Tierra Adentro
Still de Presunto culpable, Dir. Roberto Hernández y Geoffrey Smith, ©Abogados con Cámara /Instituto Mexicano de Cinematografía/ Fondo para la Producción Cinematográfica, México, 2008.

La ficción y la realidad no son términos que se excluyen mutuamente. Cada persona que aparece en un documental se transforma, en la lente y en los ojos del espectador, en un personaje; es decir, en una construcción. Montserrat Estrada Márquez explica qué factores intervienen para que ocurra este cambio.

 

Suele pensarse que el documental, debido a su carácter informativo, está lejos de la narrativa, una construcción que se contrapone al concepto de realidad. Algo semejante sucede cuando hablamos de la existencia de personajes en este género cinematográfico: un documental muestra “personas”, no “personajes”, ya que este término parece exclusivo de las obras literarias, es decir, de la ficción.

Sin embargo, cuando un individuo forma parte de un documental se convierte en un personaje, no sólo porque alrededor de él se está creando un relato, sino también porque aun sin la existencia previa de un guión con diálogos, la cámara le provoca actitudes distintas a las habituales. Está ante un ojo que lo observa y que llevará su imagen a miles de espectadores; es natural, entonces, que filtre o elija lo que quiere mostrar. El individuo, antes y después de encender la cámara, no es el mismo. Tampoco es aquel en quien se inspiró el documental inicialmente. El personaje se transforma en quien decida ser ante la lente.

Cuando el realizador de un documental elige retratar la realidad de un ser vivo, sabe de antemano que esta realidad experimentará una transformación; no sabe cuál, lo único que puede saber es que será novedosa incluso para aquel cuya vida se está filmando. Dicha transformación depende de múltiples intervenciones; una de ellas es el punto de vista del director, quien al escoger sólo un fragmento de una realidad compleja se convierte en un intérprete para el espectador.

Otra mirada fundamental es la del fotógrafo, pues el lenguaje audiovisual del que se vale está cargado de simbolismos e incluso de referencias culturales que remiten a ciertos significados que el auditorio interpreta según sus propias vivencias, y que añaden mensajes a la historia que se está contando. Un ejemplo es la empatía o rechazo que un personaje puede generar en el espectador a partir de la distancia con la que es filmado: no es lo mismo presentar un plano abierto en el que el personaje se ve a lo lejos, que un primer plano del entrevistado cuando está a punto de llorar mientras da su testimonio.

A estos elementos se suma el proceso de edición. Al contar con diversos materiales (testimonios, fotografías, sonido, música, gráficos, imágenes de contexto y paisaje), le corresponde al editor —junto con el director— reescribir la historia, crearla, de tal manera que resulte clara e interesante, para lo cual ha de el personaje del documental se vuelve arcilla en las manos del editor, pues éste cuenta con una fuente infinita de posibilidades para organizar los elementos y así cumplir con su cometido: generar empatía y, por tanto, opiniones y reacciones.

Si la historia de un documental genera interés, suele ser por algún tipo de identificación con el personaje: su circunstancia, su aspecto físico o intelectual, sus costumbres, su nombre o nacionalidad. Pero lo primordial es que tenemos ante nosotros a un héroe, tal como lo describe Joseph Campbell: un personaje con una misión que cumplir, enfrentado a una serie de obstáculos que debe vencer para poder alcanzarla, y que sufre una transformación a lo largo de ese viaje. Esta travesía del personaje hacia su meta es lo importante, más allá de que cumpla o no su objetivo.

Lo mismo ocurre en el documental. Aunque se trata de personajes de la vida real, también se transforman a lo largo de su recorrido. Los documentales de Michael Moore presentan relatos en los que él mismo —creador y personaje— tiene un claro objetivo, por ejemplo, investigar por qué Cuba cuenta con mejores servicios de salud que Estados Unidos (Sicko, 2007). En esta búsqueda, entrevista a políticos, médicos, usuarios del servicio de salud, y al final llega a la conclusión de que en su país lo importante es la ganancia que se obtiene de los enfermos y no procurar su bienestar. El resultado es que el propio realizador-personaje tiene una revelación ante una realidad que va descubriendo a través del viaje que relata, después de lo cual ya no será el mismo que al comienzo.

Aun cuando los sujetos de un documental no sean seres humanos, son susceptibles de convertirse en personajes, pues la acción dramática también puede plasmarse en casos como la trayectoria de un huracán y la destrucción que deja a su paso. Un claro ejemplo de lo anterior es el documental La marcha de los pingüinos (2005), de Luc Jacquet, que muestra cómo un grupo de pingüinos lleva a cabo la migración a la Antártida.

 

El personaje se escapa de la pantalla

En ocasiones, el poder transformador de la cámara crea personajes que la trascienden. Y no sólo me refiero a quedar en la memoria del espectador, sino a que el sujeto se siente tan atraído por el personaje que surge de él, que de alguna manera se convierte en éste, ya sea por decisión propia o porque el entorno lo obliga.

En el documental Presunto culpable (2011), de Roberto Hernández y Geoffrey Smith, José Antonio Zúñiga, el individuo en el que se centra el filme, es víctima de la corrupción del sistema de justicia, pero además, al acercarnos a él descubrimos que es un personaje carismático, trabajador, inteligente y con talento musical. Tiempo después de la exhibición del documental, Zúñiga salió en libertad y figuró como una de las estrellas principales en la entrega de los premios Ariel en el año 2011, reconocido y aclamado gracias al documental.

Una de las virtudes de un buen documentalista es hacer una efectiva construcción del personaje, que genere un relato atractivo y verosímil. Por ello, más allá de negar esta construcción, el autor debe mostrar claramente su postura frente a la realidad que retrata; así dará lugar a que el espectador alcance a ver las cuerdas de la tramoya y genere una interpretación crítica y propia.

Al día de hoy, teóricos, directores de ficción, documentalistas, críticos de cine, académicos y estudiantes encuentran polémico el estatus del documental. ¿Realidad o verdad? ¿Ficción, mentira o interpretación? ¿Personas o personajes? A esto yo respondo: se trata, simplemente, del arte de contar historias.

 

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