Querido dramaturgo:
Titulo: Cartas a un joven dramaturgo
Autor: Marco Antonio de la Parra
Editorial: El Milagro/ Conaculta/ La Rana
Lugar y Año: México, 2007
Se comienza por la lectura. Se lee un libro; si es el correcto, se crea un puente. Y en algún punto, se está del otro lado. Aparece la escritura.
El proceso de la escritura es complejo; vital. Cuando digo vital, hablo de la necesidad de escribir ⎯lugar común, pero verdadero⎯. Clarice Lispector declara sin medias tintas que “Escribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba”. Uno lo lee y siente que no hay nada más certero. Entonces ocurre: el lector se reconoce como escritor, aprendiz. La búsqueda inicia.
Aprender a escribir implica la palabra viaje. Se emprende un viaje que acaba con la muerte. El viaje incluye talleres, clases y lecturas; sobre todo lecturas. De sobra son conocidos libros que teorizan acerca de la materia dramática, como El manual del guionista, de Syd Field y La vida del drama, de Bentley, pero quizás, de entre todos, el pequeño manual Carta a un joven dramaturgo, del chileno Marco Antonio de la Parra, es, para aquellos aprendices del oficio, una agradable sorpresa, Una joya.
Publicado en 2007 por Paso de Gato, en su colección de Cuadernos de Ensayo teatral, e integrado en el libro Cartas a un joven dramaturgo por la Editorial El Milagro, el texto es una lectura obligada.
En Carta a un joven dramaturgo, Marco Antonio de la Parra narra con el corazón, desde su experiencia. Escrito en abril de 1994, en Santiago de Chile, el escritor proporciona 64 consejos, que más que eso, resuenan como una especie de oráculo para el amante del drama. Sin pretensiones, y en una narración fluida, por momentos visceral, el autor, intenta poner en la mesa los elementos más urgentes que dan la oportunidad al aprendiz de abrir la puerta hacia su camino, camino que después de la lectura, resulta completamente diferente, más arriesgado, con mayor brío.
Sigo con la metáfora del viaje. Podría decir que llega un momento en que el escritor arriba a un puerto y se transforma en autor. Entonces surge un discurso propio, un estilo. Las obsesiones creativas cambian, se transforman con cada nueva herida, con cada pérdida, con cada duelo.
Marco Antonio de la Parra dice en su libro, que a través de su dolor, el creador cura el dolor de otros y remata afirmando que el dramaturgo es una especie de redentor, médium por el que hablan los personajes.
Sin un A-B-C, el lector percibe en esta carta la pasión hacia el oficio del dramaturgo, el proceso creativo y lo más importante, encuentra en el texto una salvación contra lo inasible y contra sí mismo. Hay texto así, imprescindibles.
Algún día el viaje terminará, lo que quedó será colocado en su justo lugar, esa es la tarea del tiempo -en el mejor de los casos-. El escritor se enfrentará con su destino, entonces las cosechas serán de otros, si esos otros son lectores o espectadores, uno puede darse por bien servido.