Los Países Bajos de Geert Wilders
La biografía de su cuenta inactiva en Twitter/X dice: “¡Dos holandeses trabajadores (temporalmente (desde 2006) sin trabajo) que buscan la felicidad! @geertwilderspvv defiende nuestros intereses”. Ellos son @henkeningrid.
Todo el mundo conoce a Henk y a Ingrid, una pareja típica neerlandesa de clase media. Él tiene un empleo de tiempo completo, ella trabaja medio tiempo. Viven en una pequeña casa de dos plantas, en una colonia de nuevas construcciones, en un típico suburbio a las afueras del centro de la ciudad. Tienen dos hijos que van a la escuela pública y que juegan futbol. Como buena holandesa, Ingrid cultiva muchas flores en su jardín y a Henk le gusta tomar cerveza por las tardes mientras se queja viendo el noticiero en la televisión. La familia sale de vacaciones una o dos veces al año. Ellos son “el corazón y la columna vertebral de la sociedad” y, “sin embargo, tienen que pagar el precio por un gobierno fallido”, según Geert Wilders. Creen que los políticos no toman en cuenta sus intereses. Están cansados de que su salario les alcance cada vez menos, de no poder irse de vacaciones tan frecuentemente como quisieran. No saben si la edad de su jubilación se mantendrá o si tendrán que trabajar más años, como repiten en las noticias, y eso les molesta. Tienen un vecino marroquí que tiene un coche nuevo y eso no les parece justo. Sienten que sus impuestos son los que solventan la crisis económica y que están pagando por los beneficios que obtienen los inmigrantes. Están también hartos de la élite política de Bruselas y La Haya, de zanjar las deudas de los países del sur de la Unión Europea. Y, sobre todo, piensan que sus hijos tienen menos oportunidades que los inmigrantes, a quienes les dan preferencia en la vivienda, les ofrecen clases gratuitas, vales para despensa y transporte público, y hasta les colocan una lavadora en su flamante departamento nuevo. Por eso, Henk e Ingrid están hartos y “no quieren seguir pagando por Ahmed y Fátima”. Henk e Ingrid eran votantes de otros partidos políticos, pero ahora, como se sienten alienados, se hicieron partidarios del PVV (Partij Voor de Vrijheid, Partido por la Libertad) fundado por el político Geert Wilders (Venlo, 1963), el único que todavía defiende sus intereses.
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Henk e Ingrid parecen a veces existir en sus homónimos. En Julio del 2012, en Almelo, un pequeño pueblo del noreste de los Países Bajos, un hombre turco-neerlandés de 64 años, Aziz Kara, murió en medio de una disputa con su vecino Henk. Se sabía hace años que Henk y su esposa hacían comentarios despectivos y sus vecinos los habían denunciado en algún momento a la autoridad. Luego de una larga disputa entre los vecinos neerlandeses y los de origen turco, la violencia escaló y llegaron los golpes. El altercado estalló cuando el hijo de Aziz estacionó su coche en la calle. A Ingrid siempre le había molestado que el joven dejara su coche en ese lugar. Henk y su hijo salieron a discutir con los vecinos a quienes les solían llamar “turcos sucios”. En medio de la disputa verbal, Henk le dio un puñetazo a Aziz. Aziz cayó sobre su nuca, entró en coma y, al día siguiente, murió.
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Henk e Ingrid no existen, pero su ficción es más poderosa que la realidad. Son símbolos, imágenes de clichés y estereotipos gastados que, a pesar de todo, movilizan la imaginación de una comunidad de votantes inconformes. En repetidos discursos, Geert Wilders ha usado la figura de la pareja de Henk e Ingrid para decir que él, a diferencia de todos los otros políticos, defiende los intereses de la clase media trabajadora de los Países Bajos. Se trata de una batalla simbólica: ¿quién y qué nos representa?, ¿quiénes son nuestros enemigos?
“Una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana”. Así describe Benedict Anderson describe a las naciones. Y explica que la comunidad es imaginada porque incluso los ciudadanos de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán hablar de ellos, “pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión”. A esa imagen de la comunión, consolidada en Henk e Ingrid, es a la que apela Geert Wilders. Es un estandarte simbólico de una causa que consolida el hartazgo tanto de la política, como de las restricciones de la Unión Europea, y de la migración, particularmente de los musulmanes.
