Tierra Adentro

Titulo: La comemadre

Autor: Roque Larraquy

Lugar y Año: Buenos Aires, 2010.

La primera novela de Roque Larraquy (Buenos Aires, 1975), La comemadre (2010), no se trata exactamente de un tango ni de un lamento amatorio. Podría tratarse, en principio, de una cabeza. Literalmente. O, más bien, de lo que un grupo de médicos de un hospital perdido en medio del campo, en 1907, estaría dispuesto a hacer por algunas cabezas. Y por todo aquello que las cabezas deseadas les podrían revelar. También, La comemadre podría versar sobre el duelo latente y erótico entre dos artistas sin ningún parentesco familiar, pero muy similares físicamente, quienes, en 2009, se proponen deslumbrar al mundo del arte con una obra hecha de retazos de cuerpos.

Ciencia y arte, entonces, están aquí cruzados por un enigma y la obsesión de su resolución, que lleva a los personajes a realizar acciones insospechadamente delirantes. El enigma decimonónico: ¿qué hay del otro lado de la vida y cómo la ciencia —y sus métodos de observación empírica— puede revelarlo? El enigma actual: ¿cómo aprender las variables del mercado del arte para triunfar en él? La respuesta: el cuerpo y sus fragmentos que pueden atraer tanto voces del más allá como a la clave del ansiado éxito. Hay, aún, otro enigma que atraviesa la novela, sus dos temporalidades y sus personajes. Tal vez más complejo y desconcertante que la propia muerte y el deseo de triunfar. Se trata del amor y sus vicisitudes corporales y sentimentales.

En este juego de obsesiones y enigmas se desarrolla La Comemadre. En 1907, en Temperley, el doctor Quintana es el jefe de la guardia nocturna de un sanatorio perdido en las orillas que separan la civilidad de la amplia pampa y sus atardeceres rosados. Enamorado de la enfermera Menéndez —mujer secreta que fuma su cigarro en el marco de la ventana y lo abandona antes de terminarlo—, sus noches se suceden sin sobresaltos hasta que el dueño de la clínica, Mr. Allomby, le ordena al plantel de médicos una tarea extraña y perturbadora. Es necesario conseguir cabezas. De enfermos terminales, pobres, inmigrantes, que nadie extrañe ni reclame. La decapitación de estos cuerpos les dará nueve segundos de gracia en que la cabeza permanece consciente antes de morir, y les revelará lo que ve y siente en su contacto con la inminente muerte. Pronto, esta tarea moralmente réproba se convierte en una competencia entre colegas por ver quién consigue más cabezas, quién se queda con el premio monetario a cambio de su obtención y, también, quién conquista el difícil corazón de Menéndez. Porque el espacio de la clínica se revela como un mundo netamente masculino, en donde la rivalidad por la hembra y por el prestigio es subrepticia y constante.

En 2009, ya en Buenos Aires, nos adentramos en la historia de un ex niño genio y ex adolescente de bucles y ciento veinte kilos de peso devenido en prestigioso artista, cuya polémica obra ha trascendido las fronteras nacionales para llegar al público escandinavo. El artista nos cuenta su vida en las anotaciones que le hace a una tesis doctoral que Linda Carter —homónima de la mujer maravilla— hace sobre su trabajo y su persona. Aquí también aparece Lucio Lavat, su curioso doble: él y el artista son físicamente muy parecidos, aunque no guardan ningún parentesco familiar. En la primera exposición del artista sus destinos convergen para volverse una suerte de amor simbiótico y un duelo erótico en el que Lucio y él —él y Lucio— se ayudan para conquistar el mundillo del arte y «dejar salir el monstruo». El «monstruo» es una obra hecha con manos de cadáveres que simulan rezar y que aluden, a la vez, a las manos robadas de Perón y que, hacia el final de la muestra, incorpora el dedo mutilado del artista. Pero el esa pieza es, también, un mundo snob en que lo delirante y morboso se consume como arte y en donde los propios cuerpos de la extraña pareja se ponen a disposición de sus reglas, transformándose en obra viviente.

En definitiva, más allá de lo circunstancial de sus extravagantes imágenes de cabezas decapitadas, manos colgantes, amores y duelos, La comemadre nos habla de aquello a lo que no podemos rehuir aunque queramos. Todas las locuras: eso hacen sus personajes por una cabeza, por el amor, por el prestigio, por el conocimiento. La novela parece hacer de tales fijaciones el corazón de su trama y nos deja la certeza de que las obsesiones con que atravesamos la vida estarán allí esperándonos a que cometamos por ellas todas las locuras.