Muerte por mil cortes
Estás en el centro de esa plaza, rodeado por cientos de desconocidos, amarrado a un poste que un par de hombres sujetan. Tienes veinticinco años y apuñalaste al príncipe Ao Jan Wan por querer estar con tu esposa. Es su derecho, decían, además sólo eres un sirviente, debiste aceptar. ¿Qué maldita vida es ésta en la que ellos siempre hacen lo que quieren?
Observas el cuchillo filoso que cruza frente a ti, sientes el instante en que la aguja de acero se hunde en tu flanco izquierdo, desgarrándote por dentro como si fueras nada. El dolor es tan fuerte que tus gritos enmudecen al sentir el siguiente movimiento del verdugo que se posa sobre tu garganta. Ya no podrás cerrar la boca. Sientes la sangre recorrer tu delgado y demacrado cuerpo. No es mucha.
Aún estás consciente. No comprendes por qué morirás de esa manera, eres un pobre diablo y estás seguro de que eso también serás en la otra vida. Un pobre diablo.
Sientes cómo rebanan tu pecho, cómo te desprendes de esos músculos que hasta ahora habías ignorado. Un ayudante le da un nuevo cuchillo a tu verdugo que separa la masa muscular, te contraes en silencio sin poder decir nada, tu mudez es atroz, horrible, llena de nostalgia y desesperanza.
Los ayudantes del verdugo empiezan a trozar tus huesos, los bíceps, los codos, tus antebrazos. Aún faltan tus piernas, que seguirán el mismo camino que tus brazos y pecho, la izquierda, la derecha; apenas escuchas el crujir de tus huesos que son tan débiles como cascarones. Entre tus ingles el brotar de tu sangre es inmenso, se desborda por tus muslos cercenados.
El descuartizamiento continúa sin interrupciones, no habrá piedad y lo sabes. O lo sabías. ¿Por qué aún no mueres? Tu rostro convulso empieza a desaparecer, ya no gesticulas y sólo miras al cielo con ojos acuosos y perdidos, quizá buscando una respuesta que libere el dolor. Te vas pero sigues sin morir. Ya no duele, empiezas a soñar, te relajas. Tu cuerpo se desprende y tu respiración se detiene, regresa, el éxtasis que te invade va más allá de ti…
Ya nada importa.