El arma es la retórica que divide a los neerlandeses típicamente blancos “autóctonos”, de las olas de migraciones de otras culturas, los enemigos. El arsenal de herramientas retóricas (significantes flotantes) del populismo, como diría Laclau, tiene diversos usos ideológicos. El sentido político de Henk e Ingrid depende de sus articulaciones y, cuanto más real sea el rol que jueguen las interpelaciones populistas como significantes vacíos, es decir, mientras más logren unificar las equivalencias de la comunidad, más “van a ser objeto de una investidura radical”. Y el PVV logra unificar equivalencias (bajo la figura de Henk e Ingrid) que van desde el islam, la izquierda, y los políticos de los partidos tradicionales, fuerzas que para ellos decididamente están en contra de la voluntad de la gente.1 Por eso, la retórica de Wilders (de forma muy similar al estandarte de “America First” o “Make America great again” de Donald Trump en los Estados Unidos) usa frases como “Eigen volk eerst” (“Primero nuestra gente/pueblo”) o “Om Nederland terug te geven aan de Nederlanders” (“Devolvámosle los Países Bajos a los neerlandeses”). El rasgo que hace posible una comunidad imaginada es la hostilidad común hacia algo o alguien (como se solía dividir a la población en los censos, entre “autóctonos”, los originalmente neerlandeses y los “alóctonos”, una persona nacida en el extranjero o con un padre extranjero). El afecto de restauración mueve a devolverle el balance original a la comunidad.
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Y como toda comunidad que se conforma en torno a un símbolo, los orígenes de esta lucha intransigente se conformaron en torno a el asesinato de dos mártires que lucharon por la causa: el político Pim Fortuyn en el 2002 y el cineasta Theo van Gogh en 2004. Pim Fortuyn (1948-2002) fue el fundador de una vertiente holandesa de populismo xenófobo. Era profesor de sociología y formó parte de diversos movimientos como el partido del trabajo y el partido liberal antes de conformar su propio movimiento. En el 2002 buscó que lo eligieran para el parlamento con una plataforma que se oponía radicalmente a la migración y al islam. La fecha no es una coincidencia si recordamos que en el 2001 sucedió el ataque a las Torres Gemelas: plantó una semilla en un campo fértil para ese tipo de retórica. Los Países Bajos, decía, “están llenos” y el islam “es una cultura retrógrada”. Sin encarnar ninguna contradicción, le gustaba decir que era un académico abiertamente gay y libertario que “aborrecía la intolerancia de los musulmanes”, pero que “le gustaba acostarse con chicos marroquíes”. Fortuyn le dio un nuevo rostro al nacionalismo neerlandés de derecha. Nueve días antes de las elecciones generales del 2002, un activista ambiental y de los derechos de los animales mató a tiros a Pim Fortuyn para evitar que explotara a los musulmanes como “chivos expiatorios” en busca de su propio poder político.
Dos meses después, un joven neerlandés de origen marroquí mató en plena calle de Ámsterdam al controvertido cineasta y columnista, Theo van Gogh. En ese momento, van Gogh estaba dirigiendo una película sobre el asesinato de Pim Fortuyn, 0605. Theo van Gogh era conocido por su defensa de la “libertad de expresión” como un vehículo para el racismo y abrazaba la tradición neerlandesa de que “no hay tabúes”. Frecuentemente se refería a los musulmanes como “cabrones” y a los judíos como “estrellas amarillas fornicando en una cámara de gas”. Van Gogh también dirigió Submission, un documental en contra del islam y del Corán y que recoge testimonios íntimos de mujeres musulmanas abusadas por sus maridos.
Estos dos mártires y su retórica son los cimientos sobre los que Wilders construiría su propia plataforma e ideario. Fortuyn fue radicalmente desestabilizador para un sistema político que durante décadas se vanagloriaba de su tolerancia y que había permanecido extraordinariamente estable.
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Se sabía en todo el mundo que los neerlandeses tenían un gobierno estable y una visión cultural muy “tolerante”. Fue el primer país en legalizar el matrimonio homosexual, la prostitución y el uso de drogas. En la política, la “tolerancia” se reflejaba en su forma de conformar coaliciones que se fraguaban en medio de negociaciones y compromisos. El famoso poldermodel o modelo del pólder había sido durante la década de los ochenta y noventa el modelo de la economía y política social basado en el consenso. El modelo caracterizaba la cooperación tripartita de las tres coaliciones de los partidos políticos más importantes del país, PvdA (Partido del Trabajo), CDA (La Llamada Demócrata Cristiana), VVD (Partido Popular por la Libertad y la Democracia). A pesar de las diferencias y plataformas radicalmente distintas, los partidos gobernaban de forma colaborativa. De la misma manera, el gobierno y los empleadores llegaban a consensos en negociaciones con sindicatos.
Pero ese modelo, evidentemente, es una amenaza para la visión de Wilders. En su Declaración de independencia del 2005, Wilders expuso que el modelo del pólder “debe eliminarse sin piedad”, lo que implicaría la abolición de “la declaración de los contratos colectivos de trabajo universales”. Minar este tipo de acuerdos colectivos es una forma de socavar la relación entre los partidos políticos y los grupos de interés, particularmente los sindicatos.
Geert Wilders registró a su partido, el PVV, antes de las elecciones parlamentarias del 2006. En su primera elección, el partido de Wilders obtuvo nueve escaños parlamentarios y desde entonces su influencia no ha dejado de crecer. En las pasadas elecciones de noviembre de 2023, el PVV obtuvo 37 escaños (muchos más de los que obtuvo su rival más cercano, la alianza de la izquierda que logró 25 escaños). Desde entonces, la campaña de Wilders ha consistido en oponerse abierta y públicamente al islam (el “tsunami de la islamización”) y a la apertura de las fronteras ante los solicitantes de asilo. Hace años ha querido hacer un referéndum para que los Países Bajos abandonen la Unión Europea y ha prometido el Nexit.
