Monterrey: Un teatro con grandes vuelos
En Monterrey empieza a sonar un nombre: Iván Domínguez Azdar, quien de unos cuatro años a la fecha ha ido ganando terreno con montajes de dramaturgos como Verónica Musalem y el mismísimo David Olguín.
Originario de Monterrey, Nuevo León, cursó la carrera de comunicación en su tierra natal y posteriormente vino al Distrito Federal a estudiar actuación en Casa Azul, del 2004 al 2007.
Su compañía “Al Son de Teatro” poco a poco empieza a posicionarse en la cartelera de la ciudad regia, e incluso hace dos años fueron invitados a la Muestra Nacional de Teatro con el montaje: “Nacido de un muslo” de Edgar Chías.
Siguiendo la tónica de las últimas publicaciones donde, a partir de su experiencia personal, los creadores escénicos hablan del teatro que se hace en sus estados, toca el turno al regio Iván Dominguez Azdar.
Itzel Lara: Tuviste una formación en el D.F. ¿Nos podrías platicar un poco sobre las diferencias que encuentras entre el quehacer escénico del Distrito y el de Monterrey?
Iván Dominguez-Azdar: La diferencia principal entre el quehacer escénico de Monterrey y el del Distrito Federal radica en el hecho de que en Nuevo León, como en muchos otros estados de la República, hace falta consolidar una industria Teatral que permita ofertar trabajos de calidad. El arte escénico en Monterrey padece la falta de remuneraciones dignas, soportes congruentes de producción y espacios suficientes. Estos carencias derivan en la producción de montajes escénicos de uno o dos fines de semana y proyectos que se terminan haciendo por satisfacción personal.
Esto es grave porque limita la oferta escénica y demerita la calidad de los discursos artísticos, además de que genera un círculo vicioso en el que se pone en juego la profesionalización, pues el teatro no se vuelve prioridad para el creador escénico, quien le destina el resto de su tiempo libre, casi a manera de “hobby”.
IL: Háblanos un poco de los pasos que has tenido que seguir para levantar tus proyectos allá.
ID-A: El primer paso, que es fundamental, es conformar un equipo de trabajo que “aguante vara”, que crea fielmente en el proyecto en cuestión, aun cuando la remuneración sea risible en comparación con el tiempo invertido; que agotados los espacios usuales de presentación acepte seguir dando funciones, aunque sea en casas; que te eche la mano para transportar y a veces hasta cargar la producción; que ponga algo del vestuario; que no pida cortesías y que haga mucha difusión para mantener un número significativo de espectadores en las funciones.
Si has logrado inspirar a alguien aun bajo estas circunstancias estás del otro lado, pues la manera en la que produzcas el proyecto hará más fáciles o difíciles las circunstancias. Maneras de producir hay muchas, eso a mí no me limita, y aunque recientemente vemos crecer mucho la “producción independiente”, el Estado proporciona un número de apoyos congruente con el trabajo que hacemos los gremios artísticos. Creo que si trabajáramos más podríamos exigir más, si lográramos más incidencia podríamos ejercer mayor presupuesto.
IL: ¿Cómo ves el movimiento teatral en estos momentos? ¿Cuáles son los autores que se montan?
ID-A: Veo mucha iniciativa, veo mucha pasión juvenil, veo mucha prosperidad. Estoy contento de ver que recientemente se han logrado crear nuevos espacios para la gente joven. Somos muchos trabajando duro en atraer nuevos públicos, en apropiarnos del teatro, en expresar nuestros discursos. En este sentido, varían mucho las posibilidades de creación, pues por un lado hay quien opta por construir y realizar su propia investigación escénica de su puesta, quien adapta o escribe (y los hay muy talentosos) sus propios trabajos, o quien elige el texto de algún dramaturgo para llevarlo a la escena: Alejandro Ricaño, Edgar Chías, Saúl Enriquez, y Humberto Robles son autores muy montados recientemente.
Lo que a mí me preocupa es el hecho de ver ir y venir puestas en escena, de no ver madurar trabajos con potencial, de ver proyectos que se desechan por falta de recursos, de ver compañeros que se desvían del quehacer escénico. Eso nos está generando una dinámica “exprés” de proyectos que no se trabajan a profundidad, que llegan sólo a esbozar una idea, que copian y repiten formas. Aspectos que nos hacen correr el riesgo de perder nuestra facultad para crear, en lugar de hacerla madurar.
IL: ¿Ha enriquecido tu participación en muestras, el trabajo como director?
ID-A: Muchísimo, no solo la Muestra Nacional, sino participando en coloquios, encuentros o festivales. Los Coloquios de Sinaloa, Nayarit, y Nuevo León son proyectos muy interesantes que han ido creciendo gracias a un enorme trabajo, hecho con esfuerzo, generosidad, y pasión. Me encanta llevar mi trabajo a lugares fuera de mi entorno, me encanta debatir, confrontar ideas, conocer otras visiones y vivir las situaciones particulares de los creadores en otras latitudes. Busco mucho salir de Monterrey con mis trabajos, me retroalimenta e inspira, a veces lo hemos hecho con sacrificios, otras con el lujo de alguna invitación, pero siempre lo estamos haciendo; este año por ejemplo tenemos planeados cinco viajes con un trabajo nuevo que estrenamos a finales de mes.
IL: ¿Cuáles son los puntos que crees que se deben reforzar en el teatro en Monterrey para que tenga más impulso?
IG-A: Salir del círculo vicioso en el que nos instala la falta de recursos para producir. Creo que curiosamente es más fácil instalarse en la queja que justifique la falta de rigor, compromiso y profesionalismo, que trabajar de corazón y tomárnoslo en serio.
Fraternidad, sensibilidad y compañerismo. Los regios somos de naturaleza bronca, no podemos permitir que esa condición limite nuestra sensibilidad para apreciar el arte. Como creadores escénicos no debemos olvidar que es parte de nosotros, debemos ser más inteligentes, utilizarlo a nuestro favor y, por supuesto, evitar padecer tal condición entre nosotros
Darle valor al teatro. Creo que hoy en día las acciones, los pensamientos y las ideas transforman nuestra realidad. No se puede dar valor al teatro si no somos capaces de pagar cincuenta pesos por él, más si esta actitud viene de los que se supone entendemos lo que cuesta hacer este trabajo.
Buscar estrategias de incidencia en la sociedad. Suelo toparme con jóvenes de nivel licenciatura que nunca han asistido al teatro, que no saben lo que es. Esto es terrible, más cuando nuestra sociedad está profundamente seducida por los códigos, las ideas y las actitudes frívolas y banales insertadas desde los medios de comunicación locales, nacionales y extranjeros.
Que los creadores sean más cínicos, utópicos, soñadores, necios, aguerridos, y fieles a sus ideas. Debemos resistir la tendencia a patrones y esquemas instaurados desde la sociedad de consumo que segrega lo que cree que no puede comercializar.