, jamás esperé un nuevo estudio sobre la poesía de Tablada. Resultó grata la posibilidad de leer otra interpretación de sus haikús, no sólo por mi afición a su poesía —que conserva una vitalidad raramente repetida en la historia de la letras mexicanas—, sino porque la recepción de ésta ha sido paupérrima, incluso entre asiduos lectores de poesía. Según un sondeo hecho por mí en charlas de cafetería, no se trata sólo de Tablada, pues varios escritores de la misma época (como Bernardo Couto, Efrén Rebolledo, Balbino Dávalos, Gutiérrez Nájera, Ángel de Campo, etcétera) son igualmente arrumbados. Pareciera que los lectores contemporáneos no están dispuestos a disociar la producción literaria mexicana, de finales del XIX y principios del XX, de la acartonada y árida percepción que el ámbito académico ha construido sobre dicho periodo. No sé si culpar a la difusión institucional que han dado a la literatura de esa época, que la constriñe a sostén literario de la identidad nacional.
Redescubrir la obra de Tablada siempre es un placer. Al menos tenemos dos motivos para reconocer su grandeza. El primero es por su participación en el grupo seminal del modernismo en nuestro país —época de oro de las letras mexicanas, en la que por vez primera se hizo tangible un lenguaje estético propio y heterogéneo—. El otro motivo es por haber sido él quien trajo la vanguardia a la poesía. Tablada forma parte de un eje de escritores del que se desprende el amplio espectro que hoy abarca la poesía mexicana.
Era común que las miradas modernistas buscaran horizontes culturales apartados del europeo, que violentaran la inspiración y rompieran con la arraigada y conservadora literatura del país, pero ningún otro autor de este movimiento logró apropiarse de una forma poética tan apartada de nuestra lengua como lo hizo Tablada.
El haikú no es una composición cuya identidad está dada por la forma, pues tiene una esencia profundamente relacionada con el momento de la creación poética, con la naturaleza, la percepción sensorial y contundencia verbal que resguarda la pureza de la poesía, es por esto que sacar de las sombras los haikais de Tablada, no sólo con la intención de hacerlos visibles sino de explotar cualquier posibilidad de deleite, implica contextualizarlos minuciosamente tal como lo ha hecho Seiko Ota en su libro.
Supongo que esa «contextualización minuciosa» podría ahuyentar a lectores poco experimentados en Tablada, pero en el caso de nuestro poeta, el contexto es verdaderamente fascinante: un artista hedonista que da rienda suelta a su afinidad por una cultura remota, al punto de lograr capturarla a través de la poesía.
Seiko Ota vislumbra las posibles fuentes de la afición de Tablada por Japón, cuenta sucesos de la vida del escritor, tal vez inesperados en un estudio de poesía, por ejemplo el encuentro del poeta con un libro de estampas japonesas en su infancia, o su viaje al «País del sol naciente». La autora evidencia los cauces que desembocaron en la creación del haikú «tabladiano», pero no se ciñe a las influencias poéticas, ya que explora aristas de la personalidad de Tablada, determinantes para el dominio de dicha composición, como su peculiar entendimiento de la naturaleza —un tanto búdico— o su habilidad como pintor.
Sin ánimos de incitar a los institutos de investigación literaria para que se rasguen las vestiduras, me atreveré a afirmar que, hasta ahora, este título es el pináculo de la bibliografía sobre los haikús de Tablada, porque, entre los textos que la conforman, son poco los estudios que concentran tantos factores que pudieron provocar su origen, y aun menos los que esclarecen de tal forma la esencia del haikú, constituida por elementos poéticos que se escapan de la comprensión del pensamiento occidental.