Tierra Adentro

Titulo: El karma de vivir al norte

Autor: Carlos Velázquez

Editorial: Sexto Piso

Lugar y Año: México, 2013

Colección: Realidades

La guerra contra el narco emprendida el sexenio pasado sumió al país en un estado de neurosis colectiva, sin embargo, tuvo más impacto en todo el norte del país, esa región donde los capos se asentaron, la han hecho su centro de operaciones y, por tanto, donde han surgido los cárteles más sanguinarios. En El karma de vivir al norte, Carlos Velázquez (Torreón, Coahuila, 1978) cuenta su vida trastocada por esa circunstancia: “me decidí a contar mi historia como padre de una hija, como habitante de la ciudad y como consumidor de sustancias”. Velázquez se centra en Torreón y Monterrey, aunque pueden surgir otros testimonios que muy bien se podrían ubicar en Zacatecas, Matamoros, Ciudad Juárez, Hermosillo o Tijuana.

Con este nuevo libro, Velázquez ganó el Premio Nacional de Testimonio “Carlos Montemayor” en 2012. Ya se sabe que el fenómeno del narco en la literatura mexicana no es del todo nuevo, el primer antecedente se encuentra en la excelente novela del chihuahuense Víctor Hugo Rascón Banda, Contrabando (Planeta, 2008), con la que en 1991 ganó el Premio Juan Rulfo de Novela de Radio Francia Internacional. Después surgió toda una corriente llamada la “narcoliteratura” que ha vuelto el tema recurrente en varias novelas de escritores norteños. Recientemente, Myrna Pastrana contó su experiencia en Ciudad Juárez en el libro Cuando las banquetas fueron nuestras por el que, de igual manera, ganó el Premio de Testimonio en 2010 y la escritora veracruzana Esther Hernández Palacios contó su historia en un libro desgarrador, Diario de una madre mutilada (Ficticia, 2012), que ganó el mismo premio un año antes que Velázquez.

Por su parte, Velázquez arma su libro a base de pasajes, historias fragmentadas que quieren evocar lo que es vivir en una ciudad en la que todo gira alrededor de la droga, tomada por el narco, la policía y el ejército, con frecuentes tiroteos causados por esas tres fuerzas luchando por su territorio, una lucha encarnizada en la que los civiles quedan a merced de ellas. Sin embargo, algunas de esas historias encuentran significados muy débiles, Velázquez cree ver en cualquier vivencia una significancia mayor –justo el karma a que hace referencia el título– a la que en realidad tiene, por ejemplo, cuando cuenta lo sucedido con dos perros callejeros, uno que adopta y otro que lo sigue, y no se puede dejar de pensar que tal vez esas historias sean innecesarias y hacen el libro irregular. Además, constantemente se debate entre huir de la ciudad, de su violencia, pero no huye y no queda claro por qué no lo hace si es tanto el dilema que le causa.

Uno de los rasgos que más se celebra desde los dos libros anteriores de Velázquez es el uso que hace del argot norteño. En algunos pasajes, ese lenguaje puede ser muy afortunado, como cuando cuenta la historia del conjunto musical Tropicalísimo Apache, sin embargo, en otros, es lamentable que tenga tantas oraciones mal equilibradas. Hay fragmentos del libro que son ágiles y fluidos justo por ese argot pero en otros de pronto aparece un cultismo que salta al oído entre tanto lenguaje hablado: “Desde antes de que me retirara, el sistema de distribución de droga había fenecido” (p. 105), ¿por qué no simplemente “terminado” o “acabado”? Al principio escribe: “Gozaba de un trabajo establecido”, claro, debe ser “estable”. Y en otro lado dice: “viví una ejecución a quemarropa” (p. 54), ¿si está atestiguando el hecho cómo es que le dispararon (a quemarropa)? O luego: “La llanta desponchada” (p. 102), ¿no es suficiente ya con “ponchada”? Y en otra página: “Nuestra meta era El Paso. Pero no porque anheláramos tocar el Sueño Americano. Lo que nosotros perseguíamos era la frontera: la fiesta. Y descubrir el norte, por supuesto” (p. 122), ¿qué acaso no Torreón ya está en el norte y por eso se titula así el libro? Un par de páginas después, Velázquez escribe: “nos volvió a escupir hacia dentro”, me pregunto cómo se escupe hacia dentro si en el verbo escupir está implícito que es hacia fuera. Y luego: “Nos ordenaron que nos regresáramos al lugar del que habíamos emergido”, ¿por qué no simplemente “salido”? Todas estas oraciones mal construidas, y otras más, hacen que El karma de vivir al norte se convierta en una lectura desigual y casi diría decepcionante para lo mucho que promete el libro.