No publiques en Nitro/Press que te van a regañar
Recibí Entropía Remix (Nitro/Press, 2014) una tarde en la que se avecinaba un aguacero de telenovela. Por fortuna no fue así: solo noté unos relámpagos que holgazaneaban en el cielo y un viento frío, muy extraño en estos lares tropicales.
Si piensan que esta cápsula meteorológica no tiene sentido, se equivocan (resultó determinante para la lectura de este libro de relatos de Iván Farías): el aire fresco bajó la temperatura, si bien no a los niveles de Toluca, al menos lo suficiente para sentarme cómodamente a leer. Además, como no llovió muy fuerte, tampoco hubo interrupciones con la energía eléctrica, lo cual garantizó que el ventilador funcionara correctamente durante las próximas tres horas y media. No es que acabara el libro a las tres horas y media. No. Pero después de ese tiempo, suspendí la lectura, subí a la recámara y seguí leyendo hasta que lo terminé.
A Iván Farías lo vi una vez en Puebla. No sé porqué, pero siento que no hablamos lo suficiente. Bueno, sí sé: yo traía una borrachera bárbara de dos días y dos noches. Junto a mi amigo Federico Vite, recorrimos todas las cantinas del centro histórico. Aunque viéndolo bien, fue lo mejor: porque de haber platicado un poco más con Farías, la borrachera se habría extendido demasiado, pues congeniamos en muchos aspectos: además de algunos buenos amigos en común, compartimos la misma fascinación, lo mismo por guarradas, que futbol o novelas policiacas.
En Entropía Remix, el tlaxcalteca nos muestra un puñado de narraciones que pueden tener ciertos impasses, pero que no nos dejarán indiferentes.
Acerca de la escritura y la soledad, Chuck Palahniuck dijo: “En algún punto de sus vidas, (los escritores) no estuvieron en la lista para una fiesta, así que tienen que depender de ellos mismos para divertirse. Los escritores no siempre saben cómo se juega el juego, así que siempre están inventado las reglas del juego”.
Farías traza muy bien sus reglas desde el primer relato Antes de que llegara. Una narración cronológica y arborescente: comienza con una escena común entre una pareja. El inicio puede ser demasiado gris, pero Farías simplemente nos destensa para lo que viene: una rubia con manchas de sangre, policías judiciales y un hombre herido. El desenlace es un cohetón encendido y con la mecha muy corta.
Relatos del absurdo y la traición; patetismo y soledad; muerte y maldad. Se percibe una voz bien calibrada, que crea escenarios, los destruye y luego los rehace. Su prosa es pulcra, con lucencia; pero eso sí, con el descaro y la exactitud del filo de una navaja.
A propósito de la soledad para escribir, Niccolò Ammaniti propone: “Es importante saber replegarse sobre uno mismo y construir tu mundo original y único”. Esto lo entiende Farías, quien edifica un condominio donde habitan de vicios, personalidades abyectas, deseos incumplidos, policías chuecos y mujeres, muchas mujeres.
Nada mal para una tarde de lluvia o incluso, antes de una borrachera de dos días.
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Nunca en mi vida he visto a Daniel Espartaco. Supongo que eso no debe ser muy trascendente, porque hasta ayer, he dormido como koala.
Supe de él, eso sí, desde hace algunos años. Él tenía un blog (bueno, entonces no fue hace algunos años, sino hace muchos años) que yo leía de vez en cuando. Eso tampoco me quitaba el sueño. Lo más cercano a conocerlo en persona, fue la posibilidad de que asistiera a un encuentro de escritores al que finalmente no llegó. No lo culpo. A mí tampoco me agradan mucho esas vainas. Cuando lo hago, es porque veré a amigos entrañables. Si no, mejor me quedo en casa jugando Game Boy.
Por cuestiones verdaderamente indescifrables, todo lo que había leído de Espartaco era en archivos digitales. En papel, ni su ficha bibliográfica.
Recibí Bisontes (Nitro/Press, 2013) justo un día antes en que iba hacer un viaje a otra ciudad por asuntos que solo competen a un jefe de familia. Lo eché a la mochila junto con otros tres libros para leer durante el trayecto.
Cuando lo saqué de la mochila para hincarle el diente, creí que era un western, por el título. O cuando menos, un novela medio policiaca. Recordé varias ligas sobre comentarios de la novela y me recriminé no haberlos leído, cuando menos para constatar si era o no, un western. No fue así.
Bisontes trata sobre la vida de un rock star de la literatura de los sesentas, pero del que ya muy pocos se acuerdan. Miguel Habedero (personaje de esta novela) es un escritor, que vive como maldito. Una mañana recibe una llamada telefónica para invitarlo a Chihuahua, donde recibirá un homenaje.
Habedero acepta el homenaje y el lector acepta la entrada a una deliciosa sátira sobre la vida cultural, plagada de glorias literarias de rancho; homenajes para comprobar gastos; funcionarios culturales de pacotilla; burgueses con ínfulas intelectuales; socialistas que viven como imperialistas y mujeres empeñadas en ejercer su independencia, aunque eso implique arruinarse la vida.
En su ensayo La profesión de escritor, Elías Canetti, sentencia: “El escritor está más próximo al mundo si lleva en su interior un caos”. La vida de Habedero es un revoltijo de ideologías, modas, sentimientos y relaciones. Pero será este desorden lo que al final de su vida lo sacará de la miseria y lo transportará a una cómoda vida como lumbrera de pueblo. Este desbarajuste de Habedero nos permitirá caminar junto a él en su intento por cambiar su vida.
Naturalmente, las sátiras sobre este tema, cuando menos en México, no son nada nuevo. Sin embargo, el plus de esta novela es su prosa fluxible y clara. Espartaco se reafirma como un prosista mayor de edad, que lo mismo nos lleva al pasado de Habedero; resume algunos de sus libros o lo obliga a filosofar sobre la existencia. La única queja sobre Bisontes sería su brevedad. Aunque supongo que a Espartaco tampoco le quitará el sueño.
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Este año he leído varios títulos de la pequeña editorial Nitro/Press y debo reconocer que estoy boquiabierto: sus diseños son audaces. Pero audaces de verdad. Tal vez esto resulte poco claro: me explicaré: cada título posee un diseño único de interiores. No son simplemente hojas llenas de letras. No. Hay elementos gráficos extras. Ilustraciones, tipografías infrecuentes, separadores llenos de color o guiños extraordinarios (el más sublime, animación cuadro por cuadro que se percibe al repasar las páginas desde la esquina inferior derecha de Bisontes).
Al mando de Mauricio Bares y Lilia Barajas, Nitro/Press se coloca como una editorial peliaguda, con un catálogo divertido, pero que mantiene cierta afinidad por lo no ortodoxo. Cosa que se agradece bastante, sobre todo en esta época en la que muchos libros salen a la luz más como una inversión, que como una propuesta artística.
Larga vida a Nitro/Press.