María Zambrano: La unidad encarnada de la poesía
La filósofa española María Zambrano, escribió en México uno de sus libros capitales: Filosofía y poesía, que el Fondo de Cultura Económica publicó por primera vez en 1939. Sin embargo, sus preguntas, premoniciones y conclusiones lúcidas se mantienen vigentes. Los jóvenes que se acercan a la creación poética siguen leyéndola en busca de respuestas para su oficio.
Durante mucho tiempo creí que escribir un libro, como la reproducción de las especies, era algo natural pero Zambrano lo niega: «Por eso digo nacido, que es lo que para un ser viviente es lo más imposible». A veces, damos por hecho el nacimiento de los seres y la reproducción de las cosas pero, si nos detenemos a pensar en todos los sucesos que deben trazarse para que de la nada surja lo nacido, llegamos a la verdad implícita en la frase zambraniana.
El primer capítulo de este libro se publicó en la revista Taller de Octavio Paz, y según el prólogo de la autora de la edición de 1987, lo escribió «por un mandato invisible que se encarnaba en mi entonces compañero», entonces concluyó que «vale más condescender ante la imposibilidad que andar errante, perdido, en los infiernos de la luz».
El libro parte de una dicotomía fundamental: «A pesar de que en algunos mortales afortunados, poesía y pensamiento hayan podido darse al mismo tiempo y paralelamente, a pesar de que en otros más afortunados todavía, poesía y pensamiento hayan podido trabarse en una sola forma expresiva, la verdad es que pensamiento y poesía se enfrentan con toda gravedad a lo largo de nuestra cultura». El libro de Zambrano da cuenta de este enfrentamiento histórico, de la mano de una prosa sencilla para tratarse de un texto de filosofía y lo suficientemente lleno de imágenes para subrayar que se trata de una obra poética.
La visión peyorativa que se tiene del poeta se debe, según la relectura de Platón por Zambrano, a que éste es considerado inmoral, irresponsable. «El poeta jamás ha querido tomar una decisión y, cuando lo ha hecho, ha sido para dejar de ser poeta. Este momento de la decisión, central en la ética, ahuyenta a la poesía», concluye. Como si fuera poco, «el poeta tiene lo que no ha buscado y más que poseer, se siente poseído».
La o el poeta, opta por «la menospreciada heterogeneidad» y «la abigarrada multiplicidad», contrario al filósofo que busca la unidad del ser en sí mismo. Es decir, el poeta nos habla de todas las cosas desde una visión que no es lineal ni temporal sino múltiple.
Durante todo el libro, Zambrano (de quien se dice que gracias al machismo no fue suficientemente reconocida por los académicos e intelectuales mexicanos durante la década de los años treinta); circula por las diferencias y encuentros entre los filósofos y los poetas y entre la filosofía y la poesía. Por ejemplo, para ella, el filósofo desea ser dueño de la palabra y el poeta se considera esclavo de ella.
«La poesía es invulnerable en su descarrío entre lo carnal y lo inaccesible, en su ciega servidumbre», afirma. El poeta sirve a la poesía misma y es el guardián de la donación dada sin que él o ella la busquen. La donación es el poema.
Para Valery, la poesía es algo ideal, una esencia, unitaria como todas las esencias, y, por tanto, un problema. Pero para Zambrano, la poesía no puede situarse paralelamente al pensamiento, porque habría dejado de ser fiel a sí misma, ni puede pretender encontrarse porque entonces se pierde.
Para la autora, la poesía requiere más que voluntad, o deliberación, conciencia para vivir lo que llama «el martirio de la lucidez». Así «pertenece la poesía al linaje de ocupaciones humanas que no se llevan a cabo más que por exigencia del destino, por forzosidad inevitable». El ser poeta estaría dado por la misma instancia que opera la donación del poema, se percibe en el texto la idea subrepticia de la destinación.
En cambio, según el texto, el filósofo esperaba escuchar la voz de un padre que le comparta la idea de la unidad, pero al no obtener respuesta, la busca en sí mismo, en una sucesión de cuestionamientos que lo apartan del mundo —al contrario de los poetas que se entregan a lo mundano—. Pero el poeta “antes que nada y ante todo” es hijo y hermano de la instancia antes mencionada.
Al finalizar el texto, la autora nos da su opinión sobre aquello en que poesía y filosofía se encuentran: «La poesía no tendría nada que hacer en contra de esta filosofía, suponiendo que la poesía tuviese algo que hacer alguna vez en contra de nada. Muy al contrario, en esta referencia a la unidad íntegra del universo, en este dirigirse abrazando todas las cosas, poesía y filosofía estarían de acuerdo».
Filosofía y poesía, sin duda, es un texto capital para los jóvenes poetas y para todas aquellas personas que quieran adentrarse en los asuntos más inexplicables de su creación y el estudio de la filosofía; un libro didáctico, de prosa sencilla y suave. Leer este texto en pleno 2015 es un homenaje personal a la gran María Zambrano, cuya inteligencia y talento fueron reconocidos por personajes tan disímiles como Octavio Paz y José Lezama Lima.
María Zambrano (Vélez Málaga, 1904- Madrid 1991)es una de las figuras indiscutibles del pensamiento español contemporáneo. Estudió filosofía en Madrid, como discípula de José Ortega y Gasset, del que fue ayudante en la Universidad de Madrid. En 1939, se exilió en México y viajó también a Puerto Rico y Cuba, donde ejerció la docencia en varias universidades. En 1953, regresó a Europa y fijó su residencia en Roma. En 1978, se trasladó a Suiza y, en 1982, regresó a España. En 1988, le fue concedido el Premio Cervantes. Otras obras de la autora: El hombre y lo divino (FCE, 1973); España, sueño y verdad, Claros del bosque, De la aurora, Dos escritos sobre el amor.