Tierra Adentro
Collage realizado por Mildreth Reyes
Collage realizado por Mildreth Reyes

El cuerpo es un archivo que habilita nuestras ficciones

La transgresión de fronteras tanto geográficas como corporales es una de las grandes ansiedades que domina material y discursivamente el contexto sociopolítico del siglo XXI. Mientras escribo esto, aparece el nuevo libro de Judith Butler en las librerías, en el cual promete explicar precisamente cómo el miedo y la ansiedad que causa la palabra género es responsable, en parte, de la diseminación de los movimientos de extrema derecha alrededor del mundo. Desafortunadamente, mi copia de Who is Afraid of Gender? se ha perdido en el correo y tengo una fecha límite de entrega que cumplir. Pero me puedo imaginar parte del argumento: el género es un concepto difícil de definir y solemos incomodarnos cuando no podemos definir algo o ese algo se presenta como fluido. Esa incomodidad puede devenir en miedo y provocar ansiedad. 

Otros dicen que el género es un concepto fácil de definir: es una pandemia de alto contagio que hay que contener.

[La primera vez que ella mencionó que era trans y quería comenzar un tratamiento hormonal sentí miedo. No importa cuánto hayas leído a Butler o a Susy Shock o Marlene Wayar o Paul B. Preciado, no hay teoría que te prepare para ese miedo. Miedo a herir con la pregunta que resuena en tu cabeza y sabes que no debes hacer. Miedo a perder a tu familia porque sabes que te quedarás a su lado porque su género no cambia nada. Pero lo cambia todo. Miedo a que la teoría se vuelva práctica porque resulta que soy yo la que le tiene miedo al género. Porque sé que la violencia del género da miedo.]

No es lo mismo la violencia de género que la violencia del género. 

En “The Substance of Borders”1, Toby Beauchamp rastrea la conexión entre la industria farmacéutica, la permeabilidad de las fronteras y el miedo que genera el espectro del género en la década de 1990 por el debate sobre el uso de esteroides anabólicos. A la par de la crisis del sida, la circulación y el uso ilícito de la testosterona sintética generan pánico en la sociedad estadounidense, que considera que esta droga es un riesgo tanto para la integridad nacional como para la salud pública.

En los debates sobre la regularización de los esteroides, la testosterona sintética se asocia discursiva y materialmente con la guerra contra las drogas y el cruce clandestino en la frontera de México con Estados Unidos. Por ejemplo, en 1989, un consternado ciudadano declaró que la industria farmacéutica mexicana quiere diluir las fronteras y convertir a todo turista blanco en un narcotraficante de esteroides.

Para Beauchamp, este pánico está ligado a la ansiedad cultural que genera la condición “engañosamente” fluida y “peligrosa” de la disidencia de género.

[Ella necesita receta médica para conseguir una botella vial de valerato de estradiol, que debe inyectarse cada 15 días. Muchas veces la hormona no está disponible y la administración se ve retrasada. No sé si el retraso sistemático tiene efectos secundarios. Ella comenzó a inyectarse estrógeno unos meses después de que yo decidiera intentar escribir un libro sobre la industria farmacopornográfica en Tijuana. Ella no es mi objeto de estudio. Pero no puedo evitar que mi escritura cambie. Ahora yo también siento la condición engañosamente fluida del género; y sí, a veces, siento miedo.]

“I came to theory desperate, wanting to comprehend—to grasp what was happening around and within me”, dice Bell Hooks en “Theory as Liberatory Practice”.2 Hooks afirma que llegó a la teoría porque estaba dolida y creo que yo regreso a ella porque siento una especie de aprensión que me paraliza. Como si tuviera la sospecha de que basta con respirar para contagiarme de la “ideología de género”; que por la nariz, y de repente, se puede ser panista, creer en el matrimonio como institución sagrada y que una no nace mujer, sino vagina. 

Si el trabajo de la teoría es proveernos el lenguaje escrito para navegar fenómenos que percibimos primero con el cuerpo, yo busco salir del anquilosamiento que siento en mis huesos entumidos y del cansancio de saber que el inicio de esta historia está atravesada por el pánico.

Pero la autoteoría es un método de investigación que permite entender la narrativa de nuestra vida como una forma de relacionalidad entre el yo, el cuerpo y el contexto social. Esta forma de relacionalidad puede ser liberadora. Y eso es lo que provoca pánico. Pero de ahí también nace el deseo de cambiar nuestro lenguaje corporal. No toma mucho tiempo. Leer a otres me devuelve la seguridad de que mi historia no es una de terror, sino de potencia, es decir, una historia donde el poder es una fuerza dinámica y afectiva.

[Ella está en la cocina haciendo una sopa. Yo pienso que debemos poner reglas. Ella tiene un vestido negro de flores pequeñitas y blancas. Ella ríe y me dice que nunca usará mis aretes, que deje de preocuparme tanto. El olor de la sopa y su aseveración me relajan el cuerpo.]

Es interesante la aseveración de Verónica Gago,3 quien dice que el nuevo libro de Judith Butler pone en evidencia el deseo de los transfeminismos de que la teoría sea parte de la lucha política. A Gago le interesa la conexión entre el deseo de teorizar nuestras experiencias y los intentos de la ultraderecha por robar ciertos conceptos que históricamente han estado asociados con proyectos críticos de emancipación. Por ejemplo, había una vez un feminismo radical que apostaba por la interseccionalidad; hoy lo radical es transexcluyente y la palabra género se mezcla con ideología. Quizá por eso siempre regreso a una genealogía teórica que sitúa el concepto de género como posibilidad y utopía. Deseo que tengamos la capacidad de inventar nuevas formas de explicarnos sin tener que recurrir a la seguridad de la definición. 

