LUIS ORTIZ MONASTERIO
Luis Ortiz Monasterio (1906-1990), escultor mexicano, estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas bajo la tutoría de Arnulfo Domínguez Bello, José Fernández Urbina e Ignacio Asúnsolo. Radicó en Estados Unidos, donde conoció la obra de Rodin, Archipenko, Brancusi y Lehmbruck. Enseñó en la Escuela para Maestros Constructores, las escuelas de la Secretaría de Educación y la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Además, fue presidente del Seminario de Cultura Mexicana, miembro creador de la Academia de las Artes, fundador de la Esmeralda y del Salón de la Plástica Mexicana. En vida recibió distinciones como el Premio Nacional de Escultura, el Premio Secretaría de Educación Pública, y el diploma y medalla otorgadas por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Su trabajo transitó del nacionalismo a las vanguardias emergentes, con influencias tanto americanas (tolteca y azteca) como mundiales. Trabajó monumentos públicos (el Monumento a la Madre, la Fuente Monumental de Netzahualcóyotl y la Plaza Cívica de la Unidad Independencia, entre otros) y obras de libre creación (Bailarines, El pensador, Maternidad, La victoria, Razas, El nacimiento de Apolo, son algunos ejemplos).
El escultor mexicano fue reconocido y estudiado por los críticos del arte Jorge Juan Crespo de la Serna y Justino Fernández. El primero asemejó su obra con el lenguaje contemporáneo de escultores como Brancussi, Henri Laurens, Lipchitz y Matisse. Identificó sus piezas con lo terráqueo por los materiales que utilizó (madera, terracota, mármol, cemento), por su creación horizontal, su recogimiento apretado y su integración humana a la tierra. Relacionó su trabajo con la arquitectura, asentándolo cuando entendió a la Fuente de Nezahualcóyotl de Chapultepec como «una estupenda síntesis de arquitectura y escultura, tanto desde el punto de vista funcional como ornamental».[1] Por su parte, Justino Fernández refirió que Ortiz Monasterio fue uno de los escultores contemporáneos de mayor valía y originalidad, con un sabio manejo de las configuraciones y que supo combinar «magistralmente la sensualidad de las formas humanas con la rigidez de las estructuras mecánicas…»[2]
Al día hoy su obra se esconde en los barrios de la Ciudad de México: la colonia Cuauhtémoc acoge el Monumento a la Madre, el bosque de Chapultepec a la Fuente de Nezahualcóyotl y el Salón de Plástica Mexicana realizó recientemente una muestra sobre su obra en pequeño formato. Y a pesar de que Ortiz Monasterio no lució en la pobre exposición Modernidad y Vanguardia/Luis Ortiz Monasterio 1906-1990 del SPM (se exhibieron escasas 15 piezas), y no se ve en la explanada que divide las colonias Cuauhtémoc y San Rafael (por ser una obra monumental que pasa desapercibida), la grandiosa Fuente de Nezahualcóyotl es un ejemplo perfecto del espacio poético: porque aun sin agua, aun escondida, atrae, conquista, impone, concilia, pero sobre todo: permanece.
[1] Luis Ortiz Monasterio. Escultura, Academia de Artes. INBA, México, 1970.
[2] Op. cit.