Notas sobre Notas sobre conceptualismo
Titulo: Notas sobre conceptualismos
Autor: Robert Fitterman y Vanessa Place
Traductor: Cristina Rivera Garza
Editorial: Conaculta
Lugar y Año: México, 2013
¿Qué es lo que queda aún por decir? ¿Qué se considera como un riesgo hablando en términos de poesía? ¿Por qué se desdeña ferozmente el lugar común en la poesía, si acaso es tan común? ¿Por qué produce tanto escozor y apasionamiento el plagio en la escritura? ¿Qué de nuevo hay bajo el sol que pueda escribirse en un poema y que no suene a que alguien más ya lo haya escrito antes? ¿Puede un texto cualquiera considerarse como original en nuestros días después de cinco mil años de la aparición de la escritura?
Tomemos una pausa para meditar en las preguntas anteriores. Tomemos una pausa para valorar cuántas interrogantes se desprenden de las anteriores. Tomemos una pausa para considerar si están incluidas entre los planteamientos que se hace la poesía mexicana (digamos la poesía en lengua española) en el presente. Tomemos una pausa. Porque en fechas recientes está a nuestro alcance un volumen teórico sobre prácticas recientes en la escritura. Notas sobre conceptualismos de Vanessa Place y Robert Fitterman (Conaculta, 2013) está en español con la traducción de Cristina Rivera Garza.
Supe de Notes on Conceptualisms en el verano de 2009. De la voz de una de quienes apuntaron las notas. Desayuné con Vanessa Place en el restaurante del Hotel del Norte en Mexicali y brotó el tema de la escritura. “¿Qué estás escribiendo ahora?” No entendí a qué se refería con escritura conceptual en ese momento. Estaba familiarizado con el arte conceptual, pero, ¿qué tenía de nuevo eso, después de medio siglo? Place respondió con lo que parecían ser más preguntas.
¿Qué significa ser original en términos de poesía? Hay una cantidad inusitada de texto que nos rodea en la actualidad: ¿qué le queda hacer a los escritores con semejante cúmulo de lenguaje presente en todas partes, todo el tiempo? ¿Qué relación guarda la escritura con respecto del arte en el siglo xxi? ¿Qué sucede si, en vez de sólo conceptos abstractos cargados de significado, en adelante consideramos a las palabras como objetos y como vehículos de significado al mismo tiempo? ¿Si comenzamos a sopesar la materialidad del lenguaje como materia prima para la construcción de obras de arte? ¿Qué si el texto ya no es texto y comenzamos a referirnos a él como una pieza? ¿Es necesario reconsiderar la relación entre artista, arte y espectador, aplicando los mismos términos entre escritor, escritura y lectores?
Terminamos de desayunar y mi curiosidad se encendía con más incógnitas. Los escritores siempre están en busca de referencias. En busca de manuales para conocer más. Amplificar el conocimiento, sus horizontes. En ese momento le pregunté a Vanessa si existía algún marco teórico sobre esta tendencia en la escritura de la cual nunca había escuchado antes nada. Place respondió que estaba por salir Notes on Conceptualisms. Se apresuró a aclarar que era un primer esbozo de apuntes, antes que un libro canónico sobre la escritura conceptual. Apenas unas notas para estimular el diálogo. Una lista de notas que, más allá de encarnar una voz preceptiva, proponen un aventurarse en la escritura. Una colección de notas que se proclama como la primera obra que constituye un marco teórico referencial para la así llamada escritura conceptual. Una colección de notas. Insisto. Notas sobre conceptualismos no ofrece postulados, no defiende una doctrina, no enumera un decálogo. La articulación del lenguaje en Notas sobre conceptualismos es acaso una invitación abierta a la reflexión. “Una formulación de ideas con el fin de que los lectores la enriquezcan añadiendo, sustrayendo, multiplicando”.