El estandarte del PVV es “la libertad”. Según la declaración de Wilders en 2005, se trata de la libertad “que tienes porque el gobierno protege a tu familia de los terroristas, la libertad de un trabajo, una buena vida y de tomar nuestras propias decisiones como país”. El problema, dice Wilders, es que “la clase media holandesa ha sido ignorada”, es decir, se ha ignorado a Henk e Ingrid. El “espíritu progresista de la época” ha mantenido a los Países Bajos “bajo el hechizo de la corrección política, un gobierno megalómano, el multiculturalismo y la sumisión a los burócratas de Bruselas”.
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A inicios de 2024, quedó claro que Wilders no podría persuadir a otros partidos para que se unieran a su gobierno en coalición para poder reunir al menos 76 de los 150 escaños del parlamento. Tuvo que renunciar a su puja para ser primer ministro de los Países Bajos, pese a que su partido obtuvo aproximadamente el 25% del voto, lo que representa el mayor porcentaje entre las coaliciones. Pero las negociaciones han terminado por acordar que ninguno de los líderes de los cuatro partidos podrá ser primer ministro. Están entonces buscando la formación de un nuevo gobierno bajo la figura de un gabinete “extra-parlamentario” compuesto por ministros que no necesariamente son miembros de un partido político.
Así anunció @geertwilderspvv de forma melodramática su renuncia a la pugna por el puesto de primer ministro, a través de Twitter/X, para todos los Henk e Ingrid del país:
Solo puedo ser primer ministro si TODOS los partidos en la coalición me respaldan. Eso no sucedió.
Me gustaría tener un gabinete de derecha. Menos asilo e inmigración. Los neerlandeses primero.
El amor por mi país y por los votantes es más grande e importante que mi propia posición.
Amo a los Países Bajos. ❤️
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Es finales de 2024 y el actual gobierno de los Países Bajos, que se formó en coalición este julio y que lidera Dick Schoof, ha comenzado ya a desmantelar las bases de la idea progresista que el mundo tenía de este país. Se aprobarán una serie de leyes mucho más estrictas para evitar la inmigración y las solicitudes de asilo, e incrementaron los requisitos del proceso de integración para los que se aceptan. Se están debatiendo también nuevos presupuestos que recabarán más impuestos (excepto para las compañías, a quienes les redujeron las tarifas) y le otorgarán más dinero al ejército y a la policía.
La debacle más visible está sucediendo en las universidades de todo el país, que en general reciben subsidios del gobierno, además de dinero de los estudiantes a través de las colegiaturas. En consonancia con su política xenófoba, el gobierno decidió limitar el número de estudiantes internacionales que pueden estudiar en las universidades y también pondrá un límite a las carreras que se ofrecen en inglés. También proveerá mucho menos recursos a los estudiantes y les cobrará altas tarifas si no se gradúan en el número de años estipulado por cada programa. Esto representa una desventaja adicional para los estudiantes que trabajan y estudian simultáneamente, precisamente por falta de fondos.
Todo esto vino a estrangular a un sistema ya debilitado. Dos de las universidades más grandes del país, la Universidad de Leiden y la Universidad de Utrecht, decidieron adelantarse a la decisión del presupuesto gubernamental y los administradores tomaron unilateralmente la decisión de cerrar por completo programas de licenciatura en las humanidades. La Universidad de Leiden decidió eliminar el BA de estudios latinoamericanos, que era único en el país, además del BA de estudios africanos y diversas especializaciones del programa dedicado al medio oriente. También van a consolidar los programas de chino, japonés, coreano y del sudeste asiático en un solo programa, al igual que uno para las lenguas y culturas europeas. En paralelo, la Universidad de Utrecht, mi universidad, decidió cortar los programas de italiano, alemán, francés, y estudios celtas, además de estudios de la religión, islam y árabe. Esto representa la pérdida de áreas de estudio y lenguas que se eliminan por una lógica meramente capitalista: los números de estudiantes y lo no redituable que resultan los programas. Lo cierto es que están dejando que adolescentes de dieciséis o diecisiete años sin mucha información tomen la decisión de lo que les resulta atractivo en el mercado de las opciones de estudio, sin importar lo que implica para las realidades y lenguas que ya no serán capaces de comprender, en una sociedad aún más polarizada.
El 25 de noviembre estaré protestando, junto con todos mis colegas y estudiantes, frente al parlamento de la Haya: Stop de bezuinigingen op het hoger onderwijs!
- Esta es una idea que tomo de un artículo excepcional de Sebastiaan Faber: “Why the Dutch Are Drawn to Right-Wing Populist Geert Wilders”.