Ella sólo quería tener un hijo de Ricky Martin y ser feliz
Titulo: La asesina de Lady Di
Autor: Alejandro López
Editorial: Adriana Hidalgo Editora
Lugar y Año: Buenos Aires, 2001
Ella también quería ser súper flaca y hacerse una rinoplastia que le dejara la nariz bien chiquitita. Ella quería dejar su pueblo natal, Gualeguaychú, para irse a triunfar a Buenos Aires. Pero lo que ella más quería en el mundo era tener un hijo de Ricky Martin, su Adonis pop-latino de torso moreno y marcado, pantalones de cuero y camisa desprendida. Porque Ricky le hacía perder el control. Su voz le taladraba la cabeza y automáticamente le disparaba la imaginación «lo desvisto y lo pienso adentro y lo reproduzco entero intuyéndolo con todo el cuerpo, hasta sentir que voy a estallar».
Ella, Esperanza Hóberal, es la protagonista de la primera novela de Alejandro López, La asesina de Lady Di (2001). Allí, el autor nos sumerge en el vertiginoso periplo de esta adolescente entrerriana, gordita, rubia y muy cholula quien, luego de una violenta pelea con su madre, se lanza a la capital porteña a cumplir el mayor deseo de su vida. Esperanza over all, Esperanza por sobre todo y por sobre todos, el juego fonético del nombre del personaje nos adelanta su forma de encarar la vida. Porque esta chica de provincia está decidida a dejar atrás su vida en Entre Ríos y triunfar en la deslumbrante Buenos Aires, tal y como lo predijo su vidente española: un cambio de vida y de aires.
Esperanza cree en el horóscopo y está convencida de que está marcada a fuego por el destino, pero el destino no es lo único que la ha marcado a fuego. Esperanza lleva una marca y es la de la sociedad de consumo. Las telenovelas, las revistas de chismes de la farándula, la música pop-latina, los estereotipos de belleza imposibles, han moldeado su imaginario, su forma de desear y de sentir. Esperanza funciona así, imitando a sus actrices preferidas. Lleva el pelo como Catherine Fulop en Abigail (telenovela venezolana transmitida en Argentina allá por los noventas) y tiene un cuadernito donde anota sus frases telenovelescas preferidas, para usarlas según la ocasión. Esotérica y un poco desquiciada, Esperanza vive en un mundo tejido por la ficción. Como una suerte de Emma Bovary noventosa e híper maquillada, ésta chica de provincia ya no distingue el límite que separa la realidad de su ficción-pop farandulera. Pero, a diferencia de su par decimonónica, la ficción no es compensatoria de una cotidianidad monótona y aburrida. Por el contrario, esta ficción es su realidad y todo en su vida pasa por el filtro de los patrones impuestos por las industrias culturales. Es en ese límite difuso y casi inexistente, donde se funda la condición de posibilidad de la novela y el movimiento vertiginoso de su trama.
Hasta aquí, podríamos pensar que no hay nada nuevo. Un remake del clásico francés adaptada a los tiempos que corren, pero Alejandro López le da una vuelta de tuerca al bovarismo que conocemos y lleva la novela hacia el fantástico. Esperanza descubre que tiene una habilidad particular: puede lastimar a quien sea con sólo dañar su imagen. Una fotografía, un recorte de revista o un póster que caiga en sus manos, se convierte en un arma letal. Casi como si su desquiciada ficción-realidad le diera habilidades sobre naturales.
Para construir este personaje tan particular y el mundo que la rodea, Alejandro López se vale de los detalles. Es impactante leer La asesina de Lady Di y descubrir allí —multiplicados y omnipresentes— todos los rasgos que caracterizaron la década de los noventa en Argentina. El consumo, la frivolidad, el auge de los patrones impuestos por la televisión, la ilusión del famoso «uno a uno», las marcas de ropa y de maquillaje, los personajes de la farándula, la idolatría a lo foráneo y su correlato práctico, el deslumbramiento por lo importado. Esperanza es la condensación y la hipérbole de una época y de un modo de ser argentino.
A pesar de su frivolidad, Esperanza lleva en sí el signo de lo trágico. Heroína de minifalda killer total y tacones altos, la entrerriana se convierte en víctima de sus propios deseos e ilusiones. Aquel mundo de consumo que la deslumbra, lleno de estímulos y en apariencia inofensivo, es también cruel y excluyente para esta chica gordita del interior que sólo quería tener un hijo de su ídolo, ser flaca y fantástica. Porque amar a Ricky de veras, con el cuerpo y el alma, no es tarea fácil, y el final feliz de la telenovela puede desvanecerse en el momento menos pensado.