Matías Meyer, el encuadre de lo íntimo
La obra cinematográfica de Matías Meyer se filtra por todos los sentidos. Sin prisa, sus planos largos evidencian temas que solemos ignorar en la cotidianeidad: desde el paso de las estaciones y su efecto en la naturaleza hasta el encuentro con nuestro propio reflejo. Con motivo del estreno de su más reciente película, Yo, Magaly Olivera platicó con el director y con su protagonista, Raúl Silva. Una entrevista que recorre el trabajo de Meyer y analiza el estado actual del cine mexicano.
¿Cómo defines tu estilo cinematográfico?
Matías Meyer. Cine muy personal. Lo considero un medio de expresión artístico en donde lo más importante es dejar que las imágenes hablen por sí solas. Yo es una adaptación del cuento homónimo de J.M.G. Le Clézio.
Además de este evidente vínculo, ¿qué otros artistas influyen en la obra?
MM. Se vincula con el libro de John Steinbeck, De ratones y hombres, por el personaje de Lennie y su relación con las texturas, sensación que intento reflejar en mi cine, donde los espacios son como personajes. A nivel fotográfico trabajo con el claroscuro y lo que está oculto de la personalidad: el mundo inconsciente a través de la luz. Para otras obras retomo la idea de los sueños y del deseo prohibido que se torna en pesadilla de David Lynch.
¿Qué temas se presentan en Yo y cuál es la pertinencia de tratarlos en el México actual?
MM. La marginación, la desintegración familiar; el deseo sexual y la pérdida de la inocencia en una realidad un poco chueca, fragmentada como un espejo roto. Son temas constantes en la sociedad mexicana, por ejemplo, con los padres que deben buscar trabajo en Estados Unidos. También está presente la falta de oportunidades por desigualdad social. Ya no puede desarrollar sus capacidades, aunque las tiene, por un tabú hacia las discapacidades intelectuales que va desde familias que sienten vergüenza por sus seres queridos y prefieren encerrarlos en casa hasta las reducidas opciones de movilidad en la ciudad para personas en silla de ruedas. Queremos ir más allá de las apariencias y comprender los verdaderos deseos de estas personas.
Raúl Silva. El cine es una máquina de empatía. Quisiera que con Yo la gente reconociera al personaje en su vida y discutiera sobre lo que significa ser diferente para integrar a estas personas más allá de los programas de inclusión que las catalogan bajo eufemismos como «personas con capacidades distintas», y que se convierten en una celebración de la intolerancia de la que hablaba Slavoj Žižek.
¿Cómo se inserta Yo dentro del resto de tus obras?
MM. Es una visión más oscura de la vida, más trágica. Participan más personajes femeninos junto con el tema de la sexualidad, el deseo y los sueños. En esta película la estructura deja de ser lineal para dar un mayor peso al tema del inconsciente, así como a la imaginación del espectador. Esta vez me enfrenté al reto de grabar en interiores, pues filmar en la naturaleza siempre es más fácil. Tienes la belleza del viento, los árboles y todo dicta un ritmo. Estar dentro de cuatro paredes complica la atracción visual.
Son varias las ocasiones en que a partir de la literatura generas una película, ¿qué nexos encuentras entre ambas disciplinas que te conducen a esta decisión?
MM. El guión en el que se basan la mayoría de las películas es una obra literaria sobre la cual el director decide la escritura cinematográfica. Se puede decir que la cámara es como una pluma en donde cada quien imprime el estilo que no está indicado en el guión. Por eso si le das el mismo guión a dos directores, harán películas muy distintas. Las dos disciplinas cuentan historias y en ambas importa tanto lo que cuentas como de qué forma lo haces.
Mucha gente ve una película por los actores que participan en ella. Cuando eliges actores no profesionales, como en Yo o Los últimos cristeros, ¿decides hacer cine políticamente o es una preferencia estética?
