Nuevo canon de la ilustración
No todo dibujo es para niños ni todos los libros infantiles son ilustrados. ¿Qué es un libro álbum? ¿Qué hace que un libro sea para niños? ¿Existen reglas básicas? ¿Son inamovibles? ¿Quién las determinó?
Hay autores que reflexionan sobre su propia poética desde el quehacer creativo, pero son sobre todo los críticos, los promotores, los especialistas quienes determinan los cánones actuales de literatura infantil y juvenil (LIJ). Muchos de ellos deciden también qué se publica y qué llega a los lectores en forma de planes escolares o listas de fin de año.
Más que hablar desde la prescripción, desde el deber ser, dada la proliferación del mercado editorial de LIJ, cada día surgen tan diversas propuestas que es posible estudiarlas desde sus particularidades, sorprendernos con las novedades y, también, aburrirnos con las réplicas, las copias, los lugares comunes y los discursos moralizantes y vacíos.
Se puede abordar la crítica de la LIJ desde el punto de vista pedagógico, histórico o literario. En el mundo de los libros para niños por lo general intervienen especialistas en la infancia, en la promoción de la lectura, en la narración oral, la literatura, la divulgación científica, la ilustración, el diseño, la edición. Unos prescriben los libros y otros los escriben. Resulta más claro que afirmar qué fue primero, si el huevo o la gallina, que saber si la escritura antecede a la lectura y a la crítica. Sin embargo, las tres están tan intrincadas que parecerían ocurrir simultáneamente, comunicarse a cada paso y a veces prescribir mientras se escribe una obra.
El papel que juega la ilustración en el mundo del libro infantil y del libro en general reporta grandes cambios en los últimos años. La ilustración es un discurso que siempre ha estado al servicio del textual, subordinada y menor. Pero hoy en día resulta innegable que representa un discurso que cada vez le pide menos a otros. Que los ilustradores son artistas completos, aunque siempre lo hayan sido, quizá hoy más porque el medio los reconoce como tales. Desde hace décadas se producen libros álbum sin texto, en congresos y encuentros a algunos ilustradores ya se les llama autores sin aclarar que sólo dibujan, los adultos son consumidores de libros ilustrados y hay editoriales que publican para un público general álbumes y novelas gráficas.
No todo dibujo es ilustración, ni toda ilustración es infantil. Pensemos en dos géneros altamente estudiados y que aun así, parecen resbalosos, difíciles de contener en un solo cajón: la novela y el álbum ilustrado. Ambos géneros han sido espacio de exploración y artistas de todas las épocas han hecho de esos formatos campo de juegos múltiples que, a pesar de su diversidad, pueden contemplarse como géneros.
Como me parece que si partimos de su contenido ambos géneros son difíciles de aprehender, quizá lo más sencillo sería tratar de explicarlos por su forma. Pero, de nuevo, ambas se enredan constantemente.
Recuerdo que aprendí el concepto de género literario por los formalistas rusos. Al releerlos encontré fascinante los puentes que pueden tenderse entre cosas quizá tan dispares como un análisis formal de la literatura y este no-género formato que es el álbum ilustrado.
Porque, para empezar, ¿qué es un género? Boris Tomachevschi, hace casi cien años, afirmaba que “la escala de los géneros es compleja: las obras se distribuyen en vastas clases que a u vez se diferencian en tipos y especies. Si descendemos en la escala de los géneros pasaremos de las clases abstractas a las distinciones históricas concretas hasta llegar a las obras particulares”.1
Para abordar el libro álbum moderno bien podríamos partir de Donde habitan los monstruos (1963) de Maurice Sendak, quien fue uno de los pioneros en utilizar la doble página y dar un nivel imperante a la ilustración en la construcción del discurso narrativo. Páginas donde no hay texto pero la narración continúa y se teje de manera contundente. Se podría hablar de casos particulares de autores que vienen de esos cincuenta años a la fecha haciendo cuña, como Peter Sis, Kveta Pacovska, Tomi Ungerer, Roberto Innocenti, hasta la actualidad con propuestas como Isol, Oliver Jeffers, Javier Sáez Castán, Shaun Tan, entre tantos otros. En cincuenta años ha cambiado mucho el panorama y las propuestas. Lo que era un álbum en 1963 y lo que es hoy, con todas las coincidencias que compartan, debería haber cambiado, en tanto forma de arte.
En sus estudios, publicados hace casi cien años, los formalistas rusos ponían énfasis en la función poética del lenguaje y no tanto en sus autores o lectores, aunque evidentemente estaban implícitos.
