Tierra Adentro

Titulo: Señora Krupps

Autor: Javier Fernández

Editorial: Dirección General de Publicaciones; Conaculta

Lugar y Año: México, 2013

Nos gusta el horror en dosis bajas, el del cine, por ejemplo, ese que sabemos inofensivo. No el horror que habita en una habitación de la casa, el que lleva años encerrado y al que no debemos abrirle la puerta nunca.

¿Qué se esconde en la belleza de un nacimiento? ¿En la maravillosa noticia de una concepción? ¿En las felicitaciones de los médicos? ¿En el bello sonido del trotar de los caballos? ¿Qué se esconde en esa habitación oscura de la casa?

El sopor, la humedad, una masa, gruñidos que no alcanzan a articularse, olores indecibles, ¿los húngaros tenía que ver con ese espanto?, una niña casi cosa, un monstruo casi niña.

Admitida o no, la fealdad habita en cada familia y, admitidos o no, todos tenemos deseos de esconderla para que no empañe la belleza del mundo. O lo que debería ser la belleza del mundo si no existiera la fealdad de las familias.

Señora Krupps, libro de Javier Fernández, publicado en la colección El Guardagujas de Conaculta, obsequia un conjunto de cuentos que se aferran entre sí por las sólidas líneas del absurdo coherente, los diálogos milimétricamente ridículos (y esa precisión milimétrica es la que los hace sustentarse con elegancia), el evidente sin sentido de las acciones. No es una línea temporal, una estructura o una ciudad (no Tijuana) lo que une a estos relatos, sino tanta verosimilitud en medio de tanto despropósito, construida sobre la base firme de la belleza del lenguaje.

“Señora Krupps”, primer cuento del libro, nos esconde tras muros y sombras la fealdad de una de las niñas de la familia, oculta durante años por sugerencia de la hermana gemela que sí es hermosa. ¿Qué otra cosa puede esperarse que suceda en una casa hexagonal que por su forma parece ser el pezón del pueblo? Los padres, Clara Lucía y Diego Nyala, creen que al encerrar y olvidar relativamente a su hija menor obran de la única manera posible, no hay más opciones, una bestia maloliente bufa detrás de las tapias. Tanto espanto no pudo haber sido parido, sino defecado. Historias de familia, qué más.

El camino de las gemelas fue claro desde el primer momento. La mayor fue puntual y ocupó de inmediato el vientre de la incubadora: un gesto de cortesía de parte del doctor, pues la niña cumplía y superaba todos los estándares. Rebasada, oblicua, la menor dormía su prenatalidad en el cesto de la basura, bañada de salsa amniótica y cachitos de papel.

Así, desde un inicio, se hace una distinción entre ambas hijas y, con el tiempo, se comienzan a denominar Clara la Buena y Clara la Mala. El bien puede acusar al mal de ser el mal, para eso es el bien, por eso un comentario inocente de la hermana menor, aún pequeñísima niña, da luz a los pobres padres desesperados acerca de qué hacer con el pequeño monstruillo sin forma que pulula por la casa. El bien puede encerrar al mal, y a veces con puertas infranqueables.

¿Pero qué pasa con los ojos, los oídos, las lenguas de los vecinos? ¿Qué pasa con ese ir y venir, ese galopar de caballos? ¿Con las publicaciones locales que sirven tanto para informar acerca de los eventos sociales como de las quejas por los repentinos brotes de vandalismo en La Orquídea? ¿Las publicaciones locales que, a falta de tema, cuentan las historias de familia? Así como la luz brilla, la fealdad y la miseria del mundo extienden sus sombras y pueden tocarlo todo. Los secretos, contados a voces, al verse impresos en papel adquieren un peso más profundo y la vergüenza, que ya era pública, ahora sí puede ser un tema de conversación y, ahora sí, avergüenza.

Hay elementos fantásticos en este cuento, insinuados apenas y acaso por eso más veraces. La gente murmura. ¿Qué tiene qué ver la aparición del cadáver de un caballo con la concepción de las dos hermanas? ¿Por qué con tanta tenacidad niega Clara Lucía haber tenido nunca caballos? Cuando el río suena… pero este cuento suena, y suena y suena, sin permitirnos abrir la puerta de la habitación prohibida, dejándonos sólo con la amenaza de que por esa puerta saldrá algo.

He de decir que el único defecto que le encuentro al libro es iniciar con un cuento tan avasallador que al leer los demás textos uno vuelve a buscar esas sorpresas, los sobresaltos y las revelaciones y por esa búsqueda se empañan las virtudes de los otros cuentos.  Se busca al menos el galope de los caballos. Como comentaba, a todos los cuentos del libro no los une estructura o la misma carga de realidad pero sí un lenguaje propio, el absurdo y la belleza.

Uno de estos cuentos que parece alejarse y querer construir un mundo propio es “La niña Tuviolé”. ¿Lo logra? Por supuesto. Pero una historia de amor junto al lago de la infancia jamás terminará bien.

Pasen a leer, pues, todos los italianos editores de revistas de pequeño tiraje; los italianos médicos; las mujeres que esperan hombres que llegarán en autobús; los que se han toqueteado pensando en Daisy Duke; quienes vivan en predios o casas heptagonales o hexagonales; los que tienen que viajar a La Habana, los que tengan algún pariente no muy agraciado. Todos, pasen a leer.


Autores
La redacción de Tierra Adentro trabaja para estimular, apoyar y difundir la obra de los escritores y artistas jóvenes de México.
(nacida en Nuevo León en 1979) es escritora y editora, autora de las novelas Perra brava (Planeta, 2010) y Bitch Doll (Ediciones B, 2013). Egresada de la Facultad de Filosofía y Letras, UANL. Ha sido becaria del FONCA en dos ocasiones y finalista del Primer Premio Iberoamericano de Narrativa Las Américas. Sus textos aparecen en diversas antologías y revistas. Fue editora en Alfaguara Infantil, editorial Aguilar y el grupo Random House Mondadori, entre otros. Actualmente es la directora editorial de MiaUtopía y editora en 27 editores.