MM. En un principio sí era una cuestión política, pensaba que los actores siempre tenían cara de telenovela y el mismo tono de piel y me gustaba encontrar personajes en la calle que no tenían la estética de la publicidad; pero hace diez años el cine era muy diferente. Ahora los guiones que he escrito no han necesitado actores profesionales pues no tienen mucho diálogo ni emociones precisas. Cuando todo está basado en diálogos —como en las películas de Woody Allen— trabajar con actores no profesionales puede ser complicado, pero en una película de aproximación más estética que de acción, no es un requisito. Por otro lado, siento un fuerte vínculo con el cine documental y creo que trabajar con actores no profesionales le da ese rasgo a la película. También opto por ellos porque me cuesta trabajo ver los mismos actores en varias películas y deslindarme de la imagen que ya tengo de ellos. En Yo y en Los últimos cristeros todo es nuevo, hasta el rostro de los personajes.
¿Y grabar en México?
MM. Es cultural. Crecí en México y aquí están los códigos que reconozco. Además, el país me parece muy fotogénico. Aunque vivo medio año en Canadá, me cuesta trabajo vislumbrar una película allá. México tiene más libertad, más improvisación.
¿Consideras que el cine debe mantener un compromiso político con su país o crees en el arte por el arte?
MM. Concuerdo con las dos posturas, pero prefiero lo estético. Me conmueven las películas políticas como Heli de Amat Escalante o Las elegidas de David Pablos, las cuales son tanto aciertos estéticos como tratamiento de problemáticas actuales, pero igual me gustan las películas de Carlos Reygadas, que no podríamos llamar políticas. También creo que las decisiones estéticas son políticas pues van en contra de lenguajes asumidos o manipuladores. Por ejemplo, cuando un plano de cierta duración se empieza a transformar, se democratiza y permite la interpretación y libre observación del espectador.
¿Qué tienen en común los directores mexicanos del presente?
MM. El cine mexicano del momento es muy plural. Va desde la taquillera comedia romántica hasta el documental intimista sobre la familia del realizador; es difícil encontrar un patrón. En algún momento se habló del cine contemplativo, donde no pasaba nada, pero fue un discurso ligero de los críticos para poner etiquetas.
¿Qué directores consideras que representan esta multiplicidad?
MM. Carlos Reygadas, Amat Escalante, Michel Franco, Julio Hernández, Tatiana Huezo, Alonso Ruiz Palacios, Rigoberto Perezcano, por nombrar algunos.
¿Cómo se percibe el cine mexicano en el extranjero y qué carencias o virtudes encuentras en él en relación con el cine de otros países?
MM. Como un cine terrenal, preocupado por los problemas sociales. También lo consideran muy espiritual y con propuestas estéticas interesantes. La gente coincide en que vivimos un muy buen momento para el cine nacional.
RS. Cuando presentamos Yo en Cuba, les pareció que la película era muy audaz. Varios dijeron que les gustaba el cine de México porque —aunque esperaban las tendencias de la Época de oro— se sorprendieron al ver una realidad del país que desconocían.
MM. Una virtud es que se está haciendo bastante cine, pero las películas que destacan cada año son pocas, menos de cinco. Además, aquí el star system está muy apagado. Los actores que son populares en el cine son los de la televisión, y no tendría que ser así. Esto sucede porque el poder adquisitivo es muy bajo y la gente no tiene tiempo ni dinero para pagar un boleto al cine y recurre a la televisión, luego van al cine y buscan lo que conocen, como a Eugenio Derbez. Otro problema es la calidad de la crítica del cine. Deberían organizarse coloquios para jóvenes críticos e invertir dinero en esta materia para tener una discusión seria sobre las películas. Eso podría interesar a más personas.
¿Cómo imaginas el futuro del cine mexicano? Sobre todo en la relación que mantiene el cine de autor frente al cine comercial.
MM. El cine de autor convive con el cine comercial; aunque en México parece que para tener éxito en una película, esta debe relacionarse con la televisión. Quizá en el futuro algunos directores se cansarán de ser vistos por cinco mil personas y tomarán elementos del cine comercial para probar si les va mejor.
RS. La apertura de temas del cine de autor puede ser interesante en el futuro. El cine comercial parece estar estancado
en los mismos asuntos y métodos de producción.
