Lucinda Williams: “Dolor, sudor, sangre y tinieblas con un aire caliente y turbio que recorre tus huesos”
A veces no basta con que una cantante tenga una voz excelente; en ocasiones no es suficiente que aquella posea una técnica solvente ―lo que se gana con lecciones―, uno, como espectador, lo que desea es encontrar sobre un escenario a una mujer que interprete sus canciones como si le fuera la vida en ello, que sobre la tarima consiga cantar con absoluta verdad en ese preciso instante. Una de esas damas excepcionales es Lucinda Williams, alguien a quien le sobra experiencia acerca de la vida y el dolor.
En el momento en que ella toca ocurre un instante irrepetible de arte. Lo mismo ocurre en sus discos y por ello conmueve, por eso goza de ese halo de culto que sólo despiertan las personalidades inigualables y los artistas de excepción; Lucinda es ambas cosas.
Nacida en Lake Charles, Luisiana, en 1953, creció en una familia cercana al arte ―su padre es poeta― y arrancó su carrera en 1979, con Ramblin, un álbum de versiones de blues y country con el que no pasó gran cosa, al igual que Happy Woman Blues, primero de material inédito. Tuvo que moverse a Los Ángeles para tomar distancia y foguearse. Luego se trasladó a Nashville, Tennessee, y hasta 1988 editaría algo más: Lucinda Williams, que fue un punto de inflexión en su carrera. “Changed the Locks”, que narra una ruptura amorosa, le trajo el primer éxito y a la postre Tom Petty grabaría su propia versión. No pasó desapercibida la manera en que concebía las canciones de desamor. Mary Chapin Carpenter tomó, en 1992, “Passionate Kisses” y no sólo le fue muy bien en ventas, sino que Williams obtuvo el Grammy a la mejor canción de country en 1994.
Mientras tanto el disco Sweet Old World (1992) estaba poblado de referencias al suicidio y la muerte. Nunca tuvo una personalidad sencilla ya que su vida privada era turbulenta. En el estudio, trabajaba muy despacio, pero al menos le iba bien cediendo temas para otros. Tuvieron que pasar otros 6 años para que completara otro Lp: Car Wheels on a Gravel Road, obra que congració a la crítica con el departamento de ventas. Lucinda obtuvo un reconocimiento unánime e incluso el Grammy al mejor disco de folk contemporáneo. Una de la piezas, “Still I Long for Your Kiss”, apareció en la película El hombre que susurraba a los caballos, dirigida por Robert Redford. En este momento realizó una gira compartida con la leyenda Bob Dylan ―encuentro de dos artistas irrepetibles.
La buena racha se prolongó hasta Essence (2001). El cual marcó su encuentro definitivo con el público rockero ―ya que suele bordear distintos géneros―. Algo que en buena medida se debe a “Get Right With God”, en la que el órgano Hammond es tocado por Ryan Adams, figura del country alternativo. Al año siguiente obtuvo su tercer Grammy, por la mejor interpretación femenina de rock.
No es un dato menor que en alguno de sus famosos recuentos la revista Time la haya cataloga como la mejor compositora de los Estados Unidos. Fieta Jarque en un texto titulado Un trago de buena suerte dice con contundencia: “Ha bebido el fondo amargo de muchas copas. Por eso sus canciones huelen a madrugada, a malos tragos en el amor, a soledad y a palabras que se han diluido en ecos. Lucinda William arrastra una carrera de más de treinta años por garitos de todo tipo, pero también conoce las esquinas amables y peligrosas del éxito… Con una voz a veces cristalina y otras sombría, unas letras en el filo de la poesía, y cierto eclecticismo que la lleva del folk al blues, o del country al rock”.
