Polka Madre: riqueza musical que no conoce fronteras
Endless, el tercer disco de Polka Madre, ya comienza a circular; se trata de un logro más de estos músicos. Ellos han experimentado la salida de miembros de diferentes nacionalidades y con perseverancia han nutrido de matices a un sonido que partió de la música balcánica. Al día de hoy, la alineación se conforma de la siguiente manera: Enrique Pérez en el clarinete; Marina de Ita en el acordeón y teclado; Cynthia Martínez en el violoncello y requinto jarocho; Sergio García en la tuba; Carlos Toledo en el contrabajo, y Ricardo Romero en la batería y percusiones.
Excelentes músicos que tienen anécdotas que rayan en lo legendario, como aquella vez que no pudieron tocar en el Festival Glastonbury, de Inglaterra, por problemas de aduana y al año siguiente los organizadores le pusieron su nombre a uno de los escenarios y los invitaron a tocar en el fin de fiesta con las estrellas.
Son una banda con bastantes cosas por decir, por lo que conversamos con ellos a propósito de un trabajo co-producido por Moro “Osito” Von Ropi (que también toca el sax). El punto de partida fue su agitado pasado inmediato.
En los últimos años la banda ha sufrido cambios importantes en su alineación, ¿podrían describirnos este proceso y la manera en que afectó al grupo?
Marina: Hace cuatro años nos quedamos sin vocalista cuando Eric decidió quedarse a vivir en Europa. Al principio sí la sufrimos, pero la mitad del repertorio era instrumental y la esencia de la banda está en las melodías del clarinete, el acordeón y el teclado, así que sobrevivió y se enriqueció. Claro que extrañábamos las letras de Eric, su personaje, su estilo (fan de Nick Cave, Jarvis Cocker y L. Cohen), pero nos acostumbramos a la nueva situación. Ahora prefiero ser una banda puramente instrumental. Me gusta que los temas tengan un destino abierto, que el escucha interprete lo que quiera, acaso guiado por el título, si es que lo conoce. Además, nos volvimos más cuidadosos en los arreglos, en la composición y ejecución, y los conciertos tienen más el carácter de un rito que de concierto de rock con frontman y alineación fija.
En una época nos buscaron menos festivales de rock y los medios, se rumoraba que ya no existíamos; algunos seguidores se decepcionaban al no ver a los integrantes de siempre, pero poco a poco fuimos entrando a otros circuitos. Ahora nos invitan también a estaciones de música clásica, a festivales de jazz, a musicalizar cine y teatro. La esencia no la hemos perdido.
Sergio: Recientemente se incluyó el sax de Osito de Los de Abajo en algunas presentaciones y en el disco (del que es co-productor), lo mismo que el contrabajo de Carlos Toledo, que en años anteriores había suplido a Andrew en sus viajes al gabacho. Hoy es el bajo oficial y a todos nos gusta mucho su estilo latin. Andrew vivirá en Portland por unos años, aunque pensamos visitarlo en EU y armar alguna gira. Al principio cuando alguien se va sí nos afecta, no sabemos qué va a pasar, con qué cubriremos los espacios, pero bueno, hacemos nuevos arreglos, nuevas canciones, tratamos de no parar. A este “Tren”, como se llama una canción, nadie lo para, vaya como vaya.
¿En qué momento toman la decisión de incorporar un chelo y qué es lo que buscaban musicalmente con respecto al sonido ya conocido de la banda?
Marina: Llevábamos unos cinco meses tocando con la alineación instrumental, con la tuba ya integrada, cuando Enrique y yo tocamos con Cynthia en un espectáculo de cabaret de Laura de Ita. Desde el primer momento supimos que era perfecta para la banda. Su estilo al ejecutar coincidía con el de la banda, triste y trágico pero festivo y desmadroso a la vez, además de que personalmente nos caímos rebien. Siempre ha sido así, si no hay química, por más virtuosos que sean los músicos la cosa no fluye. Pero estábamos por irnos a Berlín unos meses así que le perdimos la pista. Kike fue el que la invitó oficialmente al regreso.
Enrique: Cuando la banda se queda sin vocalista nos parece conveniente reemplazar esta voz con un sonido instrumental más rico. Con ello buscamos seguir con el mismo estilo musical, pero ahora incorporando no sólo cello sino un requinto jarocho y percusiones latinas.
¿Creen que el movimiento Balkan tenga el riesgo de ser una moda pasajera o se insertará como una opción más de un amplio espectro musical en nuestro país? Incluso ustedes han incorporado otros géneros.
