Quemar la ciudad con un encendedor
La primera vez que Erick Vázquez me explicó el significado de un fanzine, me quedó la sensación de que hablábamos de un asunto lejano y clandestino. No entendí gran cosa: me habló de Inglaterra, los sesentas, el punk y de cumplir una función social. Pero fue hasta hace poco, en otra conversación con él, que comprendí el alcance de estas publicaciones. En la actualidad, en Monterrey, los fanzines de arte y literatura son creados con cariño y cuidado, circulan por aquí y por allá; pasan de mano en mano, traficados con el afán agitador de compartir arte e ideas.
El programa, dirigido por Erick Vázquez, es uno de ellos y aborda temáticas varias, pero con un objetivo claro en mente: «El programa nace de un curso que tomé sobre pensamiento crítico. Vinieron muchos maestros célebres como Brian Holmes y John Holloway, y trataba acerca de ser agitadores de ideas con una franca tendencia a la resistencia, nos invitaban todo el tiempo a hacer algo, por mínimo, contra el curso del mundo», explica el ensayista, autor de La naturaleza de la memoria.
A partir del curso brotó una amistad entre compañeros y también la idea de un fanzine. «El formato era ideal por barato y la estética poco empresarial, anti institucional». Sin embargo, como suele suceder con frecuencia en este tipo de empresas, después del primer número, todos menos Erick Vázquez saltaron al mar y dejaron el barco a su mando.
El programa reemplaza la primera A de la palabra con la A circulada de la anarquía. Desconozco a qué alude el nombre de la publicación, pero el símbolo anárquico parece congruente con la sustancia de los contenidos. Los textos e imágenes exudan libertad, caos, idealismo, razón, crítica, reflexión y extrañeza. En resumen, cualidades también asociadas al arte.
El fanzine no tiene una periodicidad establecida (respondiendo a la idea de ir en contra de lo establecido) y se arma de manera orgánica conforme van surgiendo ideas, temas y textos de colaboradores. El número más reciente, por ejemplo, no fue editado por Vázquez; su rol fue más bien de facilitador de la plataforma. La directora fue Carolina Márquez: «es algo que ofrezco, El programa como plataforma, pero que hasta ahora sólo Carolina ha tomado».
El penúltimo número, publicado en diciembre 2014, se titula «Los disparates, los caprichos, los desastres de la guerra» y, a partir de obras de Francisco de Goya, varios escritores reflexionan en torno a la situación actual de México. Participan el mismo Erick Vázquez, Denise Márquez, Gabriela Torres, Rolando Flores y Carmen Avendaño.
El texto de Vázquez, «La casa de lo incurable», es inquietante. Comienza narrando la situación particular de Goya como artista: la dualidad neoclásica y romántica que habita en su arte. Ejemplifica con dos excursiones realizadas por el artista a manicomios españoles y el resultado pictórico de ambos estudios. La relevancia de estos trabajos, señala Vázquez, es la libertad de Goya y la consecuente subjetividad: pues no son «el resultado de un contrato con ningún mecenas, noble, militar o religioso». Y concluye, más adelante, acerca de lo representado en estas obras: «La guerra de la que habla Goya es la del Poder contra los individuos, y por eso son tan chocantes los grabados, tan difíciles de ver, tan impopulares dentro de la misma tradición pictórica». Bum. En el mismo ensayo se realiza un paralelismo entre estas imágenes y las vistas en la actualidad por todos los mexicanos en los diarios y noticieros, con lo que se sugiere la repetición de la historia y nuestra incapacidad para reflexionar en torno a la documentación de la misma para no repetir las estupideces del pasado.
¿Qué sigue para El programa? Erick responde que unos amigos, editores de la Revista Cutter, le enseñaron a no depender de la copiadora o del gasto en una máquina offset: «ahorita estoy en eso, en la búsqueda de una imprentita casera, lo que daría un aire aún más insurgente a la publicación y que, además, es el sueño de este tipo de impulsos».
El programa como plataforma seguirá diversificándose y creciendo. Sobre todo porque es clara la apertura a escuchar a las voces fuera del canon. Siempre es saludable mirar la periferia para romper con los prejuicios. «El proyecto es muy necesario. Personalmente, me da la sensación de que hago algo que va más allá de mí. Me da libertad creativa y me siento menos lacra», dice entre risas, y agrega, consciente del extenso camino pendiente por recorrer: «es como querer quemar la ciudad con un encendedor». Después de escuchar a Erick Vázquez, cualquier objeto parece combustible.