En la evolución de cada género llega un momento en que después de haber sido utilizado con objetivo enteramente serio o “elevado”, degenera y adopta una forma cómica o paródica. El mismo fenómeno se produjo con el poema épico, la novela de aventuras, etc. Las condiciones locales o históricas crean diferentes variaciones, pero el proceso conserva esta acción como ley evolutiva: la interpretación seria de una fabulación motivada cuidadosa y detalladamente, cede lugar a la ironía, a la broma, a la imitación. Así se produce la regeneración del género: se hallan nuevas posibilidades y nuevas formas.2
Borges desdeñaba las novelas porque decía que estaban llenas de paja. Las novelas son casi por excelencia misceláneas, extensas, aburridas o divertidas, exhaustivas o inacabables. Dentro de una novela cabe todo, hoy en día hasta dibujos, quizá de ahí ese más o menos nuevo término de novela gráfica que muchos dibujantes de cómic tomen con recelo. Se habla de que la novela gráfica es simplemente una historieta en pasta dura, un cómic nombrado desde un esnobismo que ha puesto a ciertas obras por encima de otras, lo independiente por encima de lo comercial, lo artístico por encima de lo mainstream.
¿Para qué se evidencia un artificio? Cuando se intenta enmascarar un procedimiento perceptible, produce una impresión cómica, en detraimiento de la obra … Por lo visto, los procedimientos nacen, viven envejecen y mueren. A medida que se aplican se vuelven mecánicos, pierden su función y dejan de ser activos. Para combatir su mecanización se los renueva mediante una nueva función o un sentido nuevo: la renovación del procedimiento es análoga al empleo de una cita de un viejo autor en un contexto nuevo y con un nuevo significado.3
Si la primera novela moderna fue El Quijote y el primer álbum Donde habitan los monstruos, ¿qué ha ocurrido al día de hoy? Muchos definen un álbum como dos discursos, texto e imagen, perfectamente intrincados, de tal manera que uno sin el otro no sería lo que es, como dos voces que construyen una única voz. Uno puede analizar varios álbumes clásicos del siglo XX y comprobarlo, el problema surge cuando no se hace la prueba del termómetro del álbum una vez que el autor lo ha terminado, sino que se vuelve prescripción o receta del éxito.
Los procedimientos de construcción se agrupan y se crean clases particulares de obras (géneros) caracterizadas por un agrupamiento de procedimientos a los que llamamos rasgos del género … Estos rasgos son polivalentes, se entrecruzan y no permiten una clasificación lógica de los géneros con base en un criterio único. Los géneros viven y se desarrollan: en las obras que aparecen posteriormente se ha de observar una tendencia a asemejarse a las de ese género o, por el contrario, a diferenciarse de ellas.4
La solución más fácil sería dejar de llamarle álbumes a ciertos libros, pero hay un cierre de fronteras entre aquellos libros que a todas luces no son álbumes y otros que para unos sería álbum y para otros no. Y esos libros frontera son quizá los que más rompen actualmente los paradigmas de lo que es el álbum. Su relevancia está en que es la imagen quien pone todo a temblar. Las ilustraciones cobran relevancia y ganan terreno día a día en el ámbito editorial y no lo hacen como meras acompañantes del discurso del otro.
Por otro lado, ¿qué hace que un libro sea infantil? ¿Los temas, las imágenes, el manejo del lenguaje, los colores para cada edad, el público al que va dirigido? Parecería que ese análisis que funciona con la lectura, mata el arte con la creación. No es lo mismo desbaratar un reloj para entender su funcionamiento que seguir esas mismas reglas para generar una obra de arte. Como dicen, la poesía es del cielo cuando se lee y del infierno cuando se trata de explicar. Porque el arte no tiene una única función y no hay recetas para conmover.
El mejor arte es el universal, atemporal. Los mejores libros para niños no son sólo para niños, son para cualquier lector. Y los mejores artistas no están preocupados en ser publicados o no es su máxima, sino que quieren entender el mundo y verlo por primera vez siempre, tal como en El pintor debajo del lavaplatos, novela del portugués Afonso Cruz: cuando el hijo nace y lo miran con un ojo cerrado, la partera afirma que el niño será artista. La madre tirita de tristeza y afirma que “no hay nada más triste que ser un artista y ver todo por primera vez. Cuando vea las cosas quiero que me sean familiares. Solo se es feliz cuando ya no se sienten los zapatos en los pies”.5 El gran arte nos sorprende porque siempre es diferente; es una cuña que modifica paulatinamente los modos de ver el mundo.