Marina: No es una moda, el movimiento llegó para quedarse. Tal vez el término no sea el mejor, pues muchas de las bandas a las que nos acomodan ahí realmente no tocamos música balcánica, aunque sí nos influenciaron Bregovic, Taraf de Haiduks y músicos que se dejaron oír cuando cayó el bloque comunista y tras la guerra de los Balcanes. Pero a lo que remite lo “balkan” es a una fiesta en la que se cruzan sentimientos, culturas, épocas, religiones, dolores. Es algo muy del corazón, del bosque, de los viajes; de circos y caravanas. No sé qué palabra habría dado yo al “género” pero sabemos qué se siente, cómo resuenan con un mismo carácter melodías árabes, judías, griegas, eslavas, rusas, gitanas, oaxaqueñas o algunas de mariachi.
Hoy se mezclan con beats electrónicos, con guitarras eléctricas, pero la esencia es la misma. No puede ser moda algo tan profundo y antiguo. Es reciente que se haya englobado en un término y comercializado, es fácil para vender. Acabo de escuchar en un pesero un remix reguetonero horrible de una canción de Balkan Beat Box, pero me dio mucho gusto y risa.
Sergio: Todo tipo de música y espectáculo es bien recibido en esta ciudad multicultural; siempre habrá gente que esté dispuesta a escuchar. Todo depende de la difusión. En México no hay bandas que toquen balkan puro como tal. Somos fusiones, y cuando vienen bandas de esa región son muy bien recibidas.
Enrique: No creo que sea moda. Es un estilo de música que gusta por su carácter festivo; las bandas que hemos tomado como influencia éste género, también coqueteamos con otros, como el klezmer (en el tema de “Sofía”), jazz latino (en “Mango”), o cumbia como el caso de “Güero Taquero” y el arreglo a “Misirlou”. A partir de una fuente de inspiración agregamos elementos de nuestra cultura y de la música que nos gusta de otros países
En ese sentido, ¿es momento para que a nivel nacional funcione un disco instrumental?
Sergio: La música instrumental siempre ha existido, llámese orquestas de música clásica, danzoneras, banda, sones, tríos, cuartetos, quintetos, pianistas etc… y siempre se ha vendido.
Marina: Casi todo el que oye música decide por momentos si instrumental o con letra. Siempre se consume música instrumental, tanto de elevador como de compositores genios. En todos los géneros hay temas instrumentales populares, entrañables, ya sean complejos o simplones. Hay miles de piezas sin voz inolvidables por sus melodías. Para todos hay. Pienso en cosas tan distintas como en esa rolita tribal de una sola nota, en los clásicos de Beethoven, cumbias como la de “Los Pajaritos” o “Misirlou” misma. Si se habla de ventas, para que impacte rápido a nivel nacional todo depende de la mercadotecnia, pero nunca hemos sido muy listos como para buscar a la gente adecuada para hacernos ricos, ni ellos han venido a nosotros. Este disco podría venderse bien a gente triste que maneja en carretera, jajaja.
Enrique: Aunque resulta difícil para las tiendas de discos colocar el material de Polka Madre en una categoría, para nosotros es un buen momento porque se nota el desarrollo musical de los integrantes. Antes podíamos medio escondernos detrás de la voz, pero ahora debemos ser más cuidadosos con la ejecución.
Cynthia: ¡Siempre es momento para un buen disco instrumental!
¿Qué es lo que aportó un músico como Panóptica —con ese sello Nortec— al proceso de mezcla y masterización de sus temas?
Marina: Desde que lo conocimos, Roberto Mendoza dijo que es fan del sonido de la tuba y que le iba a dar su lugar. Tiene toda la experiencia para trabajar con metales y acordeones, se la súper sabe. Además le gustó el reto por tratarse de un disco con puros instrumentos, sin secuencias. La verdad no tuvimos tanta comunicación, él estando en Tijuana y nosotros un poco desconectados entre viajes y otras chambas, en un receso de la banda, dejamos todo en sus manos. Aunque en algún momento tal vez fuimos una pesadilla, siete personas opinando en correos, con que bájale aquí, súbeme a mí, etc., al final creo que las dos partes quedamos muy satisfechas. Además, nos animó mucho que le haya gustado el material, nos decía que sonábamos a una banda madura, capaz de estar en festivales grandes de jazz o de world music, a diferencia de en los discos pasados, más punks y suciones, que encajaban sólo en un ámbito rockero. Tenía los discos físicamente sin conocernos, cosa que me extrañó y gustó.
Osito: A través de Marina fue que se hizo el contacto con Roberto. En un viaje familiar fui a hablar con él; sobre todo para conocernos y cotorrear de manera personal; unas cervecitas, una comidita y abundamos sobre el disco. El tema de la mezcla y masterizacion es complicado, sobre todo cuando las tendencias de sonido cambian. Me sentí cobijado por la experiencia que tiene Roberto en estos menesteres. Para mí el sonido fue buenísimo. Robusto, brillante y los instrumentos colocados, dentro de la mezcla, en un lugar adecuado.
Roberto es una excelente persona y esa carga emocional es algo que nutre muchísimo a este disco. El conocimiento que tiene del sonido particular de los instrumentos de viento y los ensambles similares al de Polka Madre hacen que el resultado realmente tenga una amalgama sólida, que cayó como anillo al dedo al grupo.
