Tierra Adentro

No recuerdo quién dijo que sólo los humanos aprendemos a habitar. Lo tengo presente porque en eso derivó el proyecto }{ { }, presentado a finales de septiembre en Diagrama, un ejercicio de dos artistas que habitan un mismo espacio mientras dialogan entre ellos y con el lugar. De manera intuitiva y orgánica, Sara Bichao (Lisboa, 1986) y Omar Barquet (Chetumal, 1979) crearon una comunión entre su propia práctica y el lugar que se convirtió de un estudio de trabajo en una habitación.

El encuentro de ambos artistas, y la siguiente gestación de este proyecto, nos remonta a 2014, año en que, como parte del programa de exhibición de Carpe Diem Arte e Pesquisa, se presentó Dressing, una pieza de sitio específico que Bichão mostró en el Palacio de Pombal de Lisboa. Fue en ese lugar donde Barquet, como espectador, reconoció algo de su propia voz en el trabajo de Bichão y comenzaron un intercambio intelectual y artístico que siguieron vía correo postal y electrónico. Un año después, este encuentro derivó en la afortunada invitación que Christian Barragán, curador residente de Diagrama, les hizo para iniciar lo que él denominó una «interfase», donde conceptos como pintura, galería y estudio son los elementos que formaban un campo abierto desde donde los artistas estaban conminados a trazar rutas de investigación personales y colaborativas. Cabe mencionar que Diagrama es una plataforma de diálogo y reflexión alrededor de la pintura contemporánea. El lugar genera exhibiciones bimestrales, proyecciones y mesas de discusión. Además, se considera a sí mismo como un proyecto abierto a cualquier acercamiento que vincule la pintura con otras vertientes.

Así, en }{ { } Bichão y Barquet recorren y delimitan el lugar de trabajo como si fuera un territorio por descubrir, convirtiéndolo en un espacio donde las reminiscencias de su obra, que en ambos casos está íntimamente ligada a la pintura, se reúne con los descubrimientos y detalles que somos capaces de observar gracias a la rutina y a la intimidad que generamos con los espacios en que vivimos. Bichão y Barquet se comunicaron por medio del instinto y comenzaron un juego de palabras silenciosas, donde concatenaron los apuntes que cada uno compartió y cerraron de manera puntual y delicada las frases que el otro participante había comenzado.

En este proyecto, el tiempo juega un papel determinante. La presentación de la muestra fue realmente su cierre porque }{ { } fue un trabajo en proceso. Cuando los artistas comenzaron a trabajar en el estudio, éste era apenas una hoja en blanco. Durante las dos semanas que duró el taller, ambos se dedicaron a realizar ejercicios y analogías, a formular cuestionamientos y desarrollar respuestas; algunas de ellas fueron subrayadas y otras, como en cualquier apunte, borradas.

Bichão y Barquet no conciben el proyecto como una exhibición formada por piezas, sino como una pieza en proceso. Aun así, es posible fragmentar }{ { } y encontrar diferentes elementos. Cada una de estas partes habla y se relaciona con un detalle específico del estudio-taller, por ejemplo un espejo colgado por fuera de las ventana refleja la luz hacia un muro de manera diferente dependiendo del momento del día. Lo mismo pasa con cáscaras de toronja, un cabello, hojas de árboles, restos de otras piezas, resquicios, grietas, polvo. De nuevo, el detalle, lo imperceptible, lo que parece no existir pero siempre está presente. Lo que se carga de manera inconsciente, y se cree que ya no funciona, toma un nuevo impulso.

}{ { } es una suerte de jugueteo con los materiales y las sensaciones, con los restos, las huellas y los rastros que pocas veces se observan y se consideran parte de un lugar. En resumen, Bichão y Barquet hacen un ejercicio de reconocimiento muy particular y cadencioso. El ritmo de la muestra se convierte en una danza contemporánea donde los cuerpos de obra de ambos artistas articulan ejercicios matéricos cargados de poesía. El proyecto es un acercamiento a lo cotidiano, un elemento vivo que se tejió e irremediablemente quedó inconcluso, como le pasa a todo. Ahora recuerdo la habitación, dijo Iván Ilich, era siempre huella de la vida.