[La condición engañosamente fluida del género se me ha metido a la nariz. Después de unos meses bajo el tratamiento hormonal, ella deja de tener un olor. No. Quizá sea más adecuado afirmar que los receptores de mi nariz fueron incapaces de capturar olores durante los primeros meses de transición. Dice Reddit—que es algo así como el manual estadístico y para el manejo de la administración de hormonas—que no estoy loca, que los olores cambian. Ese fue el pico de mi ansiedad y mi deseo: ¿y si el olor no regresa?]

Para Eamon Schlotterback,4 la autoteoría es un método inherentemente trans. Yo imagino que, para las disidencias, la autoteoría siempre ha sido parte de nuestrx monólogo interior. Schlotterback dice que es una práctica insuficiente y siempre en curso, que se revela en contra de la posicionalidad política que se supone nuestrx cuerpx y nuestrx yo están destinados a habitar. 

La autoteoría es un método que produce y reforma nuestrx yo, a través de la realización de la posibilidad teórica. Julietta Singh5 dice algo similar a la hora de pensar el cuerpo como un archivo: el archivo es una ficción habilitadora. El archivo puede ser esa cosa que dices que estás haciendo mucho antes de hacerla y de que sepas qué está en juego al juntarla e interpretarla.

[El olor regresó y yo entendí que la condición engañosamente fluida del género es incómoda porque se revela en contra de lo que mi cuerpo—y mi yo—se supone que habitamos. Que le tengo miedo al género porque desestabiliza mi deseo. Pero también que la incomodidad es la posibilidad teórica, es decir, perder el anclaje justo te libera para seguir navegando las aguas que hasta ahora no podías reconocer. Ella huele discretamente a cítricos. ¿Te has dado cuenta de que no podemos nombrar los olores? ¿Que la magia del olfato está en la capacidad de relacionar ese sentido con la memoria y no con las definiciones? Por ejemplo, huele a libro viejo. Tu olor es como la vainilla.]

Platón decía que los perfumes estaban relacionados con el afeminamiento y por mucho tiempo los aromáticos fueron utilizados exclusivamente por las trabajadoras sexuales para combatir el mal olor. En los siglos XVIII y XIX, se creía que epidemias y plagas como la malaria eran enfermedades producidas por malos olores. Para Freud, el olfato estaba relacionado con las heces y la fase anal. El olor siempre ha producido desconfianza. ¿Será porque no podemos nombrarlo? El olfato es una capacidad que aprendemos y desarrollamos a lo largo de nuestra vida. Nadie nace sabiendo que las rosas huelen a rosas. Hoy sé que una botella vial de valerato de estradiol no tiene olor. Mañana quién sabe. El olor es engañosamente fluido y permeable. 

[Ella trae puesto su vestido naranja y me dice que le está gustando mucho el libro de Rita Indiana. Tiene un curita en la pierna izquierda. Yo pienso en la farmacia de mis padres y me pregunto si vendían muchas hormonas; si pedían receta, cuánto se tardaban en surtirla. Ella me pregunta por la mejor manera de pintarse las uñas: ¿una o dos capas? No tengo ni idea. Reímos. Su cabello rizado está más bonito que nunca. Recuerdo que pronto nos mudaremos a un estado que está restringiendo el acceso a hormonas y es mi culpa. La ilusión que ella siente cuando descubre cómo pintarse las uñas me llena de ternura. El cuerpo es un archivo que habilita nuestras ficciones mucho antes de saber que están ahí. Su ilusión me hace cosquillas.]

El cuerpo es un archivo que habilita nuestras ficciones mucho antes de saber que están ahí. Durante un episodio depresivo me dispuse a investigar la farmacia de mis padres en relación con la crisis del sida, solo para terminar juntando un montón de datos sobre la industria farmacéutica, la distribución de hormonas y ribavirina, datos que están relacionados con el pánico que produce la permeabilidad de las fronteras corporales y geográficas en el siglo XXI. 

No sabía lo que estaba en juego y tampoco sé muy bien qué hacer ahora. De pronto, hay un archivo que necesita de mi historia que es la historia de otres para materializar la posibilidad teórica que nos hace sentir que este mundo no es suficiente. 

[Hay una historia y ella es un olor que me recuerda que el género es sinestesia.]

  1. Beauchamp, Toby, “The Substance of Borders: Transgender Politics, mobility, and US State Regulation of Testosterone”, en GLQ: A Journal of Lesbian and Gay Studies,2013, pp. 57-78.
  2. Hooks, Bell, “Theory as Liberatory Practice”, en Yale Journal of Law and Feminism, 1991, p. 1.
  3. Gago, Verónica, “Fire Alarm!”, en Signs: Journal of Women in Culture and Society, 2024, disponible en https://signsjournal.org/judith-butlers-whos-afraid-of-gender/
  4. Schlotterback, Eamon, “Autotheory as Trans Method”, Feminist Studies, vol. 49, núm(s). 2-3, 2023, pp. 365-393.
  5. Singh, Julietta, No Archive Will Restore You, Punctum books, 2018.