Tierra Adentro

En su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua (1965), El lenguaje de la crítica del arte, Justino Fernández refirió:

La crítica de arte tiene un sentido vital porque, por una parte, nos pone en relación con otros hombres del pasado y el presente, por medio de sus obras; por otra, ayuda a establecer una comunicación espiritual entre el arte, los artistas y el público; y, en fin, en esas relaciones el crítico se descubre así mismo y al expresarse se entrega a los demás.[1]

Con esto el filósofo mexicano dejó ver lo espiritual, lo humano y lo sensible de la labor del crítico del arte.

Justino Fernández (1904-1972), dedicó su vida al estudio del arte, a partir de la crítica estética, histórica y filosófica. Realizó una serie de abstracciones para conocer y abordar con seriedad científica el estudio del arte desde la crítica, entre ellas: las condiciones humanas, la relación artista/crítico, la metodología, los valores y el lenguaje.

El autor nos dice que para que el crítico se pueda desarrollar como tal, debe ser afecto a la sensibilidad y la imaginación, así como tener la capacidad de análisis e interpretación. Es entonces el crítico, un complejo humano que parte de la sensibilidad, que analiza y que, gracias a los conocimientos estéticos, históricos y filosóficos, construye interpretando. La belleza la entiende como una teoría de la sensibilidad, que revela el principio de la realidad humana en un cierto periodo histórico. Así nos refiriere que lo que llamamos belleza en relación con el arte, es un sentido emocionante que se produce en nosotros gracias a una obra de arte. Ésta no es sino un complejo de intereses vitales puestos o compuestos en un cierto orden por el artista para crear un efecto atractivo y revelador.[2]

Partiendo de esto, y gracias a los estudios históricos, se puede conocer la originalidad de una obra, descubrir su proyección a futuro y entender la respuesta de una corriente artística a otra. La sensibilidad y la historia se integran cuando la primera pasa a ser revelación histórica, es decir, conciencia histórica del hombre en el mundo. La historia también completará y dará contenido a la conmoción sensible producida por la experiencia ante la obra de arte. Con base en lo anterior, la filosofía permitirá la construcción de conceptos, así como posicionar, estructurar y abrir horizontes para el análisis del arte.

Para Fernández, la importancia de la interiorización de la obra radica en el conocimiento del artista creador. Este entendimiento fue el que experimentó con la obra de José Clemente Orozco, comprendiendo su pintura como la asimilación del drama de la existencia del hombre, en el que éste se reconoce como finito, no estancado en sus peculiaridades históricas, sino reconociendo dichas particularidades como «la contingencia y la finitud que hacen posible su existencia».[3]La relación crítico/obra/artista la entiende desde la coincidencia de la «síntesis expresiva de las condiciones» tanto del artista como del crítico respecto de la obra de arte. Refiere que «la cuestión de la crítica radicará en la coincidencia entre las condiciones de uno y otro, considerados como polos de un mismo eje».[4] En su más alto nivel, la crítica del arte, «es testimonio de relaciones humanas; es la expresión de cómo un hombre, el crítico, siente, comprende e imagina que es otro hombre, el artista, partiendo siempre de la obra u obras específicas».[5] Entonces, el valor de la relación entre el crítico y la obra es por la relación profunda entre aquél y el artista.

Las condiciones del crítico no son las únicas para la construcción de la crítica del arte. También su metodología es fundamental. Para Justino Fernández las fuentes primordiales del crítico son el cómo y el qué ha expresado el artista; a continuación aplica métodos históricos-comparativos para conocer la originalidad de la obra, así como sus implicaciones circunstanciales y universales. Entonces, tendrá pleno conocimiento de la obra y conocerá la relación directa entre ella y el creador. Posteriormente, se establecerán las coincidencias profundas entre el crítico y el artista, comprendiendo así a éste y su obra. El proceso se revela desde la adquisición de la información y el análisis formal para terminar con la interpretación.

A través de sus estudios, los valores que rescata Fernández son la originalidad creativa, las «bellezas impuras» (complejas, técnicas, históricas y particularidades, con intereses vitales reveladores), la belleza en relación con la sensibilidad (poniendo «en movimiento una cierta dirección al complejo de potencias, de posibilidades, de intereses vitales del espectador, su pensamiento y su imaginación…»,[6] la proyección a futuro y la universalidad (el arte mexicano es universal en la medida en que es vía para la comprensión de la vida como finita para el ser humano), entre otros.

Para Fernández el uso del lenguaje resulta esencial para la crítica del arte. El lenguaje debe ser acertado (ordenado, claro, cuidadoso, técnico y erudito, sin exagerar), para establecer el modo en que el crítico ha comprendido y estimado la obra:

Si su interpretación es justa y penetrante descubre para sí y para otros, con el empleo de un lenguaje adecuado, tanto la manera y la técnica,  o sea la forma en que se ha expresado el artista, como la idea expresada por él, sus sentimientos, su imaginación creadora y la belleza alcanzada del tipo que ésta sea; aún más, la de esclarecer el lugar que tenga la obra en la historia y su proyección en la cultura.[7]

La importancia de las condiciones, los valores y la metodología de la crítica resulta primordial al momento de expresar en lenguaje escrito lo que se ha analizado. El lenguaje de la crítica servirá «para comunicar descubrimientos y revelaciones; pero justificándolos paso a paso, con el debido conocimiento, sutileza y cuidado».[8]

A partir de lo anterior, se deduce que Justino Fernández construyó, desde la sensibilidad, el conocimiento humano, la investigación científica y la interpretación, una teoría atemporal y global para la investigación y el análisis del arte. Teoría que, pensando en las piezas, los artistas y las muestras contemporáneas, se puede extender en complejidad y creación a las piezas particulares, a las obras de un artista, así como a las muestras individuales y colectivas, abordando tanto las piezas como las líneas curatoriales y museográficas.

 


[1] FERNÁNDEZ, Justino, Pensar el arte, UNAM, México, 2008.

[2] FERNÁNDEZ, Justino, Estética del Arte Mexicano, México, UNAM-IIE, 1990.

[3] TREJO Trejo, Manuel Alejandro, El arte y el ser en Justino Fernández: Una estética de lo mexicano, Tesis, UNAM, pp. 23. En línea [disponible en] http://132.248.9.195/ptd2015/anteriores/filosofia/0727120/Index.html

[4] FERNÁNDEZ, J. Pensar el arte, Op. Cit.

[5] Ídem.

[6] FERNÁNDEZ, J. Estética del Arte Mexicano, Op. Cit.

[7] FERNÁNDEZ, J. Pensar el arte, Op. Cit.

[8] Ídem