Como una muy breve referencia diré aquí que la escritura conceptual aparece en la vuelta del milenio en una reunión amistosa entre Kenneth Goldsmith, Christian Bök y Darren Wershler. “Vimos que nuestras prácticas artísticas eran caminos cerrados. Entonces mezclamos estas obsesiones para encontrar una nueva forma de escribir al mismo tiempo que Internet estaba emergiendo” (“So What Exactly Is Conceptual Writing?”, en Bombsite.com). Son ya célebres en el mundo de habla inglesa trabajos como Day (la reescritura mecanográfica completa de una edición del New York Times [Day. Nueva York: The Figures]) de Kenneth Goldsmith, o Eunoia (un libro de cinco capítulos en el que cada capítulo es un lipograma univocal, un capítulo por cada una de las vocales) de Christian Bök (Eunoia, Toronto: Coach House Books). A más de diez años de la emergencia de este movimiento escritural y de la apabullante popularidad y el acelerado crecimiento de Internet es pertinente inquirir: ¿cómo ha tocado esta “nueva forma de escribir” a la producción de literatura en español?
Este marco referencial que apunta hacia la primera reflexión teórica de los conceptualismos se presenta por primera vez en español. Se encuentra, como dije, cargado de interrogantes. En la introducción, Fitterman y Place señalan que el texto surge de una serie de cuestionamientos en torno a sus prácticas escriturales. “Estas preguntas nos llevaron a otras más amplias acerca de lo que es la escritura conceptual, de cómo difiere del Arte Conceptual y del por qué esta tendencia ha proliferado en la comunidad poética”.
Notas sobre conceptualismos inicia con una aseveración que podría declarar lo obvio pero que resulta provocadora al postular que:
La escritura conceptual es alegórica.
La escritura alegórica es una escritura de su tiempo, una que dice de manera oblicua lo que no puede ser dicho directamente debido, por lo regular, a regímenes políticos represores o a la naturaleza sagrada del mensaje.
Hay que detenernos y asentar en qué circunstancia se circunscribe el surgimiento de esa poética que se proclama como el primer movimiento literario internacional del siglo xxi (Crux Desperationis es una revista multilingüe de escritura conceptual y a la fecha publicará su cuarto número). ¿A qué regímenes políticos represores se refieren los autores del texto? ¿Aún quedan por divulgar mensajes cuya naturaleza sea sagrada? ¿Qué pasa con las condiciones culturales de Occidente que apuntan a la producción de estas nuevas escrituras?
Dicen que la alegoría depende del lector para completarse. Al situar el peso del fenómeno estético en el lector, la escritura conceptual se contrapone al dominio magistral de la escritura. A la transparencia del lenguaje. A la interioridad. Al lirismo. La escritura conceptual cuestiona estas relaciones que a lo largo de la historia de la literatura se han dado por sentadas como parte esencial del fenómeno literario. En este sentido, Place y Fitterman contraponen a la alegoría con el simbolismo. A aquél simbolismo de todas las épocas que se opone a la representación exacta del mundo. Place y Fitterman apuntan que el simbolismo deriva de una idea mientras que la alegoría construye una idea. Enuncian el potencial de exceso de la alegoría. ¿Cómo hablaríamos del potencial del exceso, inmersos en nuestra transparente y multitudinaria Era de la Información? Dicen Place y Fitterman: “Las imágenes se forman alrededor de una Idea/Símbolo; pero las imágenes salen por la borda de la noción alegórica”.
La escritura conceptual se basa (aunque no es una constante) en técnicas que se han asimilado desde hace bastante tiempo en las artes visuales como la apropiación, la yuxtaposición, el collage, la fragmentación, la documentación, el muestreo. Esta escritura considera a las palabras en términos ontológicos como materiales y como conceptos cargados de significado. Las palabras son objetos. Son maleables, dúctiles, manipulables. Y como tales, apropiables. La apropiación en la literatura es un tema que aún causa escozor en muchos sectores, particularmente en los académicos. Si bien las artes visuales y la música han hecho de la apropiación una técnica que ha prevalecido como una práctica común, el mundo literario aún se cimbra ante los escándalos de plagio y de robo intelectual. ¿Qué dice esto de la escritura en nuestros días en comparación con las demás disciplinas artísticas?