En 2015 se produjo el mayor número de películas en la historia de México: ciento cuarenta. Sin embargo, sólo se exhibieron ochenta. ¿A qué atribuyes esto?
MM. Al monopolio de las peliculotas. Cuando se invierte el mismo dinero en la producción que en la promoción, te enteras de ellas aunque no quieras. Esta manipulación te conduce a una obra que se apropia de los espacios de exhibición —donde las películas se convierten en mercancía y no en un bien cultural— y así, si una obra no genera ingresos, es retirada al poco tiempo. En vez de tener tantos horarios, las películas deberían quedarse por más tiempo para que las personas las descubran y recomienden, que es la mejor publicidad. Por otro lado, hacer cine es bastante caro. Nosotros aplicamos al EFICINE y sin ese apoyo no hubiéramos podido distribuir Yo. Muchas películas independientes terminan con deudas y no consiguen la posproducción y distribución. También puede ser que de esas ciento cuarenta películas no todas pasen el filtro para tener un estreno, aunque otras sí lo merecen y no lo consiguen.
¿Qué tan complicado es encontrar una distribuidora en México?
MM. Cada vez hay más opciones. Muchas productoras también son distribuidoras y así sustentan su empresa, como PIANO. Cuando recibes un estímulo fiscal puedes cubrir gastos como la distribución y entonces todo lo que la película recauda se convierte en ganancia.
¿Es sencillo recibir estos estímulos?
MM. No es fácil. Necesitas tener una buena carpeta, a un inversionista contribuyente y que una distribuidora, en nuestro caso INTERIOR XIII, haga toda la aplicación.
La productora de la que eres cofundador, Axolote Cine, ¿surge como respuesta a algún conflicto con el tema de la producción?
MM. Faltan productores. Muchas veces surgen a partir de una película a la que le va bien, pero luego el productor recibe tantos proyectos que no puede aceptarlos. Creamos esa empresa como una cooperativa de ocho socios que buscan apoyarse al compartir gastos, oficina y materiales para películas de un mismo sello. Sin embargo, cada vez se crean más casas productoras.
¿Qué otras carencias encuentras en el cine mexicano actual?
MM. La difusión es la principal carencia del cine mexicano. Luego están la falta de productores y de guionistas.
RS. Un problema del cine mexicano es que no lo ven los mexicanos. Puede ser por falta de interés o por un prejuicio respecto a los temas y su presupuesto. Mucha gente espera las formas de Hollywood y ve al cine como un simple entretenimiento y no como una oportunidad para aprender sobre una pieza de arte.
¿Qué estrategias fomentarían el consumo de cine en México?
MM. Empezaría por enseñar, en las escuelas historia del cine mexicano, apreciación cinematográfica y películas mexicanas contemporáneas para despertar el interés desde jóvenes y desacostumbrar al público del lenguaje de las películas gringas. También haría más pantallas para exhibir las películas por más tiempo y recomendaría pasar cine mexicano en la televisión, los aviones y los camiones, y así difundirlo más allá de las élites.
RS. En ese sentido son importantes las carpas donde se exhibe cine gratuito como en FICM o Ambulante, pues la oferta cultural se reduce significativamente en ciertos lugares, como Iztacalco, de donde soy yo. Hace falta infraestructura para estas iniciativas.
¿Qué alternativas reconocen que ayuden a erradicar estos problemas?
RS. Espacios como la Cineteca dan oportunidades que no existen en las salas comerciales. Además, fomentan el respeto por la película y no se dedican a exhibir durante veinte minutos puros comerciales.
MM. De hecho, esos veinte minutos de anuncios antes de las películas darían tiempo suficiente para exhibir una película mexicana al día. Es horrible tener que ver comerciales de coches y de partidos políticos cuando pagaste un boleto. En Francia informan el horario de la función y el de la película, por si quieres evitar la publicidad. Reconozco el trabajo de páginas como FilminLatino y Retina Latina y de festivales que ayudan a crear público y dar visibilidad.
¿Y el Estado, cómo participa?
MM. Produce casi todo el cine nacional, pues la inversión privada es una minoría. El cine simplemente no existiría sin el apoyo del Estado.