¿Cómo fue el proceso de arreglo de una pieza como “Misirlou” de Dick Dale que se destaca por su guitarra líder? ¿Es sencillo llevarlo al terreno de Polka Madre?
Marina: Es curioso pues ese tema no iba a quedar en el disco, siempre fue un juego, una pieza para jammear. La mayor parte de lo que grabamos siempre y lo que tocamos en vivo es original. Pero coincidió que Andrew era fan de la versión surf popularizada en Pulp Fiction y que la Balkanera nos invitó a grabar con acordeón y clarinete, así que la teníamos aprendida y la tocábamos con la tuba. En algún ensayo con todos, yo la empecé en cumbia con el tecladito chillón y me siguieron de pura guasa pero se fue quedando. Nos gustaba por ser un juego fuera del repertorio. Una vez en Mazunte tocamos una versión pachequísima como de media hora. Pero ahora que grabamos, Kike, que llevaba la melodía principal, no quería incluirla por no ser original pero los demás sí. Un día en cuanto salió del estudio la grabamos como una especie de travesura, pidiéndole al Osito que la tocara en el sax alto. Él no la tenía bien montada en ese tono aunque Los de Abajo también la tocan, pero había prisa así que sin practicar se la aventó en una toma con todo y un súper solo muy sabroso. Cuando Kike llegó ya había nueva rola y aunque nunca dijo gran cosa por habernos rebelado creo que le gustó.
Cynthia: Fue muy divertido incorporar el cello y sobre todo, nada extraño para mí, ya que he escuchado muchas versiones de esta pieza con violín.
¿Cuál es la anécdota detrás de la canción “Turkish Delite? ¿De dónde surge?
Marina: La idea original fue de Andrew y la empezó con Ray el baterista, luego entre todos le metimos arreglos. Para los coros, Andrew se inspiró en la música sefardí que tocábamos Cynthia y yo con la banda DeLeón. Incluso invitamos al vocalista Dan Saks a grabar, se oye ahí entre el montón de voces. El nombre es un poco broma, así se llama un postre turco popularizado por los ingleses. Como no lo conocíamos y nos sonaba a cliché por remitir al exotismo turco —sería algo como “Encanto turco”— le decíamos a Andrew que debería llamarse mejor “Delicia güera”, por ser su rola, pero no quiso.
El nombre de la banda está en español, el título del álbum en inglés; tocan música instrumental, ¿cómo es su relación con los idiomas? Se mueven entre ellos con facilidad.
Marina: Haber vivido con Eric y Andrew y viajado tanto con la banda hizo que el spanglish fuera de uso común entre nosotros. Desde los inicios de la banda desfilaron extranjeros; hemos tenido a un bajista y a dos chicas cantantes de Francia, a una pareja de finlandeses, vivimos en Berlín y Nueva York algunos meses… Así que hemos estado permeados de idiomas y acentos diferentes. Es curioso, pues ninguno viene de familias cosmopolitas o viajeras ni de haber estudiado en otros lares. El intercambio cultural es herencia de Eric, hijo de finlandesa y estadounidense y viajero nato. Ahora se casará en una isla del Mediterráneo. Queríamos ir a tocar a su boda pero nos faltaron algunos ceros para llegar al presupuesto.
Consideran que “Güero taquero”, si tiene una difusión adecuada, podría ampliar al público interesado en la banda.
Marina: Sí, podría ser. No se pensó en llegar a otro público, pero Andrew la compuso con todo su amor por lo latino y por los tacos al pastor. Además hizo el video, junto con Jacobo, de Madrefoca Producciones con toda la ilusión del mundo. Durante meses hizo scouting en todas las taquerías del D.F. para checar precios y hasta soñó la coreografía. Hay quienes dicen que es muy bizarro y casero a diferencia del de “Life” que hicimos con los finlandeses Isorattya, pero en un ratito empezó a correr en las redes. La intención no era generar polémica pero sí ha dado de qué hablar el que un taquero gringo creepy haga tacos de niños, y peor, de niñas. Hubo amigos que ni siquiera nos prestaron a sus hijos.
¿Cuáles son los planes para promover este disco?
Marina: Lo hemos hecho nosotros mismos por redes sociales y se han acercado algunos medios a las presentaciones, pero no se ha hecho una gira mediática bien planeada. Es difícil si no se cuenta con presupuesto para hacerlo y si no se cuenta con un manager. Las entrevistas han llegado solas, por los diferentes festivales, por amigos de amigos. Así se ha ido corriendo la voz. La presentación oficial fue increíble, en la sala Julián Carrillo de la UNAM, con transmisión en vivo en FM y por internet a todo el mundo. Amigos en otros continentes nos oyeron.
Enrique: Ahora está bajo el sello Casete. Se vende de manera digital en iTunes y física en Mix Up y Librerías Gandhi.