Los libros para niños desde siempre han estado parados en la parte de hasta abajo del escalafón, junto con la infancia, pero ganan terreno poco a poco al ser leídos por todos. Y así los escritores como los ilustradores ganan estatus, junto con las editoriales que los publican:
El proceso de canonización de los géneros vulgares no constituye una ley universal, pero es frecuente que cuando un historiador de la literatura busca las fuentes de un fenómeno literario, debe dirigirse a los fenómenos insignificantes y no a los grandes fenómenos literarios precedentes. Los grandes escritores se apoderan de los géneros vulgares y los elevan a cánones de los géneros cultos en los que determinan efectos estéticos inesperados y profundamente originales. El periodo de expansión creadora de la literatura está precedido por una lenta acumulación, en las capa literarias inferiores, de medios aún no canonizados que luego renovarán la literatura entera. La aparición de un genio equivale siempre a una revolución literaria que destrona el canon dominante y otorga a una revolución literaria el poder a artificios hasta entonces subordinados.6
El problema está en pensar en los libros para niños como medios para discursos y no como un fin estético en sí mismo. Si bien tiene que haber un equilibrio entre todas sus partes, pues si no hay un afán de lectura la obra de arte no es tal. Para Barthes siempre será necesario estudiar a los clásicos, pero también entender y darle lugar a las vanguardias:
Nada tiene de asombroso que un país retome periódicamente los objetos de su pasado y los describa de nuevo para saber que puede hacer con ellos, esos son, esos deberían ser los procedimientos regulares de valoración. Pero he aquí que bruscamente se acaba de acusar a este movimiento de impostura, lanzando contra sus obras los interdictos que definen comúnmente por repulsión toda vanguardia: se descubre que son obras vacías intelectualmente, verbalmente sofisticadas, moralmente peligrosas y que solo deben su éxito al esnobismo.7
En la literatura infantil se gesta la crítica literaria, pero, tal como le ocurría a Barthes en los años sesenta del siglo XX, se cuelan comentarios que no tienen esa objetividad necesaria de la crítica. Con todo, para aspirar a una crítica objetiva y casi científica, no quiere decir que eliminemos las listas de libros que se hacen cada fin de año, las recomendaciones de mano a mano, los premios. Pues todo esto constituye un termómetro que nos acerca a esa objetividad. Todo esto para darle un lugar también a las nuevas propuestas, que pueden no entrar en esas reglas básicas y al parecer inamovibles de lo que es un álbum, pero que rompen y quedan como libros inclasificables, que ya un crítico buscará darle nombre.
En la actualidad se leen libros impresos en ferias del libro, en bibliotecas escolares y públicas, en librerías. Se lee en papel y en pantalla, hay imágenes que se mueven al tocarlas en físico y en luz, pop-ups, interactivos, libros ilustrados de divulgación, álbumes para adultos, historietas y novelas gráficas. Y todas son lecturas, unas mejor aceptadas socialmente que otras.
Recupero el género del álbum porque dentro cabe la diversidad, sobre todo de mano de los creadores. Los géneros de libros para niños están en movimiento, cambian y se renuevan constantemente. Hoy encontramos ilustración en fanzines, cómics, novelas gráficas, todos son libros ilustrados, y ni ellos ni la LIJ es menor a ningún arte mayor. Porque el arte busca generar conocimiento, no sólo en quien lo lee, sino también en quien lo hace. Y en tanto arte, los lectores también son artistas en potencia.
El secreto del arte como creadores y como lectores es no temerle a la ruptura, a la desviación, a lo diferente. No entrar en silencio. Es necesario leer como ruido, como voz y como identidad.
El mundo de la crítica y el de la creación se separan en caudales y luego se juntan. La crítica y la teoría del arte, después de todo, también tienen un afán creativo. Uno prescribe y otro debe resistir para crear. Lo que dijeron los formalistas hace cien años es cierto: el arte sobrevive cuando da la vuelta al discurso oficial, cuando se burla de él y consigue finalmente un lugar privilegiado en el poder. Porque la ilustración ha pasado de ese lugar bajo tierra a un montículo donde se escucha por fin su propia voz.
1 Tomashevski, “Temática” [1925], en Tzvetan Todorov, Teoría de la literatura de los formalistas rusos. México: Siglo XXI, 2002, p. 232.
2 Eichenbaum, “Sobre la teoría de la prosa” [1925], en op. cit., p. 156.
3 Tomashevski, op. cit., p. 228.
4 Tomashevski, op. cit., p. 229.
5 Afonso Cruz, El pintor debajo del lavaplatos. Medellín: Tragaluz, 2013, p. 14.
6 Tomashevski, op. cit., p. 231.
7 Barthes, Crítica y verdad. México: Siglo XXI, 2000, p. 9.