Place y Fitterman citan el ensayo “Subversive Signs”, de Hal Foster, definiendo al artista de la apropiación visual como un “manipulador de signos más que un productor de objetos de arte, y el espectador un lector activo de mensajes en lugar del pasivo contemplador de una estética o el consumidor de un espectáculo”. La escritura conceptual no sólo propone enfatizar el papel del lector al acercarse a la pieza escritural. El escritor conceptual es más un curador del lenguaje que un escritor creativo. Un manipulador de los signos y de los materiales que encuentra en su entorno real o en su contexto virtual. La abundancia del lenguaje es apabullante al imaginar la cantidad que vertimos constantemente en Internet. ¿Cuántos poemas originales de amor están publicados hoy en línea? ¿En realidad desearíamos escribir uno más? ¿Es que acaso hay algo más que decir sobre el amor?
Una de las máximas aportaciones de Notas sobre conceptualismos es la instrumentación de un neologismo. Aseveran que “las mentes son cuerpos, los cuerpos son mentes. El cerebro es una pieza del cuerpo-carne, el cuerpo un pedazo del cerebro”. Este pensamiento es una reconfortante prueba de que el Yo no existe.
“Yo” soy autobiografía, texto y contexto.
“Yo” soy inocente / culpable.
La objetividad está pasada de moda; la subjetividad también.
El Sobjeto es la entidad contemporánea apropiadamente melancólica.
Esta dialéctica entre sujeto y objeto que ha prevalecido como una constante integral del fenómeno artístico se ve cuestionada con la propuesta de los conceptualismos. Los conceptualismos adelgazan esa línea hasta borrarla. Y reivindican que el conceptualismo puro es la respuesta del sobjeto silenciado. En tanto que el conceptualismo impuro y barroco son la respuesta del grito del sobjeto. De ahí que el libro concluya con la enunciación del “fracaso glorioso de la crisis de la interioridad”. Esa interioridad que blanden ferozmente los poetas. En un contexto cultural en el que las prácticas cotidianas están programadas en función de la producción en masa y de la difusión masiva de información, ¿qué espacio y qué tiempo le queda a la interioridad?
En el ámbito de la lengua inglesa los conceptualismos no resultan ya una novedad tras cerca de catorce años de haberse acuñado el término escritura conceptual en los Estados Unidos. Si bien es cierto que estas prácticas tienen ya varios años ejerciéndose en el arte, proponen principalmente una manera distinta de escritura y de lectura, coincidente con el caldo de cultivo que es Internet en nuestro tiempo. ¿Acaso la máxima máquina de acumulación de texto no cambiaría en forma alguna la manera en que se hace literatura?
Existen casos que apuntan a que los conceptualismos se encuentran ya en práctica en el español. Pablo Katchadjian recién engordó El Aleph de Jorge Luis Borges y anteriormente ordenó de la a a la z los versos del Martín Fierro de José Hernández. En México, Sara Uribe reescribió la Antígona de Sófocles por medio de la apropiación de testimonios sobre los desaparecidos de los últimos años. El chileno Carlos Soto Román trabaja con la materialidad de lenguaje público y en su aspecto visual desde su condición de inmigrante en los Estados Unidos. Notas sobre conceptualismos aparece concomitante con el entusiasta rescate editorial de la obra del artista y escritor mexicano Ulises Carrión, lo cual abona a la urgencia de sumarse a este diálogo.
He aquí que Notas sobre conceptualismos propone una poética, una práctica escritural reciente. Y se encuentra por primera vez en español. Y está disponible para cualquiera. Una provocación al diálogo. Pero hay que leer el libro para entablar el diálogo. Ahí, con todas sus preguntas. ¿Cuál será la respuesta que quienes hoy escriben en español darán a esta provocación?
[…] La escritura conceptual, en este sentido, es la producción de una alegoría, como sugieren Vanessa Place y Robert Fitterman. La alegoría crea dos obras en una operación, en el trabajo de montaje y desmontaje de las […]