Micropolifonía y sinestesia en la obra de György Ligeti
György Ligeti fue uno de los más grandes compositores del siglo XX y la historia de la música no podría entenderse sin su obra. En la cultura popular es conocido, sobre todo, por la aparición de sus piezas en la banda sonora de varias películas de Kubrick. Su vida fue turbulenta y su recorrido musical es muy particular. Fue un compositor vanguardista y ávido. Desarrolló una técnica o textura musical llamada “micropolifonía” y su obra estuvo determinada por la sinestesia, además de un interés por lo atmosférico. Como celebración por el centenario de su nacimiento, este breve texto es una introducción a Ligeti y la importancia y particularidad de su obra.
György Ligeti, nacido en 1923 en la ciudad Transilviana Dicsöszentmárton —actualmente Târnàveni, Rumania— mostró un gran interés en la música desde los siete años y, aunque en 1941 presentó exámenes de admisión para estudiar física y matemáticas en la Universidad de Cluj, ya tenía un par de años dedicándose a la composición. El joven Ligeti no fue admitido en la universidad debido a la discriminación sistemática contra los judíos, aunque después fue aceptado en el Conservatorio de Cluj como compositor y, además, durante los veranos recibió lecciones de forma privada con Pál Kadosa en Budapest.
Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, sus estudios fueron abruptamente interrumpidos y su familia, judía de origen húngaro, sufrió las atrocidades del régimen nazi. Fueron deportados a campos de concentración; su padre murió en Bergen-Belsen y su hermano, en Mauthausen; su madre sobrevivió a la tortura de Auschwitz-Birkenau. Con poco más de veinte años, György fue enviado a un campo de trabajo forzado durante el resto de la guerra, pese a la cual concluyó sus estudios en la Academia Franz Liszt de Budapest, en la que posteriormente también dio clases.
Tras una insurrección fallida contra el sistema político húngaro gracias a la intervención soviética, el compositor huyó del país para establecerse en Viena y retomar sus estudios. A partir de este momento, György Ligeti se dedicó por completo y con una gran pasión a la música moderna-vanguardista occidental tanto en Viena como en Colonia y Hamburgo.
La innovación artística suele enfrentarse a obstáculos como la oposición al cambio de paradigmas o la indisposición de un público ya acostumbrado a cierto tipo de estética. Por supuesto, la radicalidad, sofisticación y profunda originalidad de la propuesta de György Ligeti —que además surgió durante el auge de la música serial y electrónica, así como de la naciente vanguardia dodecafónica y atonal— fueron inicialmente recibidas con rechazo y perplejidad por parte de los entusiastas de la música contemporáneos. Claro que, eventualmente, el mundo de la música académica del siglo XX reconoció la rebeldía, maestría y potencial de su obra.
Incluso hoy en día, aproximarse a la música de Ligeti exige del oyente y requiere cierta disposición. No es tan común escuchar composiciones suyas en las salas de conciertos, aunque, a diferencia de otros compositores de su tiempo, su obra es bastante conocida gracias a la aparición de tres piezas —Requiem (1963-1965), Atmosphères (1961) y Lux aeterna (1966)— en la película de Stanley Kubrick 2001: Odisea en el espacio, que el director utilizó para crear una relación entre los espacios visual y acústico.
La técnica compositiva mezclada con teoría matemática de Ligeti y su uso de la armonía, timbre y textura son bastante particulares. Su música no solo evoca, crea. Crea espacios sonoros enormes y complejos a través de una sinestesia que, como señala Peter Krieger, media entre el espacio físico y el acústico, entre arquitectura y música. Las composiciones de Ligeti son masas enormes sin melodía o armonía, definidas o convencionales, son sonoridades densas compuestas por sonidos indiferenciados y distintas frecuencias.
Uno de los principios más relevantes para las composiciones de Ligeti es la “micropolifonía”, técnica en la que cada línea musical y voz tienen patrones rítmicos diferentes e intrincados y armonías que no cambian de forma súbita, sino que se van transformando y confundiendo hasta el infinito. Además, la progresión continua de estos clústeres sonoros casi imposibles de diferenciar impide que el oyente perciba claramente los cambios en el ritmo, lo que da la sensación de suspensión en el tiempo. El efecto es muy característico e inquietante: una nube cromática oscura, una masa impenetrable de sonido. La música de Ligeti, como bien lo sabía Kubrick, crea atmósferas, sueños alienígenas, lugares espectrales, sonidos de otros mundos, umbrales oníricos.
La obra de este peculiar compositor es de una riqueza excepcional, su vida personal y trayectoria profesional son interesantísimas, y su forma de pensar subversiva es cautivadora. La verdad es que a pesar de numerar algunos de los principios en los cuales se basa su obra es bastante difícil describir a qué suena su música. Si ya vieron 2001: Odisea del espacio, ya saben. Si no, tienen que escuchar por ustedes mismos. Ya. Ahora mismo.