Tierra Adentro
Ilustración realizada por Pamela Medina
Ilustración realizada por Pamela Medina

En realidad, a mí no me cuesta trabajo escribir, lo que me cuesta es vivir.

Pita Amor

No se puede escribir sin el cuerpo; no se puede crear sin el cúmulo de experiencias y sensaciones con las que el cuerpo se embelesa, conoce su ámbito y a sí mismo. Marguerite Duras dice que uno se encarniza: no se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Por otro lado, Natalia Ginzburg afirma que, si uno no siente cansancio físico después de escribir, entonces quizá no ha valido la pena.

Sin duda Pita Amor escribió y vivió a pleno cuerpo. Una de las convenciones que rompió fue precisamente la de ocultarlo, cubrirlo, protegerlo, disimularlo; consciente de que uno no sólo existe en espíritu, en intelecto.

Son muchas las anécdotas que nublan la imagen de la artista, es imposible abstraerse de ellas. No creo en el principio de separar la obra del artista, es imposible. La mujer, la artista y su obra son una misma. Por ello, las actitudes polémicas, sus extravagancias e incluso los comentarios hirientes y clasistas de Pita forman parte de su obra. Es más, considero que Pita Amor fue la primer performancera en México del siglo XX.

Las declamaciones, sobre todo las improvisadas, que en sus inicios Pita Amor llevó a cabo en lugares improbables como centros nocturnos, restaurantes de lujo y fiestas, muchas veces tomaban por asalto al público y lo incomodaban por su tendencia a la desnudez y los relatos subidos de tono.

No perteneció a una generación que se cuestionara la posición de las mujeres en la sociedad, la familia, la vida cultural o el arte. La posición de la mujer era muy clara: hija obediente, señorita educada y discreta, esposa abnegada, madre devota.

Nació en 1918, última hija de siete hermanos. Fue criada en una conservadora familia porfirista, venida a menos luego de la Revolución Mexicana. Creció convencida de que tanto ella como su familia pertenecían a la realeza. Su madre contribuyó a esta visión, a pesar de las constantes evidencias de una situación económica cada vez menos favorecida.

Sintió vergüenza por los vestidos. Uso la ropa que dejaban sus hermanas. La continua comparación con niñas de otras familias en mejor situación, el empeño de su madre por disimular las carencias y la continua venta de objetos de valor para subsanar los gastos más inmediatos fueron la constante en el crecimiento de esa niña voluntariosa, desbordante de energía y sumamente sensible.

Cuando Pita era adolescente, una parte de la enorme casa de la familia Amor en Abrahan González se acondicionó para convertirse en la emblemática Galería de Arte Mexicana, inaugurada por Carolina Amor de Fournier, donde expusieron los pintores más importantes de la época. En ese sitio, Pita conocería a varios de ellos.

Raúl Anguiano, Diego Rivera, Ignacio Asúnsolo, Roberto Montenegro, Juan Soriano, Gustavo Montoya, Cordelia Urueta, Guillermo Meza y Antonio Peláez la retrataron en distintos estilos y grados de desnudez. Aunque, sin lugar a dudas el retrato que causó mayor conmoción fue el que elaboró Rivera, expuesto en una retrospectiva del artista en Bellas Artes.

Su primer escándalo público fue a los 18 años al convertirse en amante de José Madrazo, un rico ganadero con quien mantuvo una larga relación, lo cual no le impidió otros romances con toreros, pintores, artistas y escritores. Continuamente organizaba reuniones en su departamento en Río Duero y Pánuco, en donde se rodeaba de grandes personalidades del ámbito artístico e intelectual, quienes la admiraban y celebraban sus ocurrencias, como recorrer el Paseo de la Reforma tan sólo cubierta con su abrigo de mink y gritar a todo pulmón: ¡Soy la reina de la noche!

En su anhelo por exhibirse y ser reconocida, actuó en obras teatrales como La esposa constante ¿En qué piensas? (de su maestro Javier Villaurrutia), Casa de muñecas o La dama del Alba. También participió en varias películas como La guerra de los pasteles (1943), Tentación (1943), El que murió de amor (1944) y Los cadetes de la naval (1944). Sin embargo, en un momento de autorreflexión reconoció:

“Sentí la necesidad de que mi figura fuera admirada en todas partes y obsesivamente busqué los medios para ser el astro del frágil celuloide. Y un afán de mostrarme, cada día más imperioso, me obligó a buscar el marco iluminado de la escena teatral. A pesar de la gran impresión que yo causaba en el ánimo de todos aquellos que pudieron facilitarme el camino a la fama, mis éxitos de actriz sólo eran mediocres. Amarga, desesperada, solitaria, conteniendo todos los deseos que puede imaginar un ser humano, y sin realizaciones de ninguna especie, sentía pasar los primeros años de mi juventud, desgarradoramente vacíos.”

