Nuestros apocalipsis propios
Desde niño habito los terrenos de la ciencia ficción. Cuando llegué, en esos mundos vivían ya Mary Shelley, Jules Verne y Edgar Allan Poe, pioneros de lo fantástico. Ahí leí los relatos de C.S. Lewis con la imaginación intacta, crecí con los robots de Isaac Asimov y supe de la existencia de Marte por Ray Bradbury. Alcancé la fase culminante del kémmer con Ursula K. Le Guin, me perdí en los paraísos tecnológicos de William Gibson, temí por mi cordura con las novelas paranoicas de Philip K. Dick. Mi favorito: Stanisław Lem, por reaccionario y exuberante, a quien únicamente (re)leo cuando estoy muy triste porque me saca del mundo en un cohete directo y sin escalas hasta Solaris. Los más recientes: Jeff Noon, Olga Ravn, China Miéville, Lidia Yuknavitch, Ted Chiang.
Ninguno de ellos escribió sus historias en español y, como seguramente a muchos otros lectores hispanohablantes, en algún momento me saltaron las palabras, los ambientes, hasta los nombres de los personajes. ¿Por qué los héroes de la ciencia ficción no pueden ser, por ejemplo, mexicanos o, en todo caso, vivir en algún país latinoamericano? El género como tal, su fandom y hasta la crítica al respecto, habitan la periferia, el territorio de lo híbrido, al tiempo que refutan un desafortunado mote de evasión acuñado por el canon. La ciencia ficción, tanto como el noir o lo fantástico o las LIJ, son escrituras que permiten pensar e intervenir el mundo a partir de la especulación y su influencia en la vida cotidiana es irrefutable.
La ciencia ficción en español existe, desde luego, con personajes que se llaman como nosotros y habitan mundos —incluso planetas— cercanos al nuestro, en tanto lengua, cosmovisión y tradiciones. De ello deja constancia la escritura de Liliana Colanzi (Bolivia, 1981), en cuyo eje central convergen las claves de la ciencia ficción y el realismo fantástico para dar cuenta de un horizonte de expectativas que, si bien abreva de los títulos clásicos del género, también propone una visión desde este lado y a partir de nuestros presentes. En Ustedes brillan en lo oscuro (2022), la escritora boliviana explaya un arsenal de mecanismos literarios para narrar esa otra realidad de las comunidades latinoamericanas con una diversidad de registros, temáticas y giros lingüísticos.
En “La cueva”, el primero de los relatos, Colanzi construye una geología del tiempo a partir de un espacio habitado por el guano, la fauna cavernaria, humanos y sus dioses, frescos prehistóricos, tormentas de píxeles. La confrontación en el cuento es directa no solo en la dupla que conforman Xóchitil Salazar y Onyx Müller, sino entre todo el ecosistema que dialoga a lo largo de una narración que abarca desde la vida microscópica hasta puertos del ciberespacio.
“Atomito” es la historia de Kurmi Pérez, Never Orkopata, Yoni, Percéfone Mamani y el Moko, underdogs y okupas que se reúnen en La Yareta, barrio de El Alto, para especular en torno a la Central de Investigación Nuclear Tupác Katari. Una distopía ecológica cuyos personajes experimentan en los cuerpos una luminosidad radiactiva con diálogos en lenguaje lumpen, escenas nostálgicas de videojuegos y viñetas en la tradición del cómic.
“La deuda” y “Los ojos más verdes” son cuentos apegados a la imaginación fantástica, con un realismo fantasmagórico antes que costumbrista. En el primero, una chica acompaña a su tía en un viaje por el pasado y la memoria, donde temas como la identidad, el árbol genealógico y la maternidad contrastan con un presente fracturado por presencias fantasmales y superstición. El segundo cuenta la historia de una niña que, a partir de un anhelo profundamente escondido, entabla comunicación con el Jefe y pide un deseo a cambio no solo de renunciar al Cielo, sino que acepta las consecuencias de olvidar y ser olvidado.
“El camino angosto” dialoga directamente con los anteriores dos cuentos, en tanto que presenta una cosmovisión religiosa, pero con el giro de la distopía. Tiene una peculiaridad que lo distingue: en medio del relato bíblico, una trama ciberpunk provoca una ruptura en el mundo narrado de una comunidad aislada. Separados del Afuera por un perímetro, los personajes experimentan en el cuerpo la sensación física de las fronteras desde su hábitat. Es a partir de la organización y la disidencia que se establecen entre los protagonistas que el cuento se abre como un relato cuyo misterio radica en la confrontación con la Otredad.
Si bien los hechos narrados en “Ustedes brillan en lo oscuro” están basados en el accidente radiológico de Goiâna de 1987, advierte la autora en una Nota, se trata de una obra de ficción. Lo anterior no hace sino potenciar el relato de lo sucedido en esa población brasileña que se enfrentó a la catástrofe biológica y la consecuente paranoia desatada en la comunidad. En este último relato que titula al libro, la narración se construye a partir de una polifonía de voces que cuenta los hechos desde la experiencia directa en los cuerpos, la bitácora de la carne y el soporte que otorgan los espacios de la memoria a la lengua oral.
¿Qué es el cuerpo sino la criatura que respira? En la narrativa de Liliana Colanzi, el mundo se percibe dislocado, sus personajes alienados y los escenarios periféricos. La diversidad temática de Ustedes brillan en lo oscuro comunica una pluralidad de voces, sujetos e individualidades en quienes radica esta hibridez genérica que propone la autora boliviana en sus cuentos cienciaficcionales y fantásticos. No solo se trata de la latinoamericación de un género prototípicamente de habla inglesa, sino de inocular en las literaturas de anticipación nuestros propios lenguajes, cosmovisiones y modus vivendi.
Liliana Colanzi escribe en español y sus personajes son latinoamericanos. En el cada vez más explorado planeta del What if…, la obra cuentística de la escritora boliviana instala mecanismos tecnológicos en la selva, lleva catástrofes nucleares a comunidades olvidadas, cuenta la historia del tiempo desde una caverna en Oaxaca. Brilla en lo oscuro porque expande los horizontes elásticos de la ciencia ficción, al tiempo que gira el telescopio y corrobora que desde este lado también volteamos a ver a las estrellas.
Y que el relato de los mundos nos pertenece a todxs.
