El país
Porque el plomo de la mentira cae, hirviendo,
sobre el cuerpo del pueblo perseguido.
Efraín Huerta
País mío, país nuestro, país de madres decapitadas y ninfas sarnosas, de cíclopes tatuados con cuchillo en mano, de ancianas sin la claridad de la luna; de niños, niños anhelando los violines del mar y del cielo, los clarinetes de los bosques sin manchas de vinagre. República del excremento, país de cerdos que devoran los corazones de los más pequeños, país, país, país, de cocodrilos, país mío un cadáver la esperanza, leños secos los burócratas, país de clicas que se expanden como células cancerosas en un cuerpo de edad avanzada, de fosas clandestinas, país de homeboys y palabreros, cárceles atestadas de aguijones, moscas y ratones. País sin mausoleo digno de veneración, nadie te ofrenda cantos de gloriosa paz y trompetas de oro y jazmines y margaritas de manantial. País el ataúd de mis palabras, del viento marino, del aroma de los pinos. País sangrante fruto sobre mi mano, país de plagas, país en tus funerarias no hay más ojos abiertos ni música capaz de dar miel. País mío, contemplo tus escombros de templo de gusano, en medio solo el llanto se alza como bandera descolorida. Te adentras a mí con las páginas sangrientas de los periódicos, ahí veo mujeres mutiladas de su fe, mutiladas de los acordes del alba y de las mariposas, niños sin arcoíris ni globos. País de gases lacrimógenos, machetes y fusiles contra el sol, piara de policías y políticos, cúmulo del rencor, de siglos de sangre putrefacta, de siglos bajo infamia, de miedo en la boca. Sólo mordazas. Sólo mordazas en ti.
Hermanos míos, todo el país la línea blanca, la elegía de las ballenas. País, el peso de tus lágrimas me hunde en la desolación. País, amoroso jardín para los bendecidos por el dólar y las joyas, por sus cuentas bancarias, por aviones privados de la traición. ¡Gloria a la bestialidad! ¡Gracias por nuestro hundimiento! Nada de nuestros sueños quedará en pie, sólo sus bancos y sus compañías y sus centros comerciales y sus partidos políticos. Nada de nosotros quedará en pie ante la tempestad de las sierras eléctricas.