Tierra Adentro
Ilustración de Donde viven los monstruos

Si el autor del Manual de Carreño revisara algunos de los libros contemporáneos para niños se iría de espaldas. La literatura infantil más popular no destaca exactamente por sus buenos modales y quizá la clave de su éxito radica justo en ese carácter subversivo y contestatario, pues convierte a la LIJ en un lugar donde se puede hablar sin reservas, donde se puede recurrir a una parte más salvaje. A partir de ese punto, me propuse “confrontar” los principios de los manuales de modales con algunas situaciones o actitudes propuestas por autores contemporáneos en sus obras más famosas.

Tradicionalmente los modales en la mesa son un elemento importante para la convivencia y demuestran la educación de los comensales, pero…

* Maurice Sendak lo ignoró en Donde viven los monstruos cuando Max, tenedor en mano, amenaza con comerse a su madre durante la cena. Luego se va sin cenar a su cuarto y se vuelve el rey de un lugar donde viven los monstruos.

* Si lo más importante es comer cada platillo en el orden que se van sirviendo y con la boca cerrado, esto le importó poco a Enrique, el protagonista de El increíble niño come libros, quien devora con voracidad cualquier libro que se le pone enfrente. Los come todos de un bocado y sin el más mínimo cuidado, hasta que tanta información lo hace sentir enfermo.

* Es de mala educación, se dice, rechazar los alimentos que otros nos ofrecen. Gracias a Las brujas de Roald Dahl sabemos que no debemos aceptar, ni por error, una barra de chocolate que venga de las manos de una mujer con zapatos cuadrados y con ojos púrpuras. No importa cuánto insista, la respuesta siempre es ¡no!

* En Las reglas del verano, Shaun Tan sugiere nunca comerse la última aceituna en una fiesta, nunca sabes quién te puede estar mirando.

Respecto a la familia y los amigos siempre se nos ha sugerido ser respetuosos y querer a nuestros más allegados, respetar su espacio y no inmiscuirse en asuntos ajenos, aunque…

* Matilda demuestra que no siempre hay que obedecer a los padres. A pesar de que la educación indique lo contrario, hay padres que no deberían serlo y no está mal hacerles algunas bromas de vez en cuando. De alguna forma tienen que entender.

* La peor señora del mundo, de Francisco Hinojosa, es el mejor ejemplo de una madre a la que debemos temer y darle por su lado para evitar los más crueles castigos. Sus hijos lo aprendieron por las malas, hasta que optaron por hacerle creer que disfrutaban los maltratos. Ella, con tal de que no fueran felices, dejó de hacerlo.

* Se dice que es de mala educación inmiscuirse en asuntos ajenos y espiar a otros en silencio, pero la protagonista de Secretos de familia mira a su madre a escondidas mientras ésta se arregla. Así descubre algo terrible: su madre es un puercoespín por las mañanas. A lo largo de la historia tratará de desentrañar ese gran secreto y deseará jamás haberlo descubierto.

* El pequeño Bernardo, protagonista de Ahora no, Bernardo de David Mckee, no para de gritarle a sus padres para que le hagan caso. La respuesta de ellos es, una y otra vez, el título del libro. A pesar de que no quiere molestarlos más, grita sin cansancio cuando un monstruo intenta comerlo y lo termina engullendo de un bocado. Ante los ruidos del monstruo y los gritos de Bernardo, los padres responden: “ahora no, Bernardo”.

En los últimos años, los libros han cambiado tanto en formato como en funciones. Al contrario que en siglo XIX y hasta finales del XX, las obras contemporáneas proponen lecturas en clave irónica o en las que el lector interviene de forma activa. Lo que lee se vincula con la vida cotidiana y contribuye a resolver al mundo que los rodea, sin afán de educar. Pienso en libros como Destroza este diario de Keri Smith o Garabatos de Taro Gomi, los cuales proponen perderle el respeto al libro como objeto para apropiarse de él; rayarlo, romperlo, aventarlo. En ambos casos, los autores proponen apropiarse del libro interviniéndolo y completando el discurso de éste. Libros que proponen una toma de acción, libros que se parecen más al arte contemporáneo que a literatura, que rompen reglas establecidas e ignoran los buenos modales.