Tierra Adentro
Cortesía CNL / Conaculta / Rodulfo Gea / Conaculta

El Programa Cultural Tierra Adentro lamenta el fallecimiento de la poeta Helena Paz Garro, ocurrido el día 30 de marzo en medio de las celebraciones para homenajear a su padre, Octavio Paz.

Helena Paz Garro nació en diciembre de 1939 en el seno de una familia conformada por dos de los escritores más brillantes de la literatura mexicana: Octavio Paz y Elena Garro. Su infancia transcurrió en un periodo prolífico y activo profesionalmente en la vida de sus padres. Para muestra, lo que dice Paz en su poema “Niña”:

Nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento y pleno,
anegando los aires,
verde deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.

Para el autor de El laberinto de la soledad, ver a esa niña, quien lo “levanta y resucita”, en pleno descubrimiento del lenguaje, es la misma manera en la que Paz Garro vivió: en busca del lenguaje y la palabra. En palabras de René Avilés Fábila,

La poesía de Helena es excelente, fina, sutil, de imágenes distinguidas. No son las deslumbrantes del padre, pero son eficaces y eso es lo que cuenta. Su hasta hoy único libro autobiográfico, Memorias, es sin duda el mejor de los testimonios que se han dado en las letras latinoamericanas. Es un libro duro, no es complaciente en sus recuerdos, hay palabras severas para el padre y velados reproches a su madre. Básicamente hay una verdad que asombra. Escrito con elegancia, con una prosa trabajada, reconstruyendo una vida incierta, de vaivenes y pugnas para ella apenas justificadas y justificables, la escritora nos ofrece su vida, una asombrosa vida llena de claroscuros.

Su obra poética, casi toda reunida en La rueda de la fortuna (FCE, 2007), es testimonio de aquella niña que nombraba árboles y aparecían. Hechicera, polémica, sorprendente y eclipsada, despedimos a Helena Paz Garro.