Tierra Adentro

La Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, es un lugar donde la cordura fracasó miserablemente.

La intención de Raum (Juan César Dorante, 2013) es demostrarlo. El cineasta judío, reconocido por su trabajo Paciente 7 (2009), asalta a la crítica con su primer mediometraje documental. Todo empieza con una pregunta: ¿Por qué no hay aula 111 en la Facultad? ¿Por qué, entre la 110 y la 112 hay un espacio mucho más amplio que la suma de los dos salones juntos?

Dorante recuerda, y ése es el leit motiv de Raum (“espacio”, en alemán), haber entrado el primer día de clases de la Facultad en el salón 111, capicúa de la memoria. Sólo había una chica con la que el director asegura haber hablado durante un buen rato. Después, la chica se despidió.

Dorante, confiesa, se enamoró y regresó durante cuatro jueves (a las ocho de la mañana era la clase) al salón 111. A mitad del semestre sufrió un accidente automovilístico horrible (donde perdió la mano izquierda) y dejó de asistir.

Ahora, el director realiza frente a la cámara una pesquisa para encontrar a esa chica. La primera sorpresa es que no encontró el salón 111. Un informante —pixeleado de pies a cabeza— revela información difusa: el salón 111 nunca ha existido. Por decisiones logísticas, se hicieron dos aulas un 50% más grande que otras (la cuestión de la numeración fue un error humano). Así, el salón 111 nunca ha sido más que una falla de asignación de espacios.

En la última recta del documental, Dorante decide permanecer durante toda la noche en la Facultad con ayuda de los miembros del cineclub Manuel González Casanova. Sale de su escondite a las 00:45, según el marcaje del video.

La siguiente escena es Dorante y los integrantes de cineclub, hablando en una cafetería de Copilco. Dorante les confiesa que encontró el salón 111. “Estaba ahí, entre el 110 y el 112 —cuenta el realizador—, entré. La luna brillaba poco, como si hubieran puesto un foco de 15watts en el salón. Me senté y me puse a hacer unos paneos del pizarrón. De repente, vi un objeto en el escritorio. Era mi mano. Sí, mi mano. Salí. Regresé al cubículo y desperté esta mañana”.

El documental termina con dos leyendas. La primera: “Nunca se pudo recuperar el contenido del miniDV con que grabó Dorante”, se disuelve para dar paso a la segunda: “El miniDV tenía grabados 64 horas de ruido blanco. El tiempo máximo de grabación de un miniDV, en calidad mínima, son 8 horas”.