Piruetas te da la vida. Entrevista con Tito Vasconcelos
El estudio de Tito Vasconcelos —sobre la calle Amberes, a un lado de la Glorieta de Insurgentes—, donde platicamos acerca de su carrera artística, no es un espacio muy grande, pero sí lo suficiente como para acoger su biblioteca y demás artefactos que ha guardado con los años. Rodeado de libros, el actor se sienta mientras Pánfilo, su entusiasta perro, está decidido a formar parte de la conversación, por lo que no deja de hacer piruetas cuando Tito toma la palabra.
“Yo vengo de una familia de maestros”, comienza tras la primera pregunta acerca del impulso que lo llevó a los escenarios, “mi madre fue maestra, mi padre, maestro, aunque yo sólo viví con mi madre. Ella fue maestra de educación primaria. Una mujer muy entusiasta e ingeniosa. Toda mi primera infancia la acompañé; era maestra rural, pero a mí no me dejó 450 millones de pesos de herencia. Yo la vi preparar todos sus festivales cívicos de las escuelas donde trabajó, y me gustó la declamación; después la vi confeccionar vestuario de papel crepé y componer bailables, y sentí que ésa era una parte muy interesante, que me gustaba mucho; lo demás fue un suceso natural en mí. Cuando llegué a vivir a la Ciudad de México, a la mitad de mi secundaria, conocí a Azucena Rodríguez, una actriz que en aquel momento se desempeñaba como profesora de literatura hispánica. Ella me invitó a trabajar en una puesta en escena para fin de cursos y debuté en Teatro del Bosque, por allá de 1965-1966. Pisar por primera vez el escenario, ahora Julio Castillo, fue definitivamente el momento de mi vida: saber que ése era mi espacio y ahí tenía que estar”.
Es evidente que la escena cabaretera tiene a Tito Vasconcelos como referente; tal vez sin proponérselo él fue pionero, al menos en México, de muchas formas para abordar temas polémicos, difíciles; fue, como en algún momento lo fuera su madre, maestro de una escuela que por aquella época comenzaba a cimentarse: “No solamente mi madre y mi padre fueron maestros, mis hermanos mayores también fueron profesores y vi las duras circunstancia en las que se sobrevivía; juré que primero vendería el cuerpo antes que volverme maestro. Me interesó cuando descubrí el asunto del cabaret, que fue a finales de la década de los setenta: estaba trabajando en la puesta en escena de La ópera de los tres centavos, que dirigió Marta Luna, que fue una puesta histórica por varias circunstancia, entre ellas la fundación del Sindicato de Actores Independientes. El estreno fue absolutamente extraordinario porque la Federación de Tramoya de la Ciudad de México se negó a trabajar con nosotros porque nos escindimos de la Asociación Nacional de Actores, entonces tuvimos de tramoyos a Héctor Bonilla, Enrique Lizalde, tuvimos en la taquilla a Silvia Pinal; fue un momento muy hermoso de la unión de los actores hartos del sindicato charro”.
Tito hace una pausa para ver a Pánfilo y se percata que Cata, su otra perrita, decide unirse a la conversación:
“Siempre han sido mujeres las que han estado muy cerca de mí y que son, además, personajes significativos en mi carrera. Primero Azucena y después Marcela Ruiz Lugo; en La ópera…, Marta Luna. Todas estas mujeres me acogieron muy amorosamente y me mostraron la mejor parte del teatro: la parte gozosa, la parte lúdica. Comencé a trabajar también con un grupo de actores en uno de los lugares que fue un semillero de artistas de cabaret, gracias al trabajo de Juan Ibáñez, Enrique Alonso y Julio Castillo, que estaban a finales de los setenta haciendo incursiones en el teatro de revista, en el Teatro Blanquita, y nuestro cabaret tiene más que ver con la revista mexicana que con el cabaret europeo.
“La revista mexicana es también una consecuencia de todo lo que nos llegaba de Europa. La temática política y social empezó tratarse mucho antes que la tomara Brecht y refundara toda una serie de circunstancias dramáticas que se apropió y bautizó con su nombre, pero que finalmente venían ya establecidas desde los griegos. Todo eso confluyó en los setenta para mí y fue el descubrimiento de que era el tipo de teatro que quería hacer. Desde ese momento consideré que era un teatro emergente que permitía tener una absoluta libertad creativa y responsabilidad artística. Conocí por esas mismas épocas a José Antonio Alcaraz y a Nancy Cárdenas, fue una época riquísima para mi formación como artista. Entre 1979 y 1981 con José Antonio Alcaraz hicimos Y sin embargo se mueven, que fue un parteaguas en lo que ahora se considera el teatro gay, aunque ya las etiquetas son para poner en anaqueles. A partir de 1980 salimos del closet varios actores, lo que fue un hecho significativo para el movimiento LGBTTmetetequetemetasTT”, bromea Tito al final de su respuesta.
