Tierra Adentro
Doña Mari y doña Inés lucen orgullosas por contar con una banda de música mixe en la ciudad.

El realizador de Sones mixes en la Ciudad (2011), Yovegami Ascona, descubrió una  agrupación musical originaria de Oaxaca, asentada ahora en el extrarradio del Distrito Federal, y la eligió como sujeto de este documental: un grupo de migrantes del pueblo mixe recrea  su cultura y forma de vida a través de una banda de música.

 

EN LAS ENTRAÑAS DE CHIMALHUACÁN

Recuerdo cómo inició todo y me sitúo nuevamente ante ese panorama: calles llenas de baches con señalamientos viales degollados, las cortinas de los negocios con capa tras capa de pintura de aerosol. Kilómetros infinitos de casas grises que tienen dos o tres pisos dan la impresión de estar condenadas eternamente a la obra negra. Los microbuses, los famosos “chimecos”, echan carreritas y se pasan el rojo del semáforo mientras un niño en la avenida Nezahualcóyotl va de vehículo en vehículo ofreciendo tepache a diez pesos. Era mi primera visita a Chimalhuacán.

Al llegar a las entrañas del municipio, todo parece tranquilo. Las calles aparentemente ordenadas, un coche de policía en la esquina y a lo lejos la música viva de una banda.

Aquí, en el corazón de Chimalhuacán, en la periferia de la ciudad, donde habitan familias provenientes de muchos puntos del país, sobresalen los migrantes mixes de Oaxaca por su antigüedad y forma de organización, pero sobre todo porque conforman una banda intergeneracional de música de sones y jarabes.

Yo soy mixe; llegué a vivir al Distrito Federal por un intercambio estudiantil en la Universidad Autónoma Metropolitana. Sólo había ido un par de veces a la capital del país y en ambas ocasiones mi estancia no superó los dos días, pero ahora me preparaba para pasar un año entero en la ciudad.

Conocí Chimalhuacán y a la comunidad de migrantes mixes por Benjamín García, un amigo que me invitó a un ensayo de la Banda Rey Condoy. A partir de entonces, me interesó mucho la forma de organización que tenían a pesar de estar lejos de Tlahuitoltepec, su pueblo natal, ubicado en la sierra norte de Oaxaca. Los señores y señoras me invitaron con más frecuencia a sus ensayos y fue así como entre música, anécdotas y mezcal empezamos a convivir y a conocernos mejor.

 

NI CÓMO MOVERME

Don Faustino Vásquez es hablante de la lengua ayuujk (mixe), toca la trompeta y es el director de la banda; llegó al Distrito Federal en los años setenta, ya que en Tlahuitoltepec, su pueblo, no había oportunidades de empleo, por lo que se vio obligado a salir desde joven. “Fue difícil adaptarse a la vida de la ciudad; no entendía algunas palabras del español, además la ciudad se me hacía muy grande y no sabía a dónde ir, ni cómo moverme”.

León Pérez es otro veterano de la banda, toca el bombo y trabaja como guardia de seguridad en una zona residencial de Lomas de Santa Fe. “Hay veces que me hago hasta cuatro horas para llegar a mi trabajo; es pesado, pero qué le vamos a hacer, así es esto”. León llegó en tren a la capital del país hace muchos años. Vino a estudiar la secundaria, pero optó por trabajar al no contar con recursos suficientes. Hoy se siente afortunado por tener una  casa propia en la que vive con su familia. Su esposa también es de Tlahuitoltepec y sus dos hijos son integrantes de la banda y, aunque ya no hablan la lengua de sus padres, se asumen orgullosos de ser mixes.

“Los mixes se caracterizan por ser una raza fuerte, valiente, por algo son los jamás conquistados”, dice Amado Gutiérrez, nacido en Chimalhuacán pero descendiente de migrantes mixes. Amado cursa la maestría en Telecomunicaciones en la Universidad Autónoma Metropolitana. “Nosotros somos hijos, tenemos la sangre mixe, y, aunque no nacimos en el pueblo, nuestros padres vienen de allá”. El Inge —lo llaman en casa— afirma que en la escuela hay discriminación hacia los indígenas. “Te dicen oaxaco, indio, pero así demuestran ellos su ignorancia”.

El Inge recuerda las primeras reuniones: “La mayoría de lo señores, nuestros padres y nuestros primos, fueron músicos en el pueblo; cuando hacían las fiestas y convivios, y estaban tomados, se ponían sentimentales; les llegaba la nostalgia y entonces decían: ¿por qué no hacemos una banda?”.

La convivencia entre familiares y paisanos impulsó a la comunidad mixe radicada en Chimalhuacán a formar una banda de música tradicional. Y es que en la región mixe de Oaxaca, la música es parte fundamental de la vida en comunidad. “Aquí nos juntábamos y bailábamos con el casete, pero nos llegaba el recuerdo de la música de nuestro pueblo, de los sones”; así describe los comienzos de la banda doña María, quien viste la blusa originaria de Tlahuitoltepec: huipil de manta con delgadas líneas de hilos rojinegros en forma de maguey.

Podría pensarse que, al llegar a la ciudad, la música mixe sufriría cambios en el proceso de adaptación a un nuevo entorno; sin embargo, ocurrió lo contrario. La Banda Rey Condoy toca sones y jarabes, incluso las piezas más antiguas. La historia de la banda demuestra que la tradición musical mixe se ha reforzado en el ámbito urbano, mientras que en las propias comunidades es cada vez más notoria la influencia de las bandas de música de otros estilos.

En la actualidad, la banda cuenta con su primer disco (grabado en un estudio de Ciudad Nezahualcóyotl, propiedad de Joel Wilfrido Vargas, también migrante mixe) y, sobre todo, con el reconocimiento de la comunidad ayuujk radicada en el área metropolitana, pues en cada reunión o presentación los paisanos acuden para bailar, convivir y dialogar en su lengua materna, todo amenizado por la banda de música, que juega un papel primordial en la integración de la comunidad mixe en el contexto urbano.

“Aquí en la ciudad tocamos los sones de antes, como se tocaban allá en el pueblo. La gente ya nos conoce, ya sabe que somos la Banda Rey Condoy y que tocamos sones mixes como en el pueblo; ése ha sido uno de los logros, porque los paisanos llegan y te dicen: en qué te ayudamos”, comenta don Amado Jiménez, el más veterano de la banda, quien, después de atender su negocio en el mercado 10 de Mayo, afina su trombón para ensayar.

Don Amado asegura que es difícil que regresen a vivir a Tlahuitoltepec, pues en Chimalhuacán llevan muchos años y no es fácil adaptarse otra vez al pueblo. “La banda aquí en la ciudad va a seguir, aunque nosotros ya no estemos, porque uno va decayendo, pero van a estar nuestros hijos: los jóvenes y niños que van para arriba, y tendrán que sacarla adelante”.

Quise hacer el documental de esta banda porque su historia representa un ejemplo de resistencia cultural. Los músicos nos demuestran que hace muchos años, cuando salieron de su pueblo, viajaron con sus raíces, que ahora brotan como frutos en forma de notas musicales que se esparcen por la gran ciudad; una ciudad que aparenta ser ajena, de nadie.

Doña Mari y doña Inés, esposas de los músicos grandes, son optimistas y afirman que hay banda para mucho rato, por lo menos unos diez años más, “mientras los niños no se enamoren…”.

 

El documental Sones mixes en la Ciudad se puede ver completo en Youtube.

La nueva generación de descendientes mixes recorren las calles de la ciudad.

La nueva generación de descendientes mixes recorren las calles de la ciudad.

 

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