Mueran las focas bebés
Hace un par de semanas, mientras leía en el periódico una nota sobre cuatro decapitados en el estado de Veracruz, me topé con algo que me horrorizó y me erizó la piel. Se trataba de un reportaje de más de cinco páginas sobre las atrocidades que se cometen en contra de la población de cachorros de foca en Canadá, en el que el autor relataba con lujo de detalle, la forma en la que estos pequeños y adorables animales son asesinados a golpes para después ser despellejados, en muchas ocasiones, cuando aún están vivos.
Era tal mi indignación que inmediatamente contacté a mi buen amigo Jeff Carthwright, célebre naturalista y aventurero inglés, famoso por su programa de televisión de supervivencia y por proezas como haber sobrevivido diez días en la sabana africana llevando consigo únicamente un aparato GPS, un rifle de alto calibre, dos cuchillos, diez mudas de ropa, una enorme tienda de campaña, dos guías nigerianos, una computadora portátil, un teléfono satelital y abundante agua y comida.
Sabía que Jeff había viajado recientemente a Canadá para grabar uno de sus programas, por lo que supuse estaría mejor informado sobre el tema y podría darme un punto de vista profesional al respecto.
Por supuesto, caballero que es, atendió mi llamada inmediatamente a pesar de encontrarse grabando su más reciente aventura en la recóndita e inhóspita Kenia.
—Es verdad que puede parecer cruel lo que están haciendo con estos animales —me dice Jeff en teleconferencia vía satélite mientras prepara su campamento en una lujosa habitación del hotel Hilton de Nairobi—, pero cualquiera que haya lidiado con estas bestias en persona te contará una versión completamente diferente. Las focas bebés son en realidad una plaga de animales carnívoros y sanguinarios que, no conformes con haber exterminado a buena parte de la población mundial de osos polares, ahora también se dedican a emboscar y atacar asentamientos humanos. Son el depredador perfecto, se acercan sabiendo la ternura que provocan y en cuanto la presa se descuida le arrancan un brazo o brincan directo a la yugular. Además se sabe que tienen una especial predilección por matar y desmembrar niñas pequeñas, luego utilizan su sangre para pintar obscenidades en el hielo.
Asombrado y aterrorizado por la escalofriante información que Jeff acaba de darme, decidí investigar más a fondo y le llamé por teléfono a un par de amigos que desde hace varios años radican en Canadá.
—La situación está cada día peor —me explica uno de ellos—. Aquí en la ciudad no hay tanto peligro, pero en el norte, en los pueblos más alejados, se escuchan historias aterradoras de manadas de focas bebés que llegan a los pequeños comercios a cobrar derecho de piso. Se han encontrado familias enteras brutalmente despedazadas porque no pudieron cubrir la cuota.
El testimonio de mi otro amigo no es más esperanzador.
—Hace unos meses se envió un grupo de policías a buscar a un niño local que había sido secuestrado por una pandilla de focas bebés especialmente agresivas —me dice—. Ninguno regresó. Dos días después aparecieron sus cabezas clavadas en palos frente a la escuela primaria local. Es una pesadilla.
Realizando una exhaustiva investigación en Wikipedia, descubro que la situación es ya tan grave que el gobierno canadiense se ha visto obligado a permitir, e incluso estimular, la matanza sistemática de estos animales.
En su portal de internet el Departamento de Medio Ambiente de Canadá asegura que la técnica utilizada para matar a las focas bebés es completamente humanitaria y evita que el animal sufra. Sobre las prácticas de despellejamiento, el departamento asegura que son casos aislados fuera de su control y que, a final de cuentas, «las muy mierdas se merecen eso y más [sic]».
Otro factor de peso son las organizaciones internacionales como PETA, que defienden los derechos de los animales y que se han manifestado en contra de la matanza de focas bebés en múltiples ocasiones, incluso cuando sus propios miembros han sido víctimas de estas abominaciones.
—Los de PETA también la han tenido difícil —agrega Jeff—. Sus activistas han sufrido actos vandálicos por parte de las focas bebés, que constantemente apedrean sus vehículos y prenden fuego en sus oficinas. Una prueba más de que estos asquerosos bichos además de sádicos son unos malagradecidos. Pero también entiendo que los intenten defender, ¿quién se puede resistir a esas caritas y a esos ojos?
Tiernas o no, resulta alarmante el peligro que estos animales representan para Canadá y, si lo permitimos, para el resto del mundo. Por eso hoy, más convencido que nunca, yo digo: ¡Mueran las focas bebés!