A partir del 2003 publicaría un disco de manera bienal: World Without Tears (2003), seguida por el disco Live @ The Fillmore (2005) y cierra con West, dedicado al fallecimiento de su madre (2007). Apenas un año después presenta Little Honey ―que curiosamente tiene un tono más optimista (por su relación con el productor Tom Overby)―; acerca de aquel disco recuerda: “en general las canciones eran más pop-rock. También hay temas sobre otras personas, como “Little Rock Star” (dedicada a figuras como Pete Doherty y Amy Winehouse)”. No es menos importante que Elvis Costello hace a dueto “Jailhouse Tears”.
Antes de su más reciente producción, lanza Blessed (2011), en el que retoma su intensidad, fiereza y sensualidad características. Transita con tanta facilidad entre estilos y géneros que es difícil de clasificar; para tratar de solucionar esto, ella se describe como: “una especie de Bob Dylan-Neil Young-Tom Petty femenina. Es que en realidad no hay muchas mujeres haciendo este tipo de música”. Otros tantos coinciden en que sus canciones concentran: “Dolor, sudor, sangre y tinieblas con un aire caliente y turbio que recorre tus huesos”.
Con gran experiencia y sensibilidad acumuladas encontramos Down Where The Spirit Meets The Bone, en el que no tiene tiempo de andarse por las ramas; “Compassion” es un tema dedicado a su padre, Miller Williams, que a sus 84 años sufre de Alzheimer, una figura que leyera sus composiciones poéticas al presidente Clinton, tras su reelección en 1997, además de enseñar escritura creativa; fue él quien le dio lecciones básicas sobre su oficio: “Aprendí muy joven la diferencia entre canción y poesía. Recuerdo que mi padre solía trasnochar en casa discutiendo con algunos de sus alumnos sobre si Bob Dylan era un escritor de canciones o un poeta. Él solía insistir mucho en que había una diferencia. Y la hay. Canción y poesía son animales muy distintos. Algunos compositores pueden escribir poemas, pero son cosas muy diferentes”.
Algunos críticos en los años setenta repetían la consigna: “si no eras capaz de sacar un álbum doble de estudio en algún punto de tu carrera, nunca estarás a la altura de los más grandes”, por ello Lucinda es una mujer de retos enormes. Y he aquí una entrega de 20 canciones que, efectivamente, en Cd es doble, pero cuya verdadera naturaleza es el vinilo y en formato de 3 discos ―todo un homenaje al universo vintage y la vieja escuela.
Para su concepción contó con un desfile de grandes invitados ilustres: Bill Frisell, Tony Joe White, Ian McLagan (teclista de los Faces), los miembros de la banda de Elvis Costello, Pete Thomas (batería) y Davey Faragaher (bajo) y dos de los componentes de The Wallflowers: Stuart Mathis (guitarra) y Jakob Dylan (que hace coros en “It’s Gonna Rain”).
Lucinda podemos encontrar canciones como “Protection”, “Burning bridges” –de lo mejor de su carrera- y “East side of town” que son preciosas. Ahora, apuesta por echar a andar su propio sello discográfico, Highway 20 Records.
Y hay detalles brillantes de principio a fin; de hecho cierra con una versión de casi 10 minutos de “Magnolia”, un original de J.J. Cale, quien es una fuerte inspiración para ella. Ahí están también “West Memphis” que retoma el caso de tres adolescentes mal juzgados y condenados a 18 años de cárcel; “Stand Right By Each Other” con ese acento más roots, más Nashville; y “Everything But The Truth”, con esas guitarras sinuosas, un viejo órgano y referencias soul. En éstas ―como en las anteriores― Williams declara verdades una tras otra.
La artista, ahora más que nunca, se encuentra en estado de gracia; si es que se propuso lograr su propio Blonde on Blonde de Dylan, su beatlesco Disco Blanco o su Exile on Main Street de los Stones, pues lo ha conseguido con tremenda solvencia e inspiración. Down Where the Spirit Meets the Bone es una obra mayor; el grandioso resumen ―con energía renovada― de toda una vida engrandeciendo la música.