Fueron varios los obstáculos que el actor, junto con muchos otros de sus compañeros, se vieron obligado a confrontar. No obstante, aún quedan trabas en el ámbito cultural que impiden el desarrollo óptimo del teatro, problemas en cuestión de espacios, difusión, de temas y presupuesto: “El teatro está en crisis desde Aristóteles. Todo el tiempo nos quejamos de que estamos en crisis porque es evidente que el teatro es un vehículo de transformación social, y no somos muy queridos ni tomados en cuenta por quienes detentan el poder: somos personajes incómodos. La palabra lleva una carga muy tremenda y si bien el teatro en Grecia floreció durante una dictadura, es cierto que el teatro como un fenómeno social y artístico puso a pensar a los gobernantes, y hubo una tendencia de escritores que vendieron su pluma y otros que permanecieron en el margen. Yo siempre me he mantenido en el margen. No creo que el cabaret vaya a cambiar el mundo pero sí cambia un pequeño círculo inmediato, propone un ejercicio crítico, de toma de consciencia y eso es lo más valioso del teatro cabaret que se está haciendo en México, que además es único a nivel internacional. Es teatro de emergencia porque hay que decir las cosas en el momento en que están sucediendo sin tener que pasar por un proceso tradicional de teatro, que es muy lento”.
Hace veintisiete años se estrenó Danzón, considerada una de las mejores películas de México, mientras que en 2012 salió La vida precoz y breve de Sabina Rivas, ambas con participación de Tito Vasconcelos:
“Los actores nos preparamos para representar lo que el director o el dramaturgo quieran representar o lo que a nosotros, los cabareteros se nos antoje representar, y tiene que haber una elasticidad conceptual en este sentido; ahora con el empoderamiento de las personas trans, que están protestado que hombres o mujeres cisgénero interpreten personajes transgénero, creo que está bien que defiendan una fuente de trabajo, ojalá hubiera excelentes actores y actrices trans para que pudieran avocarse a los personajes que los dramaturgos o los directores quieren para sus películas. Lamentablemente los directores de cine trabajan con otro tipo de conceptos que no son los meramente estructurales, sino van a dar un discurso por medio de imágenes que ellos tienen muy claras. Además es un producto que tiene que venderse, es una industria del espectáculo y del entretenimiento, y tiene unos cánones que la gente tiende a respetar porque el cine es muy caro de hacer, y son productos que se arrastran durante mucho tiempo para llegar a cuajar. Creo que todos los que decidimos que vamos a ser actores, independientemente de nuestra situación de género o de manifestación de sexualidad, tenemos que estar preparados para representar lo que sea necesario, y entender esos asuntos que son específicos de una industria que produce y gasta mucho dinero en realizar el producto, por lo que tendríamos que ser un poco más elásticos al respecto, y más maleables. Creo también que las personas trans tiene que producir sus propias historias y sus propios discursos”.
Además de ser actor tanto en producciones cinematográficas como en puesta en escena, Tito se ha desenvuelto en el mundo editorial con la revista Boys and Toys, así como en el radiofónico. Acerca de uno de los medios que lo ha complacido más, responde con seguridad:
“Creo que todo lo que he abordado ha tenido un gran satisfactor, pero Medianoche en Babilonia, que así se llamó el programa de radio que hice durante ocho años en Radio Educación fue un momento extraordinario; fue el primer programa a nivel latinoamericano que estaba dedicado a la comunidad de sopa de letras, y sirvió para que mucha gente se sintiera acompañada. El proyecto inicialmente de esa barra nocturna se llamaba Sólo para solititos, y era de lunes a viernes nada más, Luis González de Alba tenía otro espacio: El derecho de los malos. Mariángeles Cómesaña, un programa de poesía y no recuerdo quién tenía el resto. Lo que sucedió allí fue que empezamos a acompaña a los solititos, y mucha gente que creía que estaba muy solitita descubrió que había, del otro lado de la ciudad, otros solititos que estaban en las mismas circunstancias, y los empezamos a juntar.
“Por medio del programa se fundaron dos grupos de travestis heterosexuales que de otra manera nuca se hubieran conocido y nunca hubieran sabido que había ciertas filias, que había grupos de trabajo en los que podían sentirse cómodamente, porque no todos los travestis son homo ni todos los homo son travestis. Muchos nos escuchaban en seminarios, en radios pequeños, portátiles, debajo de sus cobijas y sábanas y, bueno, destrocé varias vocaciones: gente que abandonó seminarios para afrontar su vida más plenamente. Ése es uno de los grandes satisfactores de mi carrera. Se me antoja volver a hacer radio porque ahora tampoco tenemos a donde recurrir para información que el Estado nos está escatimando. A últimas fechas ha habido un recrudecimiento de infecciones de enfermedades de trasmisión sexual en gente muy joven que no está recibiendo la información, además que el Estado no está dando información a ese sector de población por presiones de los grupos de padres de familia y por grupos como el PES o el Frente por la Familia. El cabaret es el eje central de mi vida y lo sigo considerando un instrumento muy útil para hablar de lo que es necesario hablar en este momento de lo que está sucediendo políticamente, de la cultura, la salud: todo es política, y aunque digan que la política es el arte de comer mierda sin hacer gestos, creo que tendríamos que aprender más y estar más preparados, porque hay falta de cultura política en nuestro país.
“La apatía resulta, por ejemplo, que en las elecciones se vote masivamente guiados por el hartazgo de lo demás, no porque se haya pensado en una posibilidad real. Hay que mantener una posición crítica, aunque si se mantiene una postura polarizada con respecto al ‘pueblo bueno’ o el ‘pueblo fifí’, será muy difícil avanzar”.