Al morir doña Carolina Schnidtlein de Amor, Pita se gastó toda la herencia en vestidos, zapatos, medias, afeites y accesorios. Sus energías siempre se concentraron en el instante y en el placer efímero. Jamás se planteó la necesidad de ganarse la vida y se atuvo a la generosidad de amantes, amigos y admiradores. De manera completamente inesperada y fortuita, halló su vocación a los 27 años; escribió en una servilleta con el lápiz con el que se delineaba los ojos: “Casa redonda tenía de redonda soledad: el aire que la invadía era redonda armonía de irrespirable ansiedad…”

Su primer poemario Yo soy mi propia casa (1946) fue celebrado por personajes como Juan Rulfo, Xavier Villaurrutia y Manuel González Montesinos. Alfonso Reyes dijo, luego de leerlo: “¡Silencio! Y nada de comparaciones odiosas. Aquí se trata de un caso mitológico.”  Con todo, había quienes no daban crédito que una mujer tan superficial, vanidosa y frívola tuviera el talento para sonetos tan perfectos. Aun así, Pita Amor se convirtió en la mayor cultivadora del soneto, la décima y la lira en la poesía del siglo XX.Una característica importante tanto en su obra como en la personalidad de Pita es la honestidad y el hondo conocimiento de sí misma y de la génesis de sus obras. En “Confidencia de la autora”, texto que acompañó la primera edición de Poesías completas (1951), podemos hallar su ars poetica explicada con arrojo y sinceridad:

“Mi provisión de cultura era bastante insignificante. A veces leía, sin método y al azar. Me fascinaron los cuentos de hadas y los autores dramáticos griegos. Leí libros de versos, los que estuvieron al alcance de mi mano: Sor Juana Inés de la Cruz, Rubén Darío, Federico García Lorca, Juana de Ibarbourou, Juan de Dios Peza y Juan Tenorio. Ahora pienso que, más que la esencia de toda esa poesía, lo que quedaba en mí era su ritmo. Tal vez fue esto lo que creó en mí el sentido de la medida y del oído poético…

Mi lenguaje poético es el que uso todos los días para conversar. Claro que mi conversación, generalmente se reduce a hablar de mí misma, y mis problemas personales son los mismos que mis problemas poéticos. La interrogación fundamental de todo ser humano que siente que la vida y el pensamiento son sus responsabilidades máximas. ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿A dónde vamos? Cuestiones estas que, si bien es cierto pertenecen a la filosofía, y no pueden resolverlas sino las religiones, tratadas con lirismo, creo que llegan a ser la médula de la poesía pura… en cuanto a la forma, comencé guiándome únicamente por el ritmo y la rima, pero sentí que las formas clásicas se acoplaban a mi modo de sentir…

El soneto, la décima, la lira, el terceto, en lugar de limitar mi expresión, me la facilitan, dejándome entonces la facultad de concentrarme en el contenido; y paradójicamente le han servido a mi pensamiento para alcanzar una disciplina que juzgo indispensable, en el caso mío, para expresar miss intuiciones y mis abstracciones. Más allá de mí se juzgará mi poesía. Por ahora, lo importante es lo que ella significa para mí en lo personal. Mi necesidad de expresarme ha hallado un cauce legítimo. Siento que mi ser ha dado un fruto, y espero que mi espíritu vaya por un camino ascendente.”

Durante las décadas de 1940 y 1950, Pita Amor gozó de una popularidad creciente tanto por la publicación de sus libros, como por su reiterada aparición en tabloides sensacionalistas que relataban, con detalle y cierta exageración, los escándalos de la poeta. Luego de un exitoso viaje por Europa en 1951, dio un recital en el Palacio de Bellas Artes. Ahí, la joven poeta mexicana Margarita Michelena dijo, entre otras cosas:

“Aunque escrita en primera persona, la poesía de Guadalupe Amor no es nunca testimonio del deleznable acaecer biográfico, sino relato estremecido de los sucesos superiores del ser. Es pues, poesía de carácter universal, y aquí el poeta es siempre intenso, vigilante y fiel protagonista del drama espiritual del hombre, de su nostalgia de origen, de su desamparo y terror frente a la muerte y de la espantosa necesidad de Dios”.

Uno de los poemas que ejemplifican a la perfección la descripción anterior es “Polvo”, contenido en el libro homónimo (1949):

¡Oh polvo poseído, angustia

esparcida!

¡Llanto que en mis huesos llevo!

Pensando en ti, ya me atrevo

a no sentirme en la vida.

Me estoy soñando perdida

en tus hambrientas arenas;

mientras mi carne condenas

y consumes mi figura,

ya somos lo que perdura:

la materia sin cadenas.

 

Sus presentaciones abarcaron radio y televisión, en donde solía leer, con los senos casi de fuera, a autores clásicos como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, lo que escandalizó a La Liga de la Decencia y deleitó a los televidentes.

Otros poemarios publicados en esa época fueron rculo de angustia (1948), s allá de lo oscuro (1951), Otro libro de amor (1955), Todos los siglos del mundo (1955) y cimas a Dios (1953), mi favorito, porque expone como ninguno la indagación ontológica de la existencia y de Dios.

 

¿La décima musa?

Dios, invención admirable,

hecha de ansiedad humana

y de esencia tan arcana

que se vuelve impenetrable.

¿Por qué no eres tú palpable

para el soberbio que vio?

¿Por qué me dices que no

cuando te pido que vengas?

Dios mío, no te detengas,

o ¿quieres que vaya yo?

La “undécima musa”, como la nombró Salvador Novo, también experimentó con la prosa. En su novela autobiográfica Yo soy mi casa (1957). La autora plantea una estructura poliédrica en la que cada rincón de la casa manifiesta una personalidad única ligada con los hechos ahí acontecidos, de los cuales por supuesto Pita es la protagonista absoluta; familia y sirvientes consuelan, lastiman, provocan e ignoran a una niña hipersensible y en plena conciencia de sus angustias.

Gracias a este relato conocemos al primer y más intenso amor de Pita: Conchis, una diminuta muñeca de celuloide a la que la niña vestía con elegantes vestidos que elaboraba la nana. Presiento que Pita se sentía identificada, pues era ella, del mismo modo, pequeñita pero muy querida y mimada por su familia.

También sabemos que su mejor escuela fue un juego, con el que su hermana Mimí le daba lecciones en un pupitre improvisado. Y, que su peor escenario escolar fue el Colegio de las Damas del Sagrado Corazón en Monterrey, Nuevo León. Jamás logró adaptarse a la disciplina y los estrictos códigos de vestimenta y comportamiento. Era un recinto para formar a las futuras esposas y madres en la abnegación y el servicio; nada más alejado de la personalidad de Pita.

Galería de títeres (1960) es quizá su libro menos celebrado. Se trata de breves viñetas de personajes que reflejan aspectos macabros de la condición humana: decadencia espiritual, física y moral. Quién sabe si en un ánimo premonitorio, se miró ella misma en esas páginas.

En el relato “Moneda”, la protagonista, en perpetuo encierro voluntario, sale un día con la intención de brillar y exhibirse, pero en cuanto vuelve a casa, piensa: “Nunca, nunca volveré a salir a la calle. Jamás volveré a ver a la gente. No tengo otra salida que mi casa. Mi cama, mi refugio, mi sarcófago.” Mientras que en el relato “La vieja rica”, la protagonista, solitaria y en franca decadencia, se refiere así a su propia casa: “Un edificio en donde los inquilinos ni siquiera sospecharán que en ese espacio vivió y murió su vida una mujer que solamente conservó entre sus arrugas, sus achaques, sus fastidios, sus extrañezas y su dinero, una memoria inconmovible, resguardada por los muros de esta casa”.

A los treinta y ocho años, todavía rebosante de belleza y energía, se embarazó. Luego de un parto complicado que la descolocó emocionalmente, la enviaron directo a un psiquiátrico. Durante un tiempo, alterada y nerviosa, permaneció al abrigo de su hermana Mimí.

Imagino que la terrible metamorfosis a la que su cuerpo se vio sometido en la colosal tarea de dar vida la debió atar a emociones inenarrables. Incapaz de hacerse cargo de Manuelito, su hermana Caro tomó la responsabilidad y Pita pronto se acostumbró a visitarlo con frecuencia, hasta que un día, por un terrible accidente, el niño, de apenas poco más de año y medio, murió ahogado en una pila de agua.

Pita se derrumbó. Destruyó fotos, cartas y el pasaporte; mal vendió dibujos que grandes artistas le habían hecho y se sumergió en un silencio aterrador. No volvió a aparecer en público, recluida del mundo y de sus múltiples amenazas. En un poema dice:

 

Maté yo a mi hijo

bien mío

lo maté al darle la vida.

 

La pérdida fulminante, las indagaciones sobre el ser, las preguntas constantes a Dios, la angustia de la existencia debieron rondarla como fantasmas durante el encierro que duró seis años. Tampoco escribió, o al menos no se sabe nada de algún texto producido en esa época oscura y árida.

En febrero de 1970, Pita Amor publicó el ensayo “De mis soledades voy, de mis soledades vengo… por Pita Amor (La Dama Boba)” en el Excélsior; en el que ofrece una reflexión del papel de la mujer en la sociedad, como ser creativo y no sólo como ser dador de vida. Sin proponérselo, pues nunca se asumió feminista, sus reflexiones establecen un pensamiento crítico y libre respecto a la sociedad encorsetada que por un lado la condenaba y por el otro, celebraba el escándalo.

En 1975, después de casi 10 años de silencio poético, publica: Breve zoológico prehistórico e histórico de Guadalupe Amor, con indagaciones más terrenales y menos exaltadas de lo que sus lectores estaban acostumbrados. Es curioso que este libro haya sido dictado por teléfono a su amigo Rodolfo Chávez Parra que tanto insistía en sacarla de su obstinado silencio, como si Pita se rehusara a usar el cuerpo en la escritura, como si el acto mismo de trazar sobre el papel fuera demasiado doloroso.

El gran recital que ofreció en el Ateneo Español, cuando emergió de las profundidades de su encierro fue un éxito rotundo. Su voz potente, pero ya quebradiza recitó poesía mexicana: desde Sor Juana hasta la propia, pasando por Salvador Díaz Mirón, Manuel José Othón, Manuel González Montesinos, Alfonso Reyes, Enrique González Martínez, Renato Leduc, Xavier Villaurrutia, Ramón López Velarde y Roberto Cabral del Hoyo.

Durante los ochentas reaparecería como una mujer avejentada y descuidada, sumamente maquillada con ropa estrafalaria y joyería de todo tipo colgada al cuerpo. Si en su juventud fue extravagante, ahora lo era todavía más, con una insolencia agria y desplantes enervantes. El cuerpo, siempre el cuerpo como reflejo de sus demonios, ansiedades y poemas.

La residencia de la musa siempre se mantuvo en los mismos barrios cercanos a su lugar de nacimiento, parecía atada por una cuerda invisible que no le permitía alejarse demasiado de sus orígenes. Durante los últimos años, la Zona Rosa fue el escenario de sus desplantes, insultos y bastonazos. El edificio Vizcaya sobre Bucareli albergó a la reina indiscutible de lo estrambótico y la poesía durante sus últimos años.

“La reina honoraria de la Zona Rosa” o “la abuelita de Batman”, como también se le apodaba, se dedicó a dar recitales, a veces al aire libre en la Zona Rosa, en vitrinas de mini galerías como La Chinche o lugares como el Disco-Bar 9 y el Cícero Centenario. También en recintos culturales como el Foro Isabelino, el Auditorio Julián Carrillo de Radio Universidad, el Aula Magna del Instituto Anglo-Mexicano de Cultura o el Alcázar del Castillo de Chapultepec. Con el cuerpo siempre exhibido, el cuerpo como motor, como vehículo. El cuerpo decadente y, aún, sublime.

Cuando pienso en Pita Amor no puedo evitar a la inigualable Nahui Olin a quien Pita le dedicó un poema— y en la escritora francesa Colette; presiento un hilo invisible que hermana la sensibilidad, honda irreverencia y un profunda conocimiento de la materialidad del cuerpo y de la sublime creación.

En 1990, el estudiante y admirador Michael Schuessler halla una Pita Amor disminuida, maniática, solitaria, déspota y orgullosa. A pesar de que se ganó su afecto y confianza, jamás logró que la musa le hablara de su pasado, convencida de que sólo el hoy y la proyección del futuro valían la pena.

Pocos artistas han alcanzado el misterio de la creación como lo alcanzó ella. Ahora las calles que recorrió son otras, los lugares que frecuentó ya no existen y la gente que quiso descansa en el olvido. Yo la imagino con su andar torpe, una flor en la cabeza e innumerables joyas sometiendo su cuerpo, con un dolor tan agudo y silencioso por su existencia que toda ella fue aullido.

 

Este cuerpo

Este cuerpo traicionero

es el simún de mi salida,

es el centro de mi vida,

es mi amor triste

y postrero

como el desierto certero,

que con su arena

impasible,

que en su arena invisible,

quiere traicionar la luz.

Este amor como la cruz,

tan eterno y apacible.

 


Autores
(Ciudad de México, 1974). Es narradora, bailarina y encuadernadora. Ha publicado La sonámbula, Tras las huellas de mi olvido, Tu ropa en mi armario, Lobo y Jaulas vacías. Es autora con Javier Elizondo del libro juvenil Más allá del árbol guardián. Editora y encuadernadora del Taller Editorial Cáspita.

Ilustrador
Pamela Medina
(Ciudad de México, 1992) Es ilustradora, dibujante y caminante. Estudió Diseño y Comunicación Visual y el diplomado “Casa: Ilustración Narrativa” en la FAD de la UNAM. Ha ilustrado libros para Ediciones Castillo, Editorial Planeta y Libros UNAM. También ha colaborado en revistas como Chilango, La Peste y Aire. Su obra ha sido expuesta individualmente en Guatemala, así como en muestras colectivas de ilustración desde 2017 en México, París, Praga y Uruguay. Actualmente forma parte del equipo de Pictoline, una empresa